En el marco del taller "Descapitalizar la infancia", ofrecido por Rafael Sánchez-Mateo Paniagua en la Facultad de Bellas Artes de la UCM,  sobre políticas de la infancia y la juventud, Jaime Cuenca impartió en enero una conferencia en torno a su reciente ensayo Peter Pan disecado. Mutaciones políticas de la edad (Consonni, 2013). El taller está dentro del Programa, "Cocinando Lecturas", que se elabora conjuntamente entre Extensión Universitaria y la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes. 

La reseña que realiza a continuación el crítico Ramuntcho Robles Quevedo nos habla de ese libro.

Peter Pan ha calado en el espíritu popular. Su actitud vital nos ha llegado hasta hoy en día. En mi primer viaje a Granada, conocí un bar que se llamaba Peter Pank (inspirado en el cómic que hizo Max -Francesc Capdevila- en 1984, más inspirado en el Peter Pan de Disney que en el volador personaje de Barrie; una parodia que lleva al cómic muchas tribus urbanas) de ambiente contestatario y estética punki. Y aunque apenas estuviera inspirado en el personaje que de muy pequeño jugaba con pajarillos por los Jardines de Kensington, el espíritu del "niño que no quería crecer" ha trascendido en el tiempo (incluso aunque se parodie), perviviendo en nuestros sueños y en el acervo popular (incluida una marca de sujetadores talla mini).

El cuarteto Peter Pan -Geronimi, Jackson, Luske y Kinney- (1953), Capdevila (1984), Spielberg (1991), Budd (2002), Hogan (2003), Forster (2004), Raymond (2008), Hall (2009), Raymond (2010), Raymond (2011), Gannaway y Holmes (2012), Holmes (2014), Loter (2015). Todos estos apellidos corresponden a directores de trabajos audiovisuales (realizados o en proceso de realización) en torno a Peter Pan; salvo el cómic de Capdevila, que sin embargo da pie a la inclusión de muchas de las tendencias estéticas de colectivos presentes en las redes sociales, por lo cual -y pese a ello- nos ofrece un punto de vista harto más realista del imaginario popular respecto a la interpretación del personaje desde el punto de vista visual.

Pero para marcar la evolución en el tiempo del personaje de Peter Pan, Jaime Cuenca despliega un itinerario que nos define el personaje a flor de piel. Un itinerario que anima a rememorar las experiencias propias (sea en juegos, sea en educación visual, sea en recuerdos publicitarios) respecto al personaje tan genuino como inspirador creado por Barrie.

La evolución del personaje de Peter Pan que Jaime Cuenca traza en su Peter Pan disecado. Mutaciones políticas de la edad está muy bien explicada en su breve empero intenso texto. Está bien trazada, ya que es bien cierto que con el tiempo estamos sucumbiendo a la premura del momento. Ya no esperamos la representación anual de Peter Pan como en el tiempo de Barrie (o ahora de  El cascanueces o El lago de los cisnes), sino que nos dejamos invadir por el qué dirán. Y es más, nos hemos dejado crear unas necesidades que antes no teníamos (un afán narcisista de "gustar por gustar" que antes no se daba), e incluso nos dejamos etiquetar (sea tanto física como virtualmente), hasta llegar a un paroxismo diario que sólo se cura con un buen libro, una actividad radicalmente distinta a la cotidiana o una verdadera conversación con una persona cercana que nos quiera de verdad. Incluso nos da por camaleonizarnos con la ropa de gente más joven que los llamados adultos (o al menos en lo que respecta a la diferencia respecto al día del nacimiento). Por otra parte, y aceptando como buena la categorización por edad en el tiempo que traza Jaime, no es menos cierto que cada lector se imagina a Peter Pan y/o cualquiera de sus personajes de la edad que sea; y es maravilloso que gente de cualquier edad y formación tenga algún personaje como modelo de inspiración.

Personalmente, he de decir que me ha encantado el análisis del personaje del capitán Garfio en relación a Peter Pan, y viceversa. James Garfio como personaje que mantiene de por vida el apego a un ideal, mientras que Peter vive el día a día con la mayor de las desmemorias. Garfio con su constante ciática (como el buitre que le roía las entrañas a Unamuno) y Pan con su total desapego a lo material y al tiempo pasado (y sin proyectarse -voto a bríos, qué pretensión- en el futuro). Eso es de viejos disecados. Garfio gran amante de las "buenas formas" de conducta aprendidas en su alma mater oxoniense, mientras que Peter Pan es natural, deportivo y ajeno al qué dirán sin formación académica previa alguna. Y aun así, una cosa es que Jaime haga de taxidermista de Peter Pan y otra que el autor de una reseña destripe el libro.

Animo a los lectores de este libro en general y a cualquiera a que se identifiquen con un personaje como Peter Pan, y a vivir siempre manteniendo las buenas formas naturales que el personaje siempre mantuvo. Que se mantenga el ecosistema social con óptima empatía social; y que se dialogue, que siempre se dialogue. Son tiempos de estrategias para encontrar el propio lugar en el mundo, pero cómo no envidiar (sanamente) a Peter Pan y su forma de amar y no amar; sentirse en la piel del que es capaz de vivir al día. Y no sólo porque Jaime haya escrito un maravilloso libro sobre Pan (que bien podemos ser todos), siento empatía por Peter Pan.