Es como si el narrador
de tal perturbadora historia
quisiera alejarse,
pero se forjó
una leyenda más cercana
que los cuentos de Andersen.
Que cierta mañana,
una española Dorothy,
caminante en sueños,
soñaba con cantares
hasta que el despertar
en el ojo aposentarse quiso.
¡Qué imagen más brillante!
Se respira luz en el pasillo
donde la felicidad
es constante.
¿No será Sofía?
Ella que ahora busca
a su Alberto Knax en el estante.
Y ahí está, su primer mensaje.
Ha llegado a sus manos
de cierto zapatero extravagante
Lo conoce bien:
las palabras son su biografía,
sin huella dactilar
y altaneras melodías.
De repente, el zapatero apareció.
Con ropajes desnudos
le besó.
Se agachó dos centímetros
y en la mejilla, al son de un ritmo
él así le susurró:
El Zapatero Mágico: He venido aquí,
desde confines inhumanos
para honraros con el mejor
de mis regalos.
Estos son los mejores zapatos.
Los traje aquí, para vos,
pero, ¡cuidado! la magia
no es menester del débil.
Tal vez un precio
por lo bello has de pagar.
Que si el zapato desea
donde él quiera os transportara.
Dorothy: ¿Y si me pierdo?
¿Cómo podré regresar?
El Zapatero Mágico: ¿Perderos?
¿De dónde os perderéis?
Dorothy: ¿Sabré distinguir del cuento la realidad?
El Zapatero Mágico: Sólo el alma que adueñe
el polvo del futuro
será la culpable
de distanciarse al olvido.
Dorothy: ¿Y si al olvido quiero escapar?
Las zapatillas rojas quiero calzar.
El Zapatero Mágico así lo hizo,
calzó sus pies
cumpliéndose el hechizo:
replican las palabras
de un Machado
"nueva caminante se ha alborozado"
El Zapatero se ríe una vez.
Él a ella le ha enamorado,
los zapatos blindados a sus pies
recuerdan astutos a Vicky Page.
Que ella bailarina no es,
pero un viaje
al Oculto Madrid
hará su infancia del revés.
Es que ellos vuelan,
o así cantaría una tal Dorotea.
El Madrid andalusí se respira
como nunca en los tejados.
Como Mefistófeles
lleva de viaje a un Fausto asombrado.
Vagan por la Cerrada, Valnadú y Guadalajara.
Han excavado restos,
la Torre de los Huesos.
Se pasaron por el Templo
por si encontraban los genitales.
Un manco famoso y su calle,
la triste figura de un caballero
acompañado de su fiel Rocinante.
Ahora es la hora de encontrar
al del ingenio andante.
En cielo ha de buscar
al que con las lágrimas
sus cenizas renace.
Cierta estatua que se esconde
con ecos de convento.
Míralas, las rojas zapatillas
descalzas caminan.
No pueden parar:
caminad, caminad,
rojas zapatillas.
A sus pasos se rebajan:
las piedras, el asfalto
y el hollín.
¡Corre, Zapaquilda!
Delante estará siempre el Fénix.
Olfatea ahora detrás
que otro amigo del teatro,
tú, Dorothy, has de encontrar.
Unos huesos de una tumba
perpetúan su amistad.
¿Qué habrá allí
en de Moros?
¿Sabrán llegar
las zapatillas al sitio?
¿Es este el lugar encantado
que habían predicho?
Siempre, Ocno Bianor viajando.
El Zapatero de repente se paró
Y él al suelo gritó:
"¡Alto!"
El Zapatero Mágico: Sabed, que desde aquí
andar peligroso es.
Una decisión
debéis escoger.
¿Andar queréis
hasta perecer?
Dorothy: Si dijera no, no habría aventura que valiera.
El Zapatero Mágico: Que así sea, pues.
Caminaréis siempre
junto a Vicky Page.
¡Caminad, caminad,
con las zapatillas rojas
hasta la eternidad!
Vanora Miranda