Se trata, aún por encima, de trabajadores y propietarios, y usuarios, que quebrantan sistemáticamente (poniendo en riesgo su salud y la de la comunidad) la técnica aséptica requerida e ineludible en la lucha contra las enfermedades infecciosas transmisibles.
Además, ignoran que el hecho de portarla no los exime de respetar la distancia social, que es la medida profiláctica en verdad efectiva (si el disparo de un revolver tiene un alcance de X metros, aunque le genere temor y temblor, un sujeto situado a X + 0,5 metros de él no precisa chaleco antibalas para estar protegido)