Decía Ranganathan, en una de sus vigentes cinco leyes bibliotecarias, que "para cada persona un libro". Bueno, este del que voy a hablar hoy es, sin duda, "mi libro" (o uno de ellos).
Independientemente de su valor objetivo, del que estoy convencido, contiene un montón de ingredientes que lo hacen especialmente querido para mí. Leyendo La liebre con ojos de ámbar: una herencia oculta de Edmund de Waal (Acantilado, 2013) he disfrutado de lo lindo.
La historia comienza y termina en Japón (país que adoro y sobre el que tendré que hablar más largo y tendido en Sinololeonolocreo). El autor no es un profesional de la historia, ni de las biografías, ni siquiera de la literatura y desde el principio me ha caído simpático este diletante de la escritura, que parece estar mucho más cómodo con sus piezas de cerámica, en un ambiente silencioso, que en el bullicio de las historias que se van trenzando a lo largo de esta obra.
La investigación/creación de Edmund de Waal tiene que ver con un intento de explicarse algunas cosas sobre su familia. O más bien, intenta rastrear el origen de unos pequeños objetos (los netsuke) que han ido pasando de unas manos a otras dentro de la familia. Pero eso le lleva a preguntarse por cómo era quien los compró, qué tipo de persona los recibió en su siguiente destino, cómo eran recibidos por sus distintos dueños..., y así van surgiendo historias familiares que nos hacen caminar por la historia de Europa.
Me gustan mucho las biografías y las memorias (sobre esto también habrá ocasión de volver en Sinololeonolocreo). Las disfruto por el interés que me despiertan las personas retratadas pero también como una manera de conocer una época pasada a través de los gustos, sentimientos e inquietudes de seres vivos. Este libro es una especie de biografía colectiva, la de la familia del autor, pero también un fresco de la Europa de finales del XIX y principios del XX. Esa época de creatividad, exaltación artística y avances sociales que nace en "el mundo de ayer", que diría Stefan Zweig, y que después de la Gran Guerra devino en los horrores de los totalitarismos y la Segunda Guerra Mundial.
Todo lo que se cuenta tiene que ver con una familia judía que en las últimas décadas del siglo XIX ha alcanzado un gran poder en los círculos financieros de Francia y Alemania. Los Ephrussi son una familia de banqueros (también es mérito del libro que me caigan bien con esa profesión) pero con la suficiente fortuna, y deseos de formar parte de la "buena sociedad", como para que entre sus miembros haya estetas, estudiosos, coleccionistas, frecuentadores de los salones elegantes... La narración nos lleva del París de Proust (amigo de la familia) a la Viena de Fin de Siglo con Freud, Rilke, Loos, Kraus, Arthur Schnitzler... Desfilan pintores y artistas que hacen retratos o pintan encargos. Hay amor por la poesía, bibliofilia, inquietudes intelectuales y también enamoramientos, amantes, sensualidad. En fin, no falta de nada en este libro en el que la vida de las personas está contada a través de la historia de unos pequeños objetos.
¿Qué son los netsuke? ¿Quiénes eran estos Ephrussi? ¿hacia dónde viajan personas y objetos? ¿Cómo escapan los netsuke de las garras de la Gestapo? ¿Por qué Japón al inicio y la final?
Bueno, creo que para hallar respuesta a estas preguntas lo mejor es sumergirse en la lectura.