En varias ocasiones he pensado hacer una reseña sobre Joe Sacco, a quien descubriera entre Los 90 de los 90 que nos propusiera hace mucho tiempo la añorada U, el hijo de Urich. En esa ocasión la escogida era Palestina: en la franja de Gaza (1993-1995), que habla de la primera Intifada con los ojos de un periodista cuya cámara y reportaje son las viñetas de un cómic.

No se trata de plasmar las vivencias personales, las sensaciones e impresiones de un viajero o un espectador, como podrían ser las obras de Delisle, sino de realizar verdaderamente un trabajo periodístico, sólo que modificando las herramientas tradicionales de la profesión, por lo demás también fundamentalmente audiovisuales. El problema para mí estribaba en qué obra recomendar para no asustar a quien no estuviera muy seguro de salir con éxito de la empresa, dado que las dos primeras que "disfrutamos", la citada Palestina y Gorazde: zona protegida (2000), sobre la guerra en Bosnia, no se prestaban ni por el tema ni por las dimensiones (287 y 227 páginas, respectivamente) a un acercamiento tibio. Pensaba sobre todo en El mediador (2003), con menos páginas y pequeñas historias diferentes, aunque la guerra de Sarajevo tampoco fuera trago de buen gusto.

Como el tiempo corría sin llegar a tomar la decisión, hubo una obra recopilatoria que vino en mi auxilio, por varias razones (aunque no llegue a los niveles de las dos primeras mencionadas, que han recibido varios premios). La obra se titula Reportajes e incluye hasta 11 historias repartidas por el mundo en conflicto (procesos por crímenes de guerra en Yugoslavia -la única con color-, Gaza, la guerra en Chechenia, Irak, inmigración africana, castas, intocables y explotación en la India) que se publicaron entre 1998 y 2011. Tal vez una de las claves de su significación para conocer la obra de Sacco es que buena parte de estas historias eran encargos, y porque el propio autor reflexiona sobre la subjetividad de utilizar el dibujo en vez de la fotografía o la imagen grabada (por definición, inmanipulable). Asegura que además de las obligaciones comunes del periodista (informar con precisión, citar adecuadamente y comprobar afirmaciones) tiene otras que no se le presentan a quien tira de cámara o meramente escribe. No le basta con decir (el ejemplo lo pone él mismo) que llega un convoy de la ONU, sino que debe dibujar ese convoy en el contexto específico, por lo que la labor de documentación es -contra lo que aparentemente podría haberse presupuesto- mucho mayor. Asegura que él intenta dibujar fielmente todo lo que pueda ser dibujado de esa manera. Se cuestiona la pretendida objetividad (como si cualquiera del primer mundo se convirtiera en una tabla rasa cuando llega a algunos de los lugares en los que él se adentra) así como pone de manifiesto que los comportamientos de los propios protagonistas no son iguales ante un periodista. Incluso una de las historias habla del periodismo integrado en las tropas de combate. Además escribe un comentario contextualizando cada uno de los 6 apartados en los que divide la obra.

Por lo demás, su manera común de actuar es introducirse entre los que habitan el lugar, compartir con sus iguales (periodistas, miembros de organizaciones internacionales, desplazados, gente de paso), confrontar puntos de vista, e inevitablemente -por los propios escenarios que pisa- denunciar lo que ve. Todo ello evidentemente conlleva sus riesgos. Ahora mismo tengo iniciada y pendiente Notas al pie de Gaza (2010) en que se aleja en el pasado para intentar comprender por qué el presente es cómo es.

Un punto de vista diferente del autor (tratando hasta cuestiones bibliotecarias) lo ha plasmado José Antonio Gómez en su blog Diario de lectura de cómics "Jiro Taniguchi" en el que en otras reseñas se hace eco de Notas al pie de Gaza y de la que me he permitido tomar como ejemplo para quien lo quiera conocer: Reportajes.