Alicia, niña querida,
siempre llegas tarde.
Una vez fue el conejo,
ahora el espítu eterno salvaje.
Ya no hay matemáticas
que confundan tu viaje.
Alicia, que con los zapatos de rubís,
tienes otro nombre.
Alicia, instrínseca niña,
no hay arbustos
ni madrigueras
que te salven.
Una musa en la épica,
quemada por el amor de los hombres.
Alicia, nínfula enfermiza,
suero fisiológico
en las venas al entrar.
Una tormenta que
no se puede controlar.
Las horas de los pensamientos,
antes pesadilla,
que un cuento con final.
Alicia, que reparte chucherías,
que se hiela con
la Reina de las Nieves
en el trineo al pasar.
Una música que retumba
en el mismo Notre Dame.
Alicia, dame una sonrisa.
El camino amarillo siempre fue
la piedra a tu cristal.
Alicia, mi infancia al pasar.
Las sonrisas oyen prisas,
las lágrimas silban amistad.
Alicia, él te alcanzará.
Niña de la fantasía, Alicia.
Alicia, cristalina soledad.
Vanora Miranda