En septiembre de 2014, y en México, 43 jóvenes compañeros estudiantes rurales de magisterio fueron probablemente cobarde y vilmente asesinados. Nos extrañaba que la noticia no hubiera despertado una inmensa oleada de solidaridad internacional entre sus compañeras y compañeros del mundo, quizá haya sido así, pero ni la noticia en sí misma con toda su infinita violencia, ni las respuestas de la juventud que se forma para la enseñanza, parecen haber sido objeto de excesiva preocupación por los canales oficiales de información. Hoy tan sólo hay sospechas de quienes han sido los espantosos verdugos y los motivos por los cuales se ha consumado tan horrible crimen. Lo más probable es que no sepamos nunca toda la verdad, que esa noticia llegue a formar parte de las cosas que la gente corriente no debe de llegar a saber jamás, porque si se supieran podrían tambalearse las bases del dominio del mundo tal y como se ha establecido: con una brutalidad sin contemplaciones. ¿Acaso los responsables tienen incluso el poder del silencio?
Pero - a pesar del interés por acabar con el Principio de Justicia Universal para facilitar la impunidad de los peores criminales del mundo -, aquellos que se levantan para expresar su solidaridad con sus compañeras y compañeros tienen claro que los crímenes contra la humanidad nunca prescribirán, porque si las leyes no cambian ellas y ellos las harán cambiar, con un ¡Basta! tan fuerte que se oirá en los confines más remotos del mundo.
Junto al cartel solidario se colgaron pequeños carteles con los nombres de las víctimas inocentes salvajemente asesinadas, con toda probabilidad, por tipos que no merecen el calificativo de humanos. Hoy quiero que esta editorial vaya dedicada aquellas y aquellos que dieron su vida por creer en el poder de la educación y a sus compañeras y compañeros de la Facultad de Educación de la UCM que no olvidan ni olvidarán hasta conseguir que el mundo sea un lugar digno para los seres humanos con dignidad, utilizando las arma más poderosas de todas: las de la educación y el conocimiento.
Gracias a las alumnas y alumnos de la Facultad de Educación por participar en los sentimientos que aquí se expresan y por acordarse mediante ese cartel de quienes como ellas y ellos participaban de una misma vocación: el de la educación como arma poderosa para cambiar el mundo.
Tal vez el cartel no dure mucho, ya sabemos de su fragilidad, pero hemos querido fotografiarlo para que, al menos, perdure en el tiempo en el que esta revista se mantenga al servicio de los ideales más hermosos que inspiran la labor de los educadores y de quienes quieren poner la cultura y la ciencia al servicio de las gentes humildes.
No es momento para entusiasmarnos con proyectos ambiciosos, pero seguiremos en la lucha, y en el empeño por crear esa tan necesaria Red Social de Educadores del Mundo, vinculada a nuestra revista y a la nueva E-Innova Media (Canal multimedia de intercambio de proyectos internacionales de innovación educativa) para que la voz de la educación se oiga alta y clara, para que la fuerza de la Educación llegue a ser tan fuerte y poderosa que sea temida por los criminales y respetada, allí donde se oiga, por todas las gentes de bien.
No lo dudéis. Se hará justicia.