Fue un portazo hacia la soledad,
un aprendizaje forzado.
Son días que huelen a naftalina,
obscuros como un armario cerrado,
donde el pensamiento ensimismado
alcanzó todos sus límites, exhausto,
desesperado, confinado.
Sentimos la fuerza del silencio,
la belleza de la naturaleza,
el dolor de la muerte...
El camino se hizo más frágil e inane.
Al descubierto, el expolio de la existencia.
Hubo miedo en los ojos de todos.
En el interior, la desolación.