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Recuerdos de un alemán en París: 1940-1944: crónica de la censura literaria nazi

Juan Carlos Suárez Quevedo 1 de Septiembre de 2014 a las 10:41 h

Gerhard Heller. Recuerdos de un alemán en París: 1940-1944: crónica de la censura literaria nazi.

En este libro, el autor, un nazi atípico muy lejos de la doctrina oficial, relata sus memorias de los años que pasó en París. Publicado por primera vez en francés en 1981, no se ha traducido al español hasta 2012, con un extenso y magnífico prólogo del historiador y escritor Fernando Castillo Cáceres.

Como perfecto conocedor de la lengua y literatura francesa y amante de su cultura, este alemán de Postdam, fue destinado a París en el otoño de 1940 como responsable de la censura literaria francesa y, al mismo tiempo, encargado de la propaganda nazi. Siendo un civil en tiempo de guerra, se le concedió el cargo de Sonderführer (teniente) de la Werhmacht para adscribirlo a los servicios de la Propaganda-Staffel en Francia. En este servicio permaneció hasta julio de 1942 en que pasó, como civil, al Instituto Alemán en París, dependiente directamente de la Embajada alemana. Desde entonces no volvió a vestir el uniforme del ejército.

Desde su puesto privilegiado, Heller tuvo la oportunidad de conocer la vida cultural de la capital francesa, relacionándose con artistas, especialmente literatos, dejándonos una amplia crónica de todo ello en estas memorias. Así nos encontramos con los nombres de editores como Gallimard; pintores como Braque y Picasso; escultores como el catalán Maillol; escritores como Marcel Jouhandeau, Pierre Drieu La Rochelle, François Mauriac, Jacques Chardonne, Jean Cocteau, Abel Bonnard, Louis-Ferdinand Céline, Jean Anouilh y un largo etcétera, entre ellos el también alemán Ernst Jünger; personajes que conoció y trató ampliamente. Incluso hallamos la mención de otros nombres de la talla de Albert Camus; bajo el "mandato" de Heller se editó El extranjero en 1942.

Son curiosas las vicisitudes por las que pasó la gestación de este libro que estamos comentando, hasta que se decidió a escribir estas memorias en 1979, 35 años después de acabada la guerra. Su edición llegó en 1981, en París, con el título de Un Allemande à Paris (1940-1944). Ante la inminente llegada a París de las tropas aliadas en 1944 y su partida precipitada hacia Alemania, Heller escondió en los jardines de la explanada de Los Inválidos, en la oscuridad de la noche, una caja con extensa documentación de aquellos cuatro años en la capital francesa, donde había además una amplia correspondencia, e incluso el manuscrito de la obra Der friede (La paz) de su amigo Jünger. Pero pasaron los años y Heller no regresó a París hasta 1948, siendo incapaz entonces de encontrar "su tesoro" enterrado, pues la zona había sido removida y los árboles que le servían de guía cambiados de sitio; fue incapaz de orientarse y llegar hasta su caja que nunca apareció. Todos estos "recuerdos" estaban pues solamente en su mente y no se decidió a escribir nada de momento; por un lado, porque no se fiaba plenamente de su memoria y, por otro, porque publicar cualquier cosa suponía comprometer a mucha gente con la que se había relacionado en la época de la ocupación, en aquellos duros años de la posguerra de denuncias, delaciones, juicios... Ante la insistencia de diferentes personas para que hablase sobre sus recuerdos, en 1975 se decidió a publicar parte de estas memorias en un número especial de la NRF (Nouvelle Revue Française), la revista que él mismo había dirigido en los años 40, bajo el título de "Fragmentos de un diario perdido". Pero Gaston Gallimard, que moriría poco después, no permitió publicarlo. Y fue así que hasta 1981 no aparecen las memorias en forma de libro.

Además de una estupenda crónica del arte y la literatura francesa de aquellos años y de la vida cultural en la capital parisina, el libro tiene la interesante aportación histórica de cómo se vivió la guerra en la retaguardia, de los tira y aflojas entre militares y civiles y de cómo la ideas del nazismo variaban mucho de unas personas a otras; y también de cómo las personas evolucionaron desde una fe ciega en las ideas nacionalsocialistas hasta un desengaño progresivo, tanto por parte de los alemanes como de los franceses; y también es un gran testimonio de la vida y obras de los franceses colaboracionistas y de los que militaban en la resistencia. Como Heller se relacionó con gente de todas las ideas y convicciones políticas, nos encontramos con testimonios de todo tipo; del libro se desprende la idea de que no todo fue blanco y negro en el nazismo y, concretamente, en el París ocupado, sino que hubo una amplia "paleta de grises". Resumiendo, en palabras de Eva Díaz Pérez, "Heller permitió que la cultura francesa no se resintiera durante la ocupación nazi. No quería hacer mártires. Y, a fin de cuentas, hubo más libertad en el París ocupado que en Vichy, capital de la Francia 'libre'". (Publicado en la revista Mercurio en diciembre de 2006).

Heller fue una persona que chocó mucho con las ideas nazis sobre la cultura, así como con la actuación de los militares, a quienes nunca soportó, y que evolucionó mucho en su antisemitismo, desde un convencimiento inicial, debido a la propaganda que había recibido en su juventud, hasta un enorme rechazo al tener conocimiento pleno de lo que estaba pasando. Numerosos son los textos que nos hablan del "anti-nazismo" de Heller en los diferentes capítulos de este libro. Citamos aquí, a modo de ejemplo, solo algunos párrafos:

Así, en el capítulo titulado El descubrimiento del arte moderno, Heller escribe:

"Cuando llegué a París, en noviembre de 1940, había podido conocer, a pesar de la quema de libros prohibidos, todas las grandes obras de la literatura francesa contemporánea. No había tenido la misma suerte con las artes plásticas y la música. De la producción realmente moderna, desde las primeras obras cubistas de Braque y Picasso hasta las obras más recientes de Wols o Fautrier; en música tanto la Escuela de Viena (Schönberg, Webern y Berg) como Stravinskky o Messiaen; todas proscritas por ser consideradas obras de una cultura decadente, degenerada; yo no conocía casi nada en absoluto. En esta ocasión también fue gracias a mis amigos franceses, en especial Marcel Arland, Louis Carré y Jean Paulhan, que pude penetrar en ese mundo maravilloso, hasta entonces prohibido".

Más adelante continúa: "Seguramente es difícil de entender, de admitir que pudiésemos vivir esas horas de felicidad, mientras que a nuestro lado se extendía la hambruna, se fusilaban rehenes, vagones enteros de niños judíos viajaban a campos de concentración. Yo lo sabía pero, al mismo tiempo, carecía de medios, de la convicción suficiente y del valor para resistirme directamente frente a tales atrocidades".

En el capítulo titulado De algunos editores parisinos, nos cuenta sobre la incautación de todos los ejemplares del libro de Georges Duhamel Lugar de asilo:

"Se me encargó controlar el estado del stock y su traslado... Pedí a la empleada que abriera uno de los paquetes que contenía los ejemplares de la edición original, que cogiese una docena, los envolviese, los atase y escribiese sobre él: "Propiedad del teniente Heller". Quería que se conservase un recuerdo, un testimonio de la edición de ese libro para poder, más tarde, reimprimirlo. En mi mente estaba por encima de todo el salvaguardar un patrimonio cultural que unos imbéciles iban a destruir sin consideración".

En el capítulo titulado En busca de los recuerdos perdidos, dice Heller:

"Me gustaría sin embargo volver al estado de ánimo en el que pasé esos cuatro años en París. Era bastante complejo: en oposición profunda al espíritu nazi y sin embargo unido visceralmente a mi pueblo, defensor de su cultura, enamorado de Francia, de sus monumentos, de sus paisajes, de su literatura, de su pueblo, viví en una inextricable mezcla de felicidad y angustia".

Y en el capítulo titulado A modo de conclusión, podemos destacar estas palabras que pueden servir muy bien también a modo de conclusión de este post:

"Noviembre de 1980. Han pasado cuarenta años. A pesar del olvido, a pesar de la muerte de la mayoría de los testigos, a pesar de la pérdida de mis notas, he querido resucitar los recuerdos de esa época en la que, en la angustia de la guerra y en la felicidad de la amistad, me convertí en un hombre. Este libro no es pues una simple autobiografía, ni una historia completa de la vida intelectual de la Francia de aquella época. Es el testimonio personal y también fragmentario de lo que viví durante cuatro años en París, como soldado de las tropas alemanas de Ocupación. Con sus lagunas y parcialidades, es un libro de buena fe, y, a pesar de todo, una acción de gracias".

Dedico este post a todos los amantes de la cultura en general y de la literatura francesa en particular. Y a todos los interesados en la historia, en especial a los curiosos de la época de la Segunda Guerra Mundial.

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