Los fenómenos que parecen encontrarse más allá de las investigaciones científicas corrientes reciben el nombre de paranormales. Como si no fueran asumibles por los conocimientos científicos actuales. Entre estos se incluyen la comunicación humana sin canales físicos que la hagan posible: tales como los movimientos de objetos con el poder de la mente, la telepatía, la llamada percepción extrasensorial, la premonición o la clarividencia.
Parece como si a pesar de todos los importantes avances científicos, no fuéramos capaces de comprender las dimensiones funcionales del más grande de los misterios: el de nuestra propia mente.
Una conciencia que se encuentra ¿en el interior? de una máquina biológica - conectada con todo el cuerpo - de la que aún, a pesar de lo que creemos, no sabemos casi nada. Tal vez, y de eso podemos estar seguros, lo más decisivo se encuentre aún por descubrir, en ese "lado oscuro" de la ignorancia humana. Desvelar los misterios de la psicología humana se va a convertir pues en uno de los frentes más apasionantes de las investigaciones físicas, matemáticas, psicológicas y neuro-bio-científicas del siglo XXI.
¿Realmente sabemos poco o no nos cuentan, por diferentes motivos, lo que se sabe? Y es que hace ya mucho tiempo - fue en 1882- cuando apareció por vez primera en la historia de la psicología un término sorprendente: "telepatía". Concepto que describía la capacidad de enviar mensajes de una mente a otra, sin necesidad de ningún tipo - aparente - de canal conductor de la información más allá de la propia voluntad comunicativa del cerebro humano.
F.W. Henry Myers - de la Society for Psychical Research - fue el científico que acuñó originariamente ese concepto.
Años después - y bajo los auspicios de esta misma sociedad - surge - en 1886 - una obra sobre el mismo tema que llevaba un título curiosamente significativo "Phantasm of the Living" (Fantasmas de los vivos) de Gurney, F.W.H. Meyers y F. Podmore.
En esta obra se sugerían que cuestiones como la premonición, la clarividencia y la telequinesia: la capacidad de mover objetos con la mente, eran capacidades fantasmales de los seres humanos.
Esa realidad ya se había evidenciado en las experiencias científicamente controladas con la Güija (ver Einnova.net). Y ya, en investigaciones más recientes, se ha podido comprobar cómo a través de un mediador informático (interface) es perfectamente posible poner en marcha mecanismos robóticos a una gran distancia.
Los nazis impulsaron ya de manera rigurosa, con motivos del ultra-secretismo militar y con su afición por las cuestiones esotéricas, importantes y continuados experimentos científicos sobre telepatía y telequinesia. Tal importante conjunto de información, probablemente de gran alcance, fue recogida y archivada por los vencedores de la guerra para que sirviera de punto de partida para nuevas investigaciones.
Posteriormente y, en plena guerra fría, los dos grandes bloques vencedores de la Segunda Guerra Mundial: el occidental liderado por Norteamérica y el del Este dirigido por la Rusia Soviética, continuaron con este tipo de investigaciones secretas.
Se trataba de experimentos que se realizaban, incluso, desde el espacio exterior, en la época en la que los primeros astronautas soviéticos orbitaban la tierra. Era el laboratorio perfecto para ponerse en la vanguardia de conocimientos. La telepatía, junto con la telequinesia, se había convertido en un campo prioritario de investigación. Se trataba de adquirir ventajas de comunicación y de información, mente a mente, sobre un enemigo, en aquel entonces irreconciliable.
"Telepatía", procede del Griego Clásico. Su étimo se compone de dos palabras τηλε (tele) que significa lejos, y πάθεια, patheia, que curiosamente - y parece que no en vano - quiere decir afecto o emoción, raíz lingüística que se encuentra en palabras como simpatía o empatía.
Tal vez esos aspectos emocionales podrían resultar decisivos para facilitar este tipo de acontecimientos psíquicos.
¿Podría en algún momento vincularse este fenómeno con la inteligencia emocional? Probablemente sin este tipo de vínculo afectivo-emocional, aunque no sea claramente manifiesto, resultaría mucho más difícil el contacto y la comunicación mental entre personas.
La abundancia de diseños experimentales, en contextos exclusivamente "domésticos", para poder probar fenómenos telepáticos no ha dado, hasta el momento, resultados suficientemente relevantes. Pero tal vez la mayoría de estos intentos "parapsicológicos" olvidan aspectos científicos que pudieran resultar imprescindibles para producir este tipo de situaciones.
Se objeta que las emisiones bio-eléctricas cerebrales, de carácter electromagnético, no serían suficientes para posibilitar la transferencia de emociones, sentimientos o informaciones más claras y precisas. Pero no se tiene en cuenta que, en la actualidad, la ciencia del cerebro dispone de recursos suficientes para amplificar su potencial de frecuencia. De hecho, como decíamos, ya es posible transmitir información, con la mente, a un sistema informático para que éste, a su vez, pueda poner en marcha mecanismos robóticos situados al otro lado del mundo.
Es por otra parte más que probable que la comunicación entre diferentes zonas cerebrales pueda trascender la vía "neurona a neurona" y utilizar formas energéticas extra-neuronales para transferir y enviar información.
Ese campo energético, del que probablemente se sabe ya más de lo que podemos imaginar, o de lo que nos quieran contar, se encuentre, tal vez aún, por definir : ¿Podría tratarse de un campo de carácter Bio-electromagnético quizá?
Y, finalmente: ¿podría facilitar la conexión, "vía fantasmal", no sólo con mecanismos informáticos y robóticos alejados sino, con más facilidad si cabe, con otros receptores cerebrales. Especialmente y de manera más evidente con el de otras personas próximas por la distancia, por el trato continuado o por razones afectivo-emocionales?