Madrid, Editorial Torremozas, 2002
El sonajero es un conjunto de sonetos en los que la esperanza, el hijo, el asombro, su llegada, los sueños, su camino, son la metáfora de un viaje interior. Un viaje iniciático por el que transitar una nueva vida.
Así comienza el libro
He puesto a la esperanza un sonajero.
Tengo, a pesar del miedo, una cascada.
Tengo un nido en el vientre, una morada,
Y un sueño conturbado en el alero.
Un estrellero azul, un estrellero
Para tus cinco dedos, y una daga
Para abrirte a la vida, y una almohada,
Y una luna bordada en tu babero.
Tengo un latido audaz con que arrancarle
Los labios a la noche manumisa
Y darle a tu pisada tibia alfombra.
Tengo quieta la vida para darle
Sandalias a tu sed, voz a tu sombra,
Y plumas de cristal a tu sonrisa.
El siguiente soneto pertenece a la tercera parte del libro:
Al mar llamas y el mar, sin más, te acoge
Y surge sin llamar su parda brisa,
Y vuelca en su mirada incircuncisa
El largo espejo que de ti recoge.
Llamas al mar y el mar tu sed escoge
Nutricio y desigual, como la risa,
Sucumbe al pescador que lo precisa
Y en su refugio azul te sobrecoge.
Llamas al mar, y el mar gime tu grito,
Y prepara su alcoba sacudida,
Y está su azul girando entre tus almas.
Al mar llamas y acude a tu bebida,
Porque es tu boca voz de su apetito,
Y es vasija tu voz si tú lo llamas.
Este es el último poema:
Hay nubes, Juan Miguel, cuya pupila
Trenza su claridad sin aspereza,
Caminan por la luz con ligereza
Y ríen a la voz que las esquila.
Hay otras cuya vena se destila
Sobre los rubios ojos con fiereza.
Hay nubes que se yerguen de tristeza,
Hay un puñal de luz que las afila.
Hay noches que reiteran el vacío,
Hay costumbres con hilos destrozados,
Hay espejos con albas y con nubes.
Yo te daré escalones enervados,
Yo te daré cuchillos y, si subes,
Tráeme una nube dúctil, niño mío.