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¿Otra vez Stefan Zweig?

Juan Carlos Suárez Quevedo 13 de Mayo de 2014 a las 17:52 h

Pues sí, nuevamente en este blog hablando de Stefan Zweig, esta vez para comentar su novela La impaciencia del corazón, publicada en 1939 como Ungeduld des Herzens, y también conocida en español como La piedad peligrosa.

Varias son las razones que me llevan a escribir este post, algunas un tanto subjetivas pero creo que válidas.

La primera razón sería la altura de la escritura de Zweig. Nadie duda actualmente, y menos entre los asiduos lectores de Sinololeonolocreo, de la calidad literaria de Zweig y de su excelsa prosa, ya sea en sus ponderadas biografías o en sus obras de ficción. Los aficionados a este blog ya contamos con varios post al respecto, de ahí el título de éste ¿Otra vez Stefan Zweig?

Otra razón, que rondaría entre objetividad y subjetividad, es lo que yo llamaría una novela muy "moderna" y actual, en su fondo, en su contenido, dentro de un envoltorio más o menos "antiguo". Me explico.

Aunque publicada en 1939, la historia se enmarca en la época previa a la 1ª Guerra Mundial, es decir, los años finales del Imperio austro-húngaro. Por tanto se trataría, prácticamente, de los estertores del Antiguo Régimen en Europa. En la novela hay continuamente referencias al momento en que transcurre la narración. Coincido aquí con otro de los post sobre Zweig, el titulado ¡Ah... la pasión! (a la austro-húngara), de Ana Isabel Rábade Obradó. Esta novela es muy "austro-húngara". En La impaciencia del corazón se habla del Imperio, de su ejército, de su "augusto" emperador, de los diferentes pueblos y regiones del Estado, fundamentalmente de los austríacos y de los húngaros, pero también de otras minorías; también de las diferencias sociales propias del momento, de la opulenta nobleza, de los pequeña burguesía de funcionarios del Imperio, de los judíos comerciantes y especuladores... Estas frases de la novela, que aquí transcribo, me parecen bastante representativas de lo que intento explicar: "honorrr al ejérrrcito... espíritu caballeresco austriaco... lealtad al rrregimiento... camarrradas... patrrria... Austria... ¡Viva el regimiento! ¡Viva su majestad, nuestro serenísimo jefe supremo, el emperador!" (la repetición de las r se corresponden con el tono burlesco del personaje que habla). Todo esto es a lo que yo llamaría "el envoltorio" de la obra.

¿Pero, y lo intrínseco, lo interno de la novela, lo que quiero llamar "moderno"? Es ese fondo, su esencia, que me ha parecido totalmente actual y vigente, lo que me ha animado a escribir este post. Y aquí entroncamos con las razones subjetivas que mencionaba al principio, lo que he encontrado de absoluta actualidad (también para la persona que me recomendó este libro, alguien dedicado a la psicoterapia y por tanto acostumbrado a tratar con sentimientos humanos como los que hallamos en esta novela). Me refiero a mi consideración de que las relaciones de los personajes, a pesar de haberse desarrollado hace un siglo (y la novela escrita hace más de medio), bien podrían valer perfectamente para nuestro siglo XXI. Auténticos retratos psicológicos de los personajes, de los protagonistas y de los secundarios, equiparables a los de cualquiera de hoy en día.

A manera de síntesis de estos retratos psicológicos de la novela, me aventuro a comentar que, amén de numerosos matices, a grandes rasgos nos encontramos con una historia que se desenvuelve entre los sentimientos de ternura, de amor y de compasión.

Sin querer desvelar su argumento, bien se puede decir que se trata de una relación "¿amorosa?" desigual; uno de los personajes está sano y otro no. Edith Kekesfalva, sufre una terrible enfermedad, lo que le imprime un carácter especial y unas formas de comportarse tremendamente particulares, que también se encuentran en los familiares que están  a su alrededor. Coincidiendo de nuevo con el citado post de Isabel Rábade, a propósito de otra novela de Zweig, Carta de una desconocida, vemos que estamos de nuevo ante un tipo de personaje repetitivo en la obra de Zweig. Así, en un comentario a dicho post, nuestro compañero Andoni Calderón, hace mención también a este tipo de personaje femenino en otra obra, el relato corto Leporella: "es una mujer nada agraciada, "asocial", metódica, tenaz, incansable... Un amor que toma un rumbo curioso (no quiero desvelar cuál), trastoca la relación en la casa y tiene un desenlace "inesperado". Aunque no se corresponda exactamente con Edith, nuestro personaje central, es válido en parte para ella, y también en parte para otro personaje secundario, la esposa del Dr. Condor, cuya presencia en el relato y la relación con su marido, desprenden también interesantes lecturas de los sentimientos y de la forma que tenemos los seres humanos de relacionarnos.

 

Y por otra parte nos encontramos con el "partenaire" de Edith, el teniente de caballería Toni Hofmiller, en el que afloran toda una serie de sentimientos encontrados. A veces es la compasión: "Sólo al principio la compasión, como la morfina, es buena para el enfermo, un remedio, un recurso, pero si no se sabe dosificar como es debido y suprimirla a tiempo, se convierte en un veneno mortal. Con las primeras inyecciones se hace bien, tranquilizan al enfermo y mitigan el dolor. Pero, fatalmente el organismo, tanto el cuerpo como el alma, posee una tremenda capacidad de adaptación, y así como los nervios necesitan cada vez más morfina, así también el sentimiento necesita cada vez más compasión, y al final resulta más de lo que se puede dar... Hay que saber poner freno a la compasión, de lo contrario causa más daño que toda la indiferencia del mundo, y eso lo saben los médicos y los jueces y los alguaciles y los prestamistas. Si todos ellos dieran rienda suelta a su compasión, el mundo se paralizaría... ¡Cosa peligrosa, la compasión, muy peligrosa!" Sentimiento este de la compasión que a veces se confunde con amor, pena, agradecimiento, llegando también, en momentos, a lo detestable y casi al odio: "...espiará y hará espiar cada paso mío, querrá saber cuándo salgo y cuándo vuelvo, con quien estoy y qué digo y hago y mi vida y milagros. Veo que estoy perdido..."

Continuamente se repiten en la novela las tremendas dudas y altibajos de Toni respecto a la relación amorosa: "Por primera vez empecé a comprender que los peores males de este mundo no son los causados por la maldad y la brutalidad, sino los causados por la debilidad".

Y también esa debilidad de su carácter y su falta de firmeza le llevan a ser consciente de su comportamiento pusilánime en momentos determinantes: "Tengo que terminar de una vez con esta eterna consideración con los demás".

Sin embargo, en otros momentos de euforia llega a afirmar: "Aquella noche fui Dios... y yo vi con orgullo que los hombres amaban la luz que emanaba de mí y acepté su amor y me embriagué con él." y lo repite en la página siguiente: "Aquella noche fui Dios".

La razón y la sinrazón de ambos protagonistas constantemente en alza y baja.

Otra amplia serie de matices sobre sentimientos (miedos, angustias, amores, alegrías, complejos...) de los personajes señalados y de otros más de la novela (el citado Dr. Condor, el padre de Edith, Lajos von Kekesfalva, la prima de Edith, los compañeros de Toni del ejército) se pueden observar en la obra. Aunque eso lo dejaré para quienes, después de la lectura de este post, se aventuren a leer La impaciencia del corazón. Para animar a todos a hacerlo, concluyo con la frase final de la novela, evocadora  de mucho de lo comentado aquí. La novela termina así: "Pero desde aquel momento sé que ninguna culpa queda olvidada mientras la conciencia tenga conocimiento de ella".

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Comentarios - 4

Ana

4
Ana - 9-06-2014 - 13:00:44h

Hoy hablaríamos de "codependencia". Muy buena reseña

José

3
José - 19-05-2014 - 23:50:45h

Excelente reseña y reflexión sobre esta magnífica novela, Juan Carlos.
Con frecuencia, los que buscan una compasión sin medida y desde ahí ocupar un lugar "especial" en la vida de alguien encuentran a un narcisista sin límite dispuesto a jugar ese juego fatal para ambos. Mi enhorabuena por tu escrito. José

Cristina

2
Cristina - 19-05-2014 - 16:59:08h

Sweig me apasiona. No conocía esta novela pero la leeré. Gracias

Alfonso García Gómez

1
Alfonso García Gómez - 14-05-2014 - 13:36:58h

La piedad peligrosa me permitió conocer a Zweig cuya obra me acercó también a otros autores como Adalbert Stifter y más adelante Thomas Mann, Lajos Zilahy o Sandor Márai. Gracias por el post, Juan Carlos. Existe una novela de similar argumento y publicación posterior: Fosca, de Iginio Ugo Tarchetti, y sobre la que se basa la preciosa e inquietante película Passione d'amore de Ettore Scola.


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