Creo como Anais Nin que el erotismo femenino es, en principio, muy diferente del masculino y aunque el lenguaje de los hombres no es el más adecuado para describirlo, comparto la idea de que el lenguaje del sexo, y especialmente el lenguaje sexual llevado al teatro, está todavía por inventarse. Y tal vez lo más difícil de todo sea crear esa fusión dramática entre sexualidad, sensualidad, sentimiento y emoción.
El planteamiento erróneo fundamental del tratamiento de lo sexual ha sido el de arrinconarlo a las regiones marginales de la comunicación multimedia, haciéndolo total mente explícito, vulgarmente mecánico o absolutamente exagerado. Olvidando, o relegando, todo lo que de verdad tiene que ver con el deseo y con el goce. La imaginación y sus fantasías, la ansiedad y la culpabilidad, la liberación de los caprichos, la concupiscencia y el afloramiento de los impulsos más profundos de la psicología humana que se forjaron desde la infancia.
Todos los poderes que ejercen su presión y dominio sobre la ciudanía han tratado de sujetar el placer mediante las ataduras institucionales, de domesticarlo por los caminos de la monotonía, considerando extravagante e inapropiado plantearse la situación de goce como una necesidad vital y como un derecho inalienable para todos los seres humanos.
La creatividad y la innovación parecen estar bien pero sólo durante ciertos periodos de la vida para mantener la sal de la monotonía. No debe de haber excesivas sorpresas, no hay que inventar demasiado. Conviene no arriesgar. Hay que olvidar los celos, los miedos, las lágrimas y las risas en un asunto tan serio como éste.
Enormes esfuerzos se han dedicado a domesticar la fuerza incontenible del impulso sexual, en particular el de la mujer, señalando los límites precisos entre la madurez, la perversidad y la inocencia.
Por otra parte las propias mujeres defienden que, frente a la búsqueda masculina de la inmediatez del goce, ellas se encuentran más capacitadas para vincular el sexo con la palabra, la imaginación, la sensibilidad y la emoción.
Como diría Walter Benjamin - quien destacó el poder del lenguaje sobre el cuerpo - en realidad se ama con las palabras.
Es sabida la veneración de Anais Nin por la psicología, en particular por Otto Rank, quien hablara de ese temeroso sentimiento de pérdida - que luego nos atenaza a lo largo de la vida - y que no tiene otra explicación psicoanalítica que la del trauma del nacimiento. La tesis sobre la angustia del nacimiento fue desarrollada en su obra más destacable: Trauma der Geburt und seine Bedeutung für die Psychoanalyse (1924) (El trauma del nacimiento y su significado para el psicoanálisis) La obra se estrenará el próximo otoño, tras el casting que busca a Anaïs y a Henry.
También me he permitido acercarme mejor al mundo profundo de la psicología erótica de la mujer a través del pensamiento de otra mujer: Karen Horney y sus estudios sobre la sexualidad femenina (Alianza 1967). No obstante, aunque valiente en sus planteamientos, me ha dado la sensación de cierto distanciamiento con el objeto de su estudio.
En esos estudios, destacó el papel de la cultura tradicional patriarcal en la formación de la psique femenina, que hacía que fuera imposible determinar lo que es claramente femenino.
En una conferencia titulada "La mujer es el miedo de Acción" (1935), argumentó que sólo cuando las mujeres se hayan liberado de las concepciones masculinizantes de la feminidad podremos llegar a descubrir la forma en que realmente se diferencian - en su psicología sexual - las mujeres de los hombres. La obra se estrenará en el próximo otoño, tras el casting que busca a Anaïs y a Henry.
También he tratado, no sé hasta qué punto con éxito, de aproximarse a la psicología femenina de la mano de una de mis escritoras preferidas: Irène Némirovski, quien - como ninguna otra - ha sabido encontrar la fuerza de la infancia escondida en el corazón de una mujer, como determinante de sus impulsos afectivos.
Sin pretender, naturalmente, que es - en estos escritos - en donde voy a encontrar toda la verdad sobre lo que busco, porque entre otras cosas no busco verdades sino sensibilidades.
Anais, me interesa, porque relacionó sus vivencias pasionales con el arte, la literatura, la música y especialmente con la danza a la que dedicó gran parte de sus ilusiones vitales. No puede dejar de haber arte, música y danza en una obra teatral sobre unos personajes que se parecen mucho a Anais Nin a Henry Miller y a June, la mujer de éste, pero que - aunque inspirados en ellos y en parte de sus ideas sobre la sexualidad - no son los mismos, tampoco sus palabras.
Hemos querido, no obstante, rescatar la fuente de inspiración que nos dejaron y trasladarlos al Madrid actual que resiste la opresión y a la destrucción oficial de la cultura con un teatro alternativo y con una acción teatral que transcurre en un barrio que se mueve en las fronteras de la aventura, de la innovación y la creatividad como es el de Malasaña.
Anais, Henry y su mujer se estrenará inicialmente, como pieza corta de micro-teatro, en Noviembre de 2014; tras el casting que busca una Anaïs y un Henry.
(Estreno previsto en "Con Tarima"). Probablemente con música original inspirada en el Jazz de los 50, e interpretada en directo.
"El grado y la naturaleza de la sexualidad de un ser humano alcanzan hasta las cimas más altas de su espíritu" (Nietzsche)