Sonetos para la vida (con Ángela Reyes), Col. Altazor, A.P.P., Madrid, 1988.
Una serie de sonetos escrita con mi compañera de vida y gran poetisa, Ángela Reyes, a lo largo de dos años.
Introducción
El arte del soneto, más cuando escrito a dos manos, no deja de ser un hermoso ejercicio; quizás no se le pueda llamar "arte", porque la unidad de intención raramente ocurre. En estos poemas, escritos con Ángela Reyes, "al alimón" como otras veces e incluso en varios de las casos sin acuerdo previo sobre el tema, se puede observar que sólo la clave surrealista salva el escollo. En otros, cuando el tema -que no el modo- se acuerda previamente de modo general (los dedicados a Quevedo, los de tipo gastronómico) la unidad se conserva mejor, con detrimento de la espontaneidad.
No deja de ser curioso que, aun desde presupuestos tan distintos respecto al verso como son el de Angela y el mío, hoy ya no podría decidir cuáles de los versos los escribió ella y cuáles yo. El sincretismo que aporta el trabajo en común puede llevar a este curioso desenlace.
Tres sonetos
No de sol o de luna
(1986)
No de sol o de luna, no de viento
es el amor que empapa nuestras manos.
Ascua feliz, el dios de seis veranos
dióle magia, color y sentimiento.
En la playa que cruza el firmamento
amanece esta barca que lejanos
planetas conociera, meridianos
nítidos, lunas vírgenes de acento.
Mas, ¿quién podrá decir que Amor escucha
si en solitario el Hombre le reclama?
Que corto es el soñar, y la sed mucha
cuando el viaje cumplimos sin testigo.
Henos, así, vibrantes en la llama
del corazón certero del amigo.
(Enviado a todos los amigos que participaron en nuestra boda)
Viaje de la sombra
(1987)
Más allá de la encina y de la jara
serpentea el camino. Ya declina,
nocturnea ya el sol. En la vecina
sombra, se yerguen ojos, una cara
como de un trasgo antiguo que buscara
a su amor más allá de la calina.
El verano se agota, desafina,
se torna muelle, ya no es ciega vara.
Mas el rostro que vela en la espesura
no tiembla, no se rinde. Rubio empeño,
sus pálpitos desvelan pasión honda,
muerta de amor en el doblar del sueño.
¿Quién en la soledad es levadura
de estío, claridad y virgen fronda?
Acantilado de los Gigantes
(1988)
Puerto Santiago, Tenerife
Nacido vertical, llora el basalto
que esté lejano al mar, a los corales
que lo vieran nacer. En los cristales
de la espuma hierve hacia lo alto,
caballero en las olas. ¡Al asalto
del verde platanar, de los pitales!
(En una cueva azul, los manantiales
afinan su voz tibia de contralto).
Roca inocente, sístole y corona
de Tenerife, que al azul entona
la canción secular de los amantes,
yo te saludo, negro dios dormido.$
¿Cómo creer que fueras erigido
por el tedio mortal de unos gigantes?