Muchos coincidiremos en que los productos culturales poseen una naturaleza singular y diferente de los artículos consumidos para satisfacer necesidades básicas. No son imprescindibles para vivir, pero sí para conocer cómo son las cosas y para disfrutar de la vida, opciones de las que nadie debe estar privado.
Por esta razón asumimos que las obras de los autores son de interés general, y que en algún momento el acceso a su contenido tiene que ser libre.