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El atrevido mundo del grafiti

Juan Carlos Suárez Quevedo 31 de Enero de 2014 a las 10:30 h

El francotirador paciente de Arturo Pérez Reverte

Arturo Pérez-Reverte ha comentado que antes de escribir esta novela creía que los grafiteros eran simples vándalos y sus acciones puro vandalismo. Para documentarse adecuadamente el autor salió con un grupo de grafiteros acompañándoles en sus experiencias pictóricas y, al conocerlos más de cerca, ha descubierto que el grafiti es mucho más y que responde a un universo de códigos, de reglas no escritas.

Y esta sensación es también la que tiene el lector de la novela y que me ha parecido lo más interesante de la historia. En mi opinión, el hecho de meterse en el mundo del grafiti y de los "escritores", que es como se autodenominan los grafiteros, es lo que le dota al libro de un valor añadido, más interesante incluso que el propio thriller -muy bien llevado- que constituye la trama de la historia, incluidos sus momentos de peligro, de intrigas, de persecuciones, de espías, de peleas...

 

En diferentes momentos del libro, al lector se le va introduciendo en este curioso mundo del grafiti y del grafitero, a veces en forma descriptiva por el autor, a veces por boca de los propios personajes de la novela, metiéndonos en el sentir de este grafitero que "escribe", bajo el influjo de las emanaciones del fortísimo olor de las pinturas como si inhalara alguna sustancia estimulante; con la situación de peligro que está viviendo en cada momento de su actuación; con el sentimiento de transgredir las normas convencionales establecidas por la sociedad contra la que se rebela...

Se describe su particular forma de vestir, una moda de pertenencia a tribu urbana de gorras, pantalones caídos y deportivas, a la vez que apropiada para el camuflaje y una veloz huida: "Los otros vestían de modo parecido: felpas, vaqueros, zapatillas manchadas de pintura. Ropa para pintar y correr".  

El arte del grafiti se basa en la rapidez y en pintar sobre lugares difíciles de alcanzar, muchas veces de arriesgado acceso. Es lo que ellos llaman "Treinta segundos sobre Tokio" (el título de uno de los capítulos de la novela): treinta segundos que quiere significar el tiempo suficiente para pintar rápido y sin ser vistos, y huir del lugar en cuanto se acabe el trabajo o antes si fuera necesario.

En varios pasajes de la novela, el autor nos hace reflexionar sobre el tan traído debate de lo que es arte y de lo que no lo es, y de lo que debe de ser el artista. Por boca de uno de los personaje, se nos dice: "¿Quién pone la etiqueta?... ¿Los galeristas y los críticos, o el público?" Y también: "Detesto a quienes pronuncian artista dándose importancia. Incluidos los idiotas que llaman aerosol-art al grafiti... Además, las exposiciones en museos están agotadas... Yo no hago arte conceptual ni arte convencional- añadió-. Yo hago guerrilla urbana".

En diferentes momentos, el autor insiste sobre el carácter del grafitero y del hecho en sí mismo del grafiti: "Para Sniper -el grafitero protagonista- todo arte consistía en no ser capturado. Pintar donde no debes. Huir de los guardias y que no te cojan. Llegar a casa y pensar "lo hice" es lo mejor. Más que el sexo, o las drogas".

 Son bastantes más las partes de la novela en las que se insiste sobre la justificación, la definición y las influencias, y la provocación, del movimiento y arte grafiteros. Por ejemplo cuando otro de los personajes, Topo, dice: "...nos influyeron el hip hop y la cultura neoyorkina". O cuando Sniper, llama la atención del lector con la provocadora frase: "Por qué nadie llama vándalos a los partidos políticos que llenan las paredes con su basura en vísperas de elecciones"

Curiosamente, muy pocos días después de terminar la novela, imbuido del espíritu de los grafiteros y poseedor de unos conocimientos que no tenía antes de leer el libro (lo que probablemente hace que me fije en los grafiti de manera distinta que antes), me he tropezado en una calle del centro de Madrid con un grafiti que resume muy bien todo ello; el "escritor" parece haberse leído también la novela y resumir la filosofía de "El francotirador paciente":

"No hace falta que sea legal para que sea arte. No hace falta ke te guste para ke sea arte. No hace falta ke sea arte para ke te guste" (Persiana metálica de cochera en la c/ Alameda, Madrid).

 

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