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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Martes, 23 de abril de 2024

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Casos de menores en situación de acogida: familias y centros

Psicología del Desarrollo.

Educación Social M1

 

Casos de menores en situación de acogida:

familias y centros                                           

 

Miguel Campos Mata                                   María Gutiérrez López

Sandra Catalina Gil                          Rocío Jordán Pantoja

Patricia Delgado Amador                 Alba López García

María Fernández Sáez                                  Patricia Morillo Sánchez

Sonia Granado Fernández                Alejandra Nieto Huerta

  Cuando por diversas circunstancias se hace inviable la convivencia de un menor con su familia biológica, existen alternativas para el menor, una de ellas es el acogimiento temporal en otra familia o la estancia en Residencias de Atención a la Infancia.

Estas residencias pertenecen a una Red de Centros planificada y supervisada por el Instituto Madrileño de la Familia y el Menor, y es donde permanecen los menores mientras son valoradas otras opciones, ya sea el acogimiento o el regreso con su familia biológica en caso de que ésta presente cambios positivos.          

Todos los recursos residenciales deben tener en cuenta determinados principios educativos para un buen desarrollo de los menores. Los objetivos principales de las residencias son llevar a cabo la educación de los pequeños, contribuir a su integración socio-familiar y fomentar el cuidado y promoción de su salud.

 

 

Para conocer el proceso de acogimiento en una familia, hemos entrevistado a dos. Una de ellas, acudió a una asociación (MAFI) que le proporcionaba abogados, gastos de gestión, reuniones informativas, profesionales... Tras inscribirse,  asistieron a una reunión informativa donde se les explicó las distintas modalidades de acogida, ya que la adopción directa es imposible:

●     Acogida temporal, que se da en situaciones de riesgo a corto plazo o con posible solución, como pobreza, estancia de los padres en un centro penitenciario... En este caso el menor reside en el hogar de acogida, y la familia de acogida pasa con él vacaciones, Navidades, puentes... Así, la familia es una ayuda para que cuando el niño cumpla la mayoría de edad tenga un apoyo económico y moral al salir del centro.

●     Preadoptivo, es el idóneo cuando se prevé la adopción y la situación de riesgo de la familia biológica es permanente (fallecimiento, abandono, drogadicción...) Esta opción fue la escogida por la familia entrevistada.

Después de la reunión, se les entregó un cuestionario donde se les preguntaban sus datos personales y sus preferencias a la hora de acoger (raza, inconveniente si el menor tenía enfermedades leves o graves...)

A continuación, se les reunió con una psicóloga y a los pocos días acudió una asistenta social a su casa para valorar el entorno y las condiciones en las que viviría el menor. Estos estudios no son exhaustivos, se mira simplemente que el menor vaya a tener una vida normal.

Más tarde, les llamaron con una propuesta de acogimiento, y firmaron el documento de aceptación de la acogida del menor. Es, al realizar este paso, cuando se enseña a la familia la foto del menor y  es el escalón previo a que le vean y tengan contacto con él. Hay que aclarar que pese a que se pueden elegir muchas de las características del menor, jamás se puede elegir el sexo, ni ver cómo es físicamente hasta el momento en el que firmas la conformidad con la acogida.

Después de llevar a cabo todos estos pasos, tuvieron una reunión informativa acerca de la situación del menor con su familia biológica, de los posibles trastornos del niño, sus enfermedades, personalidad, costumbres... y acudieron al centro a pasar una tarde con él. Al día siguiente les dejaron pasar un día entero juntos, pero durmió en el centro; y por último, al tercer día le recogieron para iniciar su nueva vida con él.

Al salir del centro, el niño solo llevaba consigo unas pocas pertenencias y un álbum de fotos que  los educadores del centro le habían hecho a lo largo de sus primeros años de vida (cumpleaños, baños, rutina, primeros pasos...).

La asociación MAFI llama de vez en cuando a la familia adoptante para hacer un seguimiento de la nueva vida del menor.

 

En el caso de la otra familia entrevistada, conocían la situación del menor, y decidieron actuar. Primero se les preparó, con un curso donde se habló de la vinculación con la familia biológica y la importancia del compromiso con estos menores que están afectados tanto por la situación que tienen en casa como por la intervención de los servicios sociales. El no comprometerse les perjudicaría aún más.

Después, pasaron al periodo de adaptación: todos los días, una o dos horas, el menor se reunía con ellos, y el tiempo fue incrementándose hasta que, al superarse este periodo, el menor pasó a convivir con la familia. Según la experiencia de esta familia, en los servicios sociales se  dice a los acogedores que deben actuar como padres de los menores, pero les recuerdan que no lo son.

En el ámbito jurídico, la familia de acogida debe acudir cada cierto tiempo a solucionar los términos burocráticos. Ya que primero se tiene al menor en acogida, después en preadopción y por último se produce la adopción definitiva; el proceso suele durar entre 2 y 3 años. Por lo estudiado hemos comprobado que es completamente distinto a la adopción internacional, donde el proceso dura unos 6 - 8 años y el coste es muy elevado. Por ejemplo, la primera familia prefirió acoger a un niño que estuviera en España por la sencilla razón de que ya tenían el ejemplo de un conocido, y vieron que era más fácil que adoptar internacionalmente, y además el coste es mucho menor.

Has de saber, que al acoger a un menor para su posterior adopción, los servicios sociales hacen un estudio de institucionalización, en el que observan la evolución de los menores que han sido criados en casas de acogida, y después en familias.

 

Miedos de la familia que acoge

El miedo más frecuente, a la vista de las entrevistas, es que reaparezca la familia biológica e  interrumpa el proceso o se lleve al menor. También, la incertidumbre de si podrás hacerlo, si el menor te aceptará o fallarás.

Al inicio del proceso, en el caso de los primeros entrevistados, la asociación les explicó que en muy pocos casos aparece la familia biológica, y que además prevalece el bienestar del menor frente al de los padres, aunque existen excepciones como en Toledo, donde priman los derechos de la familia biológica.

Previo al acogimiento, los adoptantes conocen todo lo referente a la familia biológica, pero no al revés. Si la familia biológica quiere tener contacto con el menor, se realiza bajo la supervisión de un especialista y durante periodos cortos de tiempo, y siempre que al niño no le suponga un problema grave de salud. 

 

Perfil de los menores, posible problemática y adaptación a la familia

Los menores suelen ser muy afectivos y cariñosos pero no saben medir el cariño, ya que normalmente nunca han recibido el amor que puede proporcionar una familia en una situación normalizada. Suelen tener muchas carencias emocionales no apropiadas a su edad, y los padres de acogida tienen que cubrir esas necesidades.

En algunos casos,  presentan déficit de atención e hiperactividad, bajo nivel escolar, dislexia y un nivel de madurez menor al de los niños de su misma edad. Hay menores que presentan pasividad al salir del centro pero, al recibir el cariño y atención personalizada que les aporta su nueva familia, la pasividad da paso a la hiperactividad.

El contacto del menor con su familia biológica suele provocar que, mientras todo tiende a la normalidad en la nueva casa y el menor va creando vínculos con la familia de acogida, se produzcan altibajos por las visitas, ya que dejan a los menores destrozados psicológicamente, les produce un conflicto de lealtades ya que su familia les presiona para que vuelvan con ellos y los menores acaban por no entender muy bien la situación.

Cuanto más pequeño es el menor, más fácil suele ser su adaptación.

En el caso de la primera familia entrevistada, el menor tenía hábitos muy estrictos y al llegar a la familia siguió manteniendo costumbres como quitarse el chupete nada más despertarse, o quedarse quieto en la bañera esperando a que le duchen, sin presentar la idea de jugar. Posee buena salud, buena autoestima, mucho sentido de la familia, y siempre ha sabido que es adoptado, pero no tiene curiosidad por su familia biológica, y en la familia adoptante está muy bien integrado.

 

En el caso de la segunda familia,  la autoestima del menor es variable, pero ha ido mejorando. Esto se plasma en su falta de tolerancia a la frustración, que da lugar a situaciones de rabia o violencia. Tiene las habilidades sociales muy desarrolladas, pero a veces es un poco impulsivo. En un primer momento, era materialista y creía que el cariño se compraba con regalos. Respecto al estudio, posee problemas de concentración y dispersión. Presenta algunos problemas de memoria y no sabe expresar nada malo sobre su pasado, como si no quisiera recordarlo, aunque para los entrevistados a veces quiere hacer ver que simplemente ese pasado no existió.

En este caso, el menor tiene visitas con su familia biológica, siempre vigiladas. La familia de acogida no tiene ningún contacto con la biológica, y si esta última tratase de hacerlo, se estaría cometiendo un delito. Las visitas se realizan cada quince días o un mes, y suelen descolocar al menor porque no entiende su situación. Después de estas visitas está inquieto y al no saber expresarlo, actúa con rabia o rebeldía.

 

Profesionales que tratan al menor

El menor es tratado por numerosos especialistas como endocrinos, traumatólogos,  neurólogos o psicólogos, ya que puede tener problemas de peso, neurológicos, psicológicos... No obstante, cada menor  tiene sus propios problemas y su propia forma de ser, por lo que a medida que va creciendo, le pueden ir tratando distintos profesionales. A parte de esto, existen trabajadores sociales que vigilan el proceso y mantienen vinculación con las familias de acogida.

Según la opinión de uno de los entrevistados, los propios acogedores deben actuar también como profesionales, y "tratar" al menor para ir normalizando su situación.

 

 

 

 

 

 

 

 

A continuación, para observar el mundo de los hogares de acogida desde los ojos de un profesional de este ámbito, acudimos a entrevistar a una educadora social de la Fundación Alicia Koplowitz, que trabaja con menores en riesgo de exclusión socioeconómica y realiza el seguimiento cuando cumplen la mayoría de edad.

 

¿Qué pasos se siguen desde que un trabajador social detecta un problema en una casa hasta que envía al menor al hogar de acogida?

 

En primer lugar el trabajador social identifica los problemas de la familia, y hace un diagnóstico, y con éste se marca objetivos a trabajar con la familia para que mejore la situación de todos. Si todos los recursos que pone en marcha no funcionan, y los niños sufren abandono, negligencia y no son bien cuidados, es cuando se plantea el que vayan a un hogar.

 

Hacen un informe proponiéndolo al Instituto Madrileño de  Familia  y el Menor, donde se estudia el caso y se da una respuesta a si el menor ingresará en el hogar, o no.

Si es que sí, se ve en Coordinación de centros, que es una rama del Instituto Madrileño de la Familia, que plazas hay disponibles en la CAM, y cual es lugar más adecuado para el niño (hogar, residencia, lejos, cerca, etc.)

 

 

¿Qué rasgos, perfiles o carencias psicológicas presentan la mayoría de los menores?

 

Casi nunca suelen saber porque acaban en un hogar, están acostumbrados a vivir como viven y piensan que es porque ellos son malos.

 

Suelen ser niños con bajo nivel escolar, ya que en las familias no dan importancia al  seguimiento de deberes, horarios de estudio, hábitos, etc. Por lo que suelen fracasar en la escuela, no integrarse bien en el aula... por estos motivos, sus iguales tampoco les valoran.

Pueden tener problemas de conducta, por falta de límites; son niños inquietos, que no atienden a las normas ni indicaciones, porque nunca las han tenido.

 

Suelen estar tristes y les falta afecto y atención. No tienen habilidades sociales ni fortalezas psicológicas, son duros porque esa es su defensa, no porque lo sean.

En muchos casos acaban medicados, según los problemas que se vayan descubriendo.

La mayoría, asisten a colegios de educación especial o con adaptaciones en el currículo ordinario.  

¿Qué situaciones de riesgo habituales encontramos en las familias de los niños?

 

-          Consumo de sustancias.

-          Alcoholismo.

-          Discapacidades de sus progenitores, en ocasiones unidos con trastornos mentales.

-          Negligencia en el cuidado de los niños.

-          Maltrato tanto físico como psicológico.

-          Abuso sexual.

-          Enfermedad de los progenitores o familiares de referencia en casos de acogimientos en familia extensa.

-          Situación de prisión en los progenitores (drogas, robos, tráfico de sustancias...)

-          Prostitución.

¿Qué profesionales les tratan y qué metodología siguen?

Educadores sociales, son los encargados de cuidarles y enseñar en todos los aspectos, ya que

son las personas que trabajan directamente con ellos.

Psicólogos, hacen un trabajo transversal.

Los trabajadores sociales son quienes coordinan las CAF, reuniones donde se reúnen todos los profesionales, para definir y diagnosticar el caso, acordar objetivos y tareas y repartir el trabajo a realizar. Significa comisión de apoyo familiar. Se hacen en los SS.SS, son ellos quienes convocan a los demás a la reunión.

Explíquenos qué rutina se sigue en el hogar.

Primero los niños desayunan todos juntos y se preparan para ir al colegio, allí pasan toda la mañana. Al volver meriendan y hacen sus deberes. Una vez que han acabado con las tareas del colegio, pueden realizar actividades variadas, por ejemplo que les ayuden con algún problema personal, terapias grupales, hobbies, deportes... Para acabar el día tienen un tiempo de aseo personal, la cena, y por último se van a dormir.

De manera eventual se planean actividades especiales, individuales o en grupo, asambleas, reuniones con el niño y con su familia...

¿Qué regímenes de visita se siguen?

Actualmente casi todos los  niños salen con las familias los fines de semana y las vacaciones.  Pero antes se realizan visitas a las casas de las familias, para ver en qué condiciones se encuentra el domicilio y si es adecuado que los menores pasen tiempo ahí sin  ningún  tipo de peligro. 

Existen casos especiales en los cuales la situación familiar no es la más idónea para que los niños permanezcan los fines de semana y se quedan con sus educadores. En los casos más complicados, las visitas se realizan supervisadas.

¿Cuál es la situación educativa de los menores?

Este año varios de ellos han cambiado de centro, puesto que el suyo ya no ofrecía más cursos.

Los más mayores acuden al colegio Brot de Madrid, que es un proyecto educativo innovador de la Fundación Aprender con una metodología válida para todos y adecuada para atender las Dificultades Específicas de Aprendizaje (DEAs): dislexia, discalculia, déficit de atención, entre otras. De forma que ayude a este tipo de alumnado a desarrollarse plenamente y evite el fracaso escolar.

Es un colegio concertado, con un proyecto educativo novedoso, y con una integración preferente a alumnos con dificultades específicas de aprendizaje.

El propósito del colegio es llegar a los contenidos curriculares marcados pero por otro camino, sin modificar los conocimientos sino la manera de llegar a ellos.

La atención es personal, consiguiendo así que "el colegio sea un lugar donde querer estar y querer quedarse, y los alumnos puedan llegar hasta donde quieran, no hasta donde el sistema se lo permita". El niño es el protagonista, y coge las riendas de su vida.

Los más pequeños acuden al Centro de Rehabilitación Dionisia Plaza, Hospital de Día: es un centro médico dedicado al diagnóstico y tratamiento de niños con diferentes patologías, que no tienen una ubicación definida ni un tratamiento adecuado ni de suficiente calidad dentro de los recursos ordinarios públicos habituales. El Centro cuenta con un equipo de profesionales con una amplia experiencia y formación en logopedia, grafoterapia, psicomotricidad, psicología, musicoterapia y fisioterapia, que ofrecen un trato personalizado en el que la prioridad es el menor.

¿Situación de los menores tras cumplir la mayoría de edad?

La gran mayoría vuelven a sus casas, y el sistema falla. Se destina mucho dinero a la adaptación de estos niños que luego vuelven al mismo lugar y a la misma situación de la que se les sacó;

además, tienen un desfase social y cultural con su familia, y se añade un problema más: el menor avanza  pero la familia no.

Los que no regresan con sus familias se pueden acoger a varios recursos:

-          Para las chicas existen residencias de mujeres a las cuales pueden acudir una vez cumplidos los 18 años.

-          Para los chicos hay menos posibilidades, pero la fundación Alicia Koplowitz ha creado varios pisos para los que quieren seguir estudiando.

Desde tu punto de vista y como educadora social, ¿qué opinas de la adopción/acogimiento de estos menores en familias con situaciones normalizadas?

Como casi todos los niños tienen familia, la adopción no la veo una solución, sí el acogimiento, siempre que se hiciera bien:

Primero, lo tiene que querer el menor; y segundo, lo tiene que aceptar la familia.

Además, en mi opinión, el acogimiento debiera ser integral, es decir, se debería acoger a los menores siendo conscientes de la existencia de su familia biológica, y sin querer aislarlos de ella. El menor vivirá en un ambiente normalizado a la vez que su familia es tratada para minimizar o eliminar su problemática y que en algún momento el menor pueda volver con ellos. De esta forma, crecería el niño, y crecería la familia biológica, y siempre tendrían a esta familia acogedora solidaria como una balsa en la vida. Pero es muy complicado llegar a un punto medio, puesto que las familias a veces tienen la sensación de que pueden perder el amor de sus hijos y que nuestro trabajo es buscarles un sustituto. 

Hemos tenido activo un programa que se llamaba "familias amigas", que en algunos casos funcionó muy bien, porque había implicación por parte de las familias voluntarias, para llevar a los chavales a dar una vuelta y disfrutaban con ellos y sus propios hijos.  En otros casos el proyecto fracasó, en parte porque las familias no estaban lo suficientemente motivadas, los niños generaron algunos problemas o incluso las propias familias de nuestros menores se sentían violentadas porque salían con otras  personas, muchas veces con un status social superior al de ellos. Algunas de estas familias eran candidatas para ser familias de acogida, pero nunca se pudo llevar a cabo.

Como último paso, y para conocer otros puntos de vista sobre los hogares de acogida, hemos entrevistado a un chico que vivió en un centro de acogida.

 

¿Rasgos comunes de los menores?

 

En los hogares conviven menores con distintos perfiles. Al entrar en el hogar, la mayoría de los menores ven a los profesionales como enemigos que los han separado de su familia. Esto hace que el menor desarrolle problemas y cambios en su carácter. Pero con el paso del tiempo, con el cariño y el interés en el que se involucran los educadores, hace que el carácter mejore.

 

Hay ocasiones en las que el menor no recibe un buen trato en el centro y, por tanto, no existe la mejora de la que hablábamos antes. Al leer esto pensaréis, ¿por qué no se denuncia a los educadores qué actúan así? Pues bien, la denuncia no es factible porque el menor es demasiado pequeño y no le suelen creer y, además, no existen pruebas contra los educadores.

 

 

¿Qué profesionales les ayudan y qué metodologías se utilizan?

 

Los principales profesionales que interactúan con los menores son educadores y psicólogos. Dependiendo del hogar, puede haber un educador de mañana, otro de tarde y otro de noche o unos educadores durante la semana y otros durante el fin de semana.

 

En mi opinión, es preferible que sean siempre los mismos educadores, ya que él será tu referente y  si  se cambia continuamente de educador, perjudica la confianza mutua que hará que el menor se abra y sea más fácil la actuación del educador. Respecto a los psicólogos, en mi experiencia no tuve relación directa con ellos.

 

 

¿Qué rutina seguíais tú y tus compañeros en el hogar?

 

Los menores hacen "vida normal", pero respetando horarios y normas.

 

 

¿Qué regímenes de visita se dan? ¿Con quiénes mantenéis contacto y con quiénes no?

 

Dependiendo del caso. Los menores pueden pasar los fines de semana con algún familiar, no necesariamente los padres. Estos familiares deben tener un permiso de la Comunidad para poder estar con los menores durante el tiempo estipulado en el mismo.

 

Si algún familiar visita a los niños dentro del hogar, pueden salir o reunirse con ellos, pero esto siempre se hará en una sala aparte para no invadir el espacio donde viven los chavales; se hace así debido a que no todos tienen familia, y el ver que a ellos no les visita nadie podría afectarles negativamente, además otra de las razones es que el hogar es la casa de muchos niños, y la visita inesperada de un desconocido no es buena.

 

En la mayoría de los hogares se tiene en cuenta si el niño quiere o no reunirse con su familia, y suele estar por encima su opinión.

 

Si la situación familiar mejora, el niño puede volver a vivir con ellos. Pero, si al volver la situación no ha cambiado, se produciría la vuelta del menor al hogar. No siempre se respeta su opinión a la hora de elegir hogar, y pueden obligarlo a ir a otro distinto, como en el caso del entrevistado.

 

 

¿Quién tiene la tutela del menor y qué ocurre cuando te acoge una familia?

 

Mientras el menor está en el hogar su tutela la tiene la Comunidad y los educadores actúan como representantes de los menores.

 

Si el menor es acogido por una familia, la tutela pasa a ser compartida entre la familia y la Comunidad, pero la de la familia prevalece sobre la tutela estatal. Hay dos tipos de acogida, de no riesgo, y de riesgo: la de no riesgo es hasta los 8 años, y la de riesgo de los 8 años en adelante o si el menor (independientemente de su edad) presenta enfermedades.  

En las acogidas de no riesgo se tiene más en cuenta la opinión del niño que en las acogidas de riesgo, ya que hay menos familias dispuestas a acoger a menores de más de 8 años o con enfermedades.

 

 

Antes de la acogida, existe una serie de encuentros entre la familia y el menor, para ver si éste está cómodo y se adapta a ellos. En el caso de que no se sienta cómodo, prevalece la opinión del niño; aunque según mi experiencia, esto no suele ser así. Una vez que un menor es acogido, se intenta que no existan vínculos con su familia biológica, pero si el menor quiere pueden establecerse aunque no de manera continua.

 

 

¿Cuál es la situación educativa?

 

Los menores están escolarizados en la mayoría de los casos, y acuden con normalidad a las clases.

 

¿Qué futuro les espera tras cumplir la mayoría de edad?

 

En los hogares los menores pueden permanecer hasta los dieciocho años, aunque hay casos excepcionales en que se pueden quedar más. Suele darse un año de margen para que el joven "organice" su vida. También existen centros de acogida para mayores de edad que anteriormente estuvieron en uno para menores

Tras las entrevistas realizadas hemos podido observar una serie de problemática común, al igual que las familias presentaban miedo a lo desconocido al principio; los menores a los que acogían, también. Los padres sentían temor a que sus futuros hijos no aceptaran bien la situación o que reapareciesen las familias biológicas con la intención de recuperar a su hijo.

Desde el punto de vista de los menores, éstos pueden sentir miedo hacia la nueva familia debido a que, durante su corta vida, han podido pasar por numerosas situaciones de inestabilidad.

 

Después de debatir en grupo hemos llegado a la conclusión de  que una posible mejora sería alargar el proceso de adaptación del menor a su nueva vida a través de una relación progresiva con su familia de acogida, ya que hay casos en los que desde que aceptan el acoger al niño hasta que lo tienen en casa, no pasa ni una semana. Pensamos que al alargar el proceso, el menor sentiría más confianza y no "aparecería" de repente en un lugar nuevo y desconocido.

Además, como ya hemos mencionado antes son niños que han podido sufrir muchos cambios a lo largo de su vida, por lo que necesitan la mayor estabilidad y normalidad posible.

La falta de confianza con la familia, unido a los cambios que ha ido viviendo el menor puede reflejarse en la adolescencia con problemas de disciplina y de mal comportamiento.

 

En el marco legislativo hemos observado un problema bastante grave, la diferencia de legislación según las Comunidades. Por ejemplo, en Toledo la decisión de la familia biológica siempre tiene prioridad sobre la de la familia de acogida y la del menor; por tanto aunque un niño esté completamente adaptado a su nueva familia y viva en una situación buena para él, si sus padres biológicos reaparecen (antes de que se cumpla el primer año de acogida) podrían llevársele sin ninguna dificultad.

La solución que vemos es unificar la ley de acogida y adopción nacional para que ésta mire siempre por el bien del menor, evitando así la variabilidad en la vida del menor y mejorando su situación familiar y social.

 

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