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El muerto más bello del mundo

Andoni Calderón Rehecho 22 de Abril de 2014 a las 09:00 h

Mi primer contacto con él tuvo lugar en un libro de 2º de BUP de Lengua y Literatura, en el que se incluía el fragmento en el que un hilo de sangre serpenteaba respetuoso por un largo camino para anunciar la muerte de José Arcadio a su madre Úrsula. Entonces, sin embargo, quien atraía más mi atención era el vecino "Diles que no me maten" de Juan Rulfo. Un poco tiempo después, tras pasar por La ciudad y los perros del que hasta hacía poco era su amigo me adentré sin saberlo en un mundo que me absorbería, igual que derritió el hielo que vislumbrara el coronel desde el pelotón de fusilamiento.

 

Llegué a embarcarme en una aventura en la que se incluyó ubicar Macondo en un atlas (aunque sé que es imposible, lo conseguí), situar en el tiempo los hechos con ecos de reconocibles, pero sobre todo indagar cómo se enseñoreaba la muerte de mil maneras, qué ropajes tomaba el amor con cada personaje, cuántos tipos de soledad traspasaban cada una de las vidas... Junto a otros universales quedarían reflejados en un interminable trabajo de clase y en un libro (además ajeno; aunque acabaron regalándomelo) que finalizó anotado hasta la extenuación. Abrió las puertas a la lectura de estudios literarios afines, a la búsqueda de influencias cercanas y de sus maestros en la lejana soledad de la escritura... Las estanterías se fueron poblando de cosas extrañas: ojos de perro azul, increibles y tristes historias de funerales de mamá grande transcurridos en mala hora, hojarascas de un patriarcal otoño en el que un coronel no escribía más relatos de naúfrago...

Pasó el tiempo, mucho tiempo (24 años), durante el cuál aunque releía o descubría alguno de sus escritos no me atrevía a hacerlo con Cien años de soledad. Hasta que con la cuarentena a punto de ser estrenada, Amanda me dejó una biografía sobre él (no Vivir para contarla, que en algún momento he comenzado, sino la de Dasso Saldívar: García Márquez, el viaje a la semilla). Y me adentré en Pedro Páramo (Álvaro Mutis se lo presentó como ejemplo para que aprendiera a escribir y Márquez se encerraría con él hasta desentrañar sus secretos) que a pesar de todo lo que había disfrutado con las revisitaciones a El llano en llamas nunca había leído. Fui capaz tras su lectura, con gran vértigo sobre el precipicio de la desilusión, de adentrarme de nuevo en los mundos de Macondo. No puedo explicarlo, sólo sé que disfruté tanto o más que cuando lo leyera por primera vez, aunque de forma totalmente diferente (¿menos corazón? ¿menos fuego? ¿más calma? ¿otro lugar desde el que mirar?). El adolescente y adulto que forman parte de mí "coincidieron" y estoy seguro que lo hará -si existe- el yo que tenga 65 años cuando lo lea de nuevo o sea leído por él.

Vino entonces otro periodo marquiano compuesto por cuentos peregrinos, amores coléricos, noticias de secuestros y hasta memorias de putas tristes. No obstante, a pesar de la desmesura de Cien años de soledad y de sus buenas novelas, la parte que más me ha atraído siempre son sus cuentos, que en algún momento adolescente osé emular o más bien intenté dar a aquellos garabatos ebrios una pizca de su aroma. Cuando pienso en sus cuentos siempre me acuerdo de uno en especial. Trata del hallazgo en la playa de un cadáver desconocido al que -mientras lo trasladan, acomodan y amortajan- le acaban creando una historia, otorgando un nombre (Esteban) y del que todas las mujeres se enamoran. Ahora, dejando de lado los amores, él me recuerda ese cadáver en sentido contrario: conocemos su nombre, su procedencia, su historia, pero no hasta qué punto ha creado nuestro propio nombre... qué parte de él forma parte ya indeleble de nosotros.

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Comentarios - 7

Ladis Frias

7
Ladis Frias - 24-04-2014 - 21:35:14h

Precioso relato Andoni, indudablemente nos traslada a ese primer contacto que tuvimos con Gabo. Un saludo desde Medellín

Andoni Calderón

6
Andoni Calderón - 24-04-2014 - 10:22:22h

Gracias a todos por los comentarios.
Todas las referencias están además en nuestro catálogo. No he querido llenar -en esta ocasión- el texto de enlaces. Pero sí que he puesto un enlace a todas las obras de García Márquez en nuestra biblioteca: está en la foto que ilustra la reseña, que por otra parte reproduce mi colección "actual" de obras de Gabo (creo que no hay nada prestado :-) )

Liliana Soria

5
Liliana Soria - 23-04-2014 - 14:52:29h

¡Hermoso texto Andoni!

carlos lombas

4
carlos lombas - 23-04-2014 - 07:13:34h

Estoy, pero no estoy, me evapore con el mercurio de Melquíades.
Gracias Andoni por refrescar a García Marquéz y a los otros.

Vicktor

3
Vicktor - 22-04-2014 - 23:16:53h

Que bello argumento de la obra de Gabo, él más grande de Colombia para el mundo.

Cristina Arbós

2
Cristina Arbós - 22-04-2014 - 22:13:19h

Que bueno tu texto, Andoni. Y es que además citas esos maravillosos e insuperables libros que en mi juventud fueron lecturas iniciáticas para adentrarme en otros mundos que no he abandonado desde entonces. No es frecuente que se mencionen esas obras de Juan Rulfo, qué feliz coincidencia contigo.

Javier Pérez Iglesias

1
Javier Pérez Iglesias - 22-04-2014 - 09:52:58h

Andoni, un texto precioso. Yo no me he atrevido a releer "Cien años de Soledad", todavía.
Me han gustado muchísimo la belleza y la sinceridad del relato de tu trato con GGM.
¡Hermoso homenaje!


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