( A las cenizas en el cenicero
del local)
Cuando el desquicio coagula en la propia arteria
Y la necesidad de la bestia es salir de su capital cueva.
Las siete almas diseccionadas en los siete mares
descuartizan en pedacitos el cielo.
Su potencia ha desgarrado el lloro de Apolo,
mientras las Musas se van suicidando de la envidia.
En defensa vino Dioniso
y durmiendo te dio el beso de la muerte.
Pero una de esas almas no murió.
Y cuando la única que me queda a mí
se encuentra exiliada de la humanidad,
ella me abraza en la comprensión.
Tú gritas, yo grito y aullamos juntas.
Nos volvimos expertas de la ausencia.
La mujer de hojalata en busca de un corazón,
la cuerda vocal en busca de una guitarra homicida.
Sirena, sirenita que quiso matar a Odiseo,
¡Cántame! ¡Llórame! ¡Grítame!
Duerme y convierte este silencio hostil,
aunque sea, en belleza.
Vanora Miranda