Era Árbol suicida, de podridas hojas.
Era serpenteantes sílabas de poetas doctos.
Era una voladora imagen del inconsciente.
Era el incestuoso lamento del ataúd de mis muñecas de trapo.
Su espíritu escuchó una nota
como la llave del ataúd en la aversión de Porcia,
como los peores gritos de locura Heranicos,
sus palabras luchaban contra mi obsesión antropoidiana.
Amargura, por qué viniste a mí!
Por qué sus miradas traían a Vulcano hacía mí?
Arrojé mis votos lejos
en un viernes de lluvia Tamesiana.
Por qué su severidad ciega
la hermosura de su tez?
Mi camino es la reducción del absurdo,
empapelado con losas adormecedoras de sentidos.
Como viuda de un principio,
rechazo a mi Eva, mi amnesia subconsciente .
No hay una certeza inmediata
de si late o duele a primera vista.
Como el río que comparte mis lágrimas,
con el descanso de Ofelia,
mi vomitada tristeza de mujer
se pregunta el reparar mi tenacidad.
La condena, como pecado al culto,
viene vestida como el Emperador.
No hay jerarquías naturales desbordantes
que duerman en los gemidos de la aventura.
Demasiado fuerte! Demasiado fuerte, estúpida lascivia!
Apenas los ojos preceden al disfrute
de la enorme "bestia rosa" de su alma.
Demasiado fuerte! Demasiado fuerte, travieso Cupido!
El dramaturgo estúpido en el popular escenario
de los ciudadanos comediantes simples.
Un vacilante Hamlet, sin ser
huella en la corrupción del amor.
Oh, no, soy ahora tu Helena?
O tu Tisbe? O tu Dorotea?
Cortejar a un hombre que apenas
puede escuchar mi lírica...
Cortejando... Cortejando...
La joven que no puede curar la vejez.
Caballería ante la palabra de tortura,
Venus agonizante en Dionisiacos versos.
Tú, Enfermedad! La opresión de Lady Lazarus.
Tú, Guerra de guerras! Fénix de mi depresión,
movimiento estático en la rotación de la Tierra,
vista de vistas, Jason en las esperas.
Violada como la virginidad de Lucrecia,
mi vana alma vaga,
Virgen en palabras,
prostituta en reverencias.
Estoy tumbada en el lecho de muerte de Emma
suplicando ser su alma gemela!
Oro a las probabilidades, las indirectas
de los labios de Wilde y su Madonna en espera.
Oh, maldito Árbol! Maldito linaje de Eva!
Por qué, Manzana de la sabiduría,
perforas dentro de mis indudables miedos?
Oh, maldito seas, George Gordon!
Bastardo! Lluvia contaminada del Támesis!
Los zapatos golpean más fuerte
a esta frágil ventana...
Bastardo! Violador de soñadores!
George Gordon, aquí es dónde te doy muerte!
Vanora Miranda