Las trece Puertas del Silencio, Col. Ediciones de Autor, Taller Prometeo de Poesía Nueva, Madrid, 1984; idem, Col. Altazor de Poesía, Taller Prometeo de Poesía, Madrid, 1985.
La primera edición de Las trece Puertas del Silencio se presentó en la Biblioteca Nacional, Madrid, en 1984.
Introducción
Un libro éste que ha sufrido un largo proceso de elaboración, de al menos 10 años. Resume las experiencias de vida y mis modos de ver la poesía a principios de los años ochenta. Claro, esa visión no es la actual, pero tiene significación en la historia de mi quehacer lírico. Estaba yo entonces muy influido por las experiencias surrealistas, lo cual se advierte en muchos poemas. Pero también por mi propia forma de ver entonces la relación poeta-poema, que era casi la contraria a la surreal; esto es, siguiendo el consejo de Goethe, me fijaba en el suceso vital mínimo para relacionarlo con mi personal visión de lo poético. Eso, que al menos diez años más tarde se "descubrió" por algunos poetas españoles y fue definido como "poesía de la experiencia", está ya visible en varios de los poemas de Poesía para sobrevivir, de Paseos por Nygade, de Sic transit, y desde luego de Las trece Puertas del Silencio.
Algunos de los poemas constan de varios fragmentos, complementarios entre sí -las puertas de la Palabra, de la Libertad, de la Soledad o del Amor-. A veces hacen referencia a sucesos de actualidad en mi país, al que acababa de regresar y que seguía ¾sigue¾ sorprendiéndome; como si la terrible Guerra Civil se hubiese olvidado.
Al menos tres de los poemas -los dedicados a las Puertas del Amor, del Tiempo y de la Amistad- se refieren a experiencias personales; creo que ilustran el propósito del libro.
Siete poemas
Puerta de la Palabra
Honra y teme la palabra,
que hay en ella bendición y castigo.
Fumío Haruyama
(1984)
Nacemos áfonos, condenados
a gritar nuestras tergiversaciones
para llegar al otro lado de un abismo
de incomunicación.
Para nosotros mismos, somos los ensueños,
la emoción, los recuerdos, los propósitos.
Para el mundo,
sólo nuestra palabra.
(1983)
El Señor de Babel nos dio mil voces.
Y en lugar de buscar sus confluencias
hemos querido el caos,
cada grupo mimando su dialecto,
esa gloria de ser inaccesible.
Oh, manes de las lenguas,
haced que el mundo escuche
las voces que nos instan
a la palabra transparente,
inteligible, universal y tersa.
Y al poeta que cambie la magia necesaria
por la confusa clave,
por el discurso abstracto o pedantesco,
devolvedle mil veces a la Torre inconclusa.
(1983)
La Palabra cayó sobre el oído.
Era la luz, el hálito,
el calor, la pasión, el equilibrio.
Y esta vez no quedó entre piedras,
fue exprimida hasta el centro, destilada.
En todas las esquinas de la mente
la Palabra hizo hogueras,
quebró sistemas y circuitos,
recreó la armonía.
Los humanos, al fin,
abrían sus ventanas a la lluvia,
a los vientos,
y cada surco fue naciendo henchido
y en cada estría fértil fue la siembra.
La Palabra anidó.
Llegaron días
limpios, como nuevos.
Del hombre-muchedumbre, apenas la memoria
quedaba. La Palabra
era germen, recalaba en el puerto.
Y cada ser fue gema,
cada humano, uno sólo,
solidario, magnífico y distinto.
(1983)
Puerta del Miedo
¿Quién espía
detrás de esas ventanas que decimos estrellas?
Fumío Haruyama
Hay una esquina húmeda donde acaba mi pueblo,
cerca del más angosto de los puentes,
sobre el torrente oscuro, bordeado de zarzas.
Ninguno de nosotros, de muchacho,
se atrevió a franquearla en medio de la noche.
Muchos años después, en los cuentos de Lovecraft y de Poe,
en los negros horrores de Borges y de Farmer,
supimos el terrible nombre del rey no coronado,
del Señor de la Angustia y las Tinieblas.
Engendrado en la helada caverna cuaternaria,
tan sólo de los ciegos ignorado,
cómo tememos todos su dominio implacable de nuestras horas débiles.
¿Quién osará decir que no respeta
a aquél que puede en un momento
la garganta cerrar, coser los párpados,
alterar los latidos?
Pero el hombre, intrépido inventor,
ha conseguido darle mil ropajes:
la guerra, la violencia incontrolada,
el sadismo
-rebasados el péndulo y el pozo-
del timbrazo en la noche, o de esas máquinas
para matar o que su oficio hacen.
Y siempre allí, en el fondo
de las almas en fiebre y amargura,
los fantasmas del paro y de la droga,
los celos y la envidia.
El Miedo rige el mundo. Y a su sombra
usamos unos de otros,
escribimos mil fábulas horribles para niños
y cubrimos el rostro con la sábana
del tabú y el prejuicio.
Sólo aquellos
que han logrado enfrentarse
con esa parte enferma que en la mente quisimos injertarnos
y nos hace gozar en el terror del prójimo,
son dignos de una espada frente al Miedo.
Que nos hará llegar, en medio de la noche,
hasta la esquina húmeda donde mi pueblo acaba
y cruzar, canturreando, el puente sobre el río.
(1982)
Puerta de la Soledad
Sólo el hombre que se tiene a sí mismo
no está solo.
Fumío Haruyama
Hay un hombre en el mar.
Perdida poco a poco su energía
flota apenas,
le arrastra la corriente,
busca débil un tronco, algas, asidero.
Una nube de manos sobre el agua,
fuera de su alcance, reluce,
espejea de sol.
La boca llena de ova,
se queja, ya no grita,
mientras la nube se aleja, inexorable.
Cuando la tarde llega,
sin ilusión ni aliento, el mar lo engulle.
(1981)
ciertas noches debajo de las plantas
que rodean mi casa y no dejan apenas respirar
siento que hay algunos no algunos muchos animalillos
insectos oscuros de bocas incesantes
que se van acercando trepan por las paredes
encaladas suben a las ventanas
atraviesan por minúsculos orificios su madera antigua
llegan hasta mi lecho donde sueño entre espasmos
allí se quedan fijos
observando a ese ser aislado del mundo
que no es como ellos solidario de sus semejantes
sus antenas quitinosas se remueven inquietas
porque sus neuronas incipientes me encuentran ajeno
no de su mundo no de este mundo
un viviente que existe solitario
y su marea plural se retira confusa
vuelven al calor de las madrigueras donde
toman su fuerza de la presencia múltiple
de todos los de su misma especie.
(1984)
El corazón se me ha quedado estrecho
acumulando amigos.
He pretendido dar y recibir,
abrir mi casa grande y ofrecer mis alhajas
a quienes me tendieran una mano,
una sonrisa, o una blanda esponja.
No es sorpresa
que ese largo pasillo de mi vida
esté lleno de puertas y retratos,
alfombrado de todos los colores.
Pero un día ¾más insomne o más duro¾
vi que el miedo acechaba
detrás de esa incesante colección:
miedo a no dar bastante,
miedo a recibir menos cada día,
miedo a quedarme solo.
Durante siete meses
fui deglutiendo aquel turbio jarabe.
Y al fin,
si no más sabio, sí más fuerte,
aprendí la lección: estamos solos,
y a nuestro alrededor, el espejismo,
la oscuridad, el vértigo, el silencio.
Pero también, que es propio,
natural que así ocurra.
Sólo en lo más profundo
de nuestro 'yo' secreto se encuentra lo inefable,
el amigo paciente y generoso,
la ley cierta, la luz y la promesa.
Fue quizás
mi más alta emoción traspasar esa Puerta:
en medio de la noche, levantar la mirada
y encontrar las estrellas, esperando.
(1984)