Cementerio de las naranjas amargas de Josef Winkler. Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, 2008
Si este libro te hiere, como lo hicieran las garras de un feroz monstruo de más de dos mil años de experiencia, realmente esta escrito para ti.
Cada herida será una dentellada de realismo, asestado en los extremos de la más metódica y calculada educación del catolicismo, in extremis.
Esta crónica de Winkler, abre en muchas generaciones de temerosos devotos, que han extremando su obediencia, un mundo paralelo, más cercano a la mutilación, al sadomasoquismo o a la tortura, que a la fe de las escrituras.
Este baño de bofetadas, entre oraciones, letanías, entierros, bulas, inquiere cual intenso terremoto, en lo que pudiera haber de sublime en el día a día de la práctica de una religión, en este caso la católica, donde para gozar, extreman la iconografía, aunque les vaya la vida en ello.
Tras cada crónica breve y sádica, una retahíla de suplicas te vuelve al perdón, hasta la siguiente línea que enciende con igual o mayor implicación las prácticas beatas.
Parece que hablase de oídas el autor, pero si escuchas las crónicas del abrasivo entorno de los lugares, donde la religión es menú diario, ves que cada fiel exagera la ofrenda previa de otro beato.
A veces enmudeces, cuando entrelíneas ves cierto tono de delación en estas micro- crónicas.
Ruge el libro, atrapa y espanta, consiguiendo que las historietas te vapuleen, con una realidad sórdida y sin aliento; a la vez, que las vas visualizando, te amarga, te enrojeces por lo ajeno.
Podría quedarse más tibio el mundo, pero ante semejante despliegue de puntiagudas aristas, no me queda otra respuesta como lector, algo arisco, que atestiguar su veracidad, leer las letanías o resumir a un entorno reducido de dóciles, alguna de las anécdotas que despieza el autor, cual cirujano-cronista de la lecha materna que engordó la tradición católica y los banquetes posteriores.
Carlos Lombas