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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Sábado, 27 de abril de 2024

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Una rabia como símbolo de acción de una generación

El mundo cambia, los tiempos avanzan y el progreso debe ser un camino a tomar con constancia.

 

Hace ya unos cuantos años, en España, la regla básica de la educación era el autoritarismo; los jóvenes veían su vida contemplada en el espejo que sus padres les mostraban.

Nadie hablaba de represión...quizás esa palabra no existía en el lenguaje de aquellos años, presiento que era posiblemente, una palabra inútil, que definía una realidad muy presente, pero de la que nadie se  percataba, excepto aquellos llamados 'locos o rebeldes´ que desesperaban por avanzar en aquella sociedad estricta y reglamentada. Todo concordaba con el contexto social, y político de esos años, aquellas generaciones de nuestros abuelos y padres, que rememoran sus años jóvenes en medio de la incertidumbre por el miedo a cualquier autoridad, tanto pública como familiar.

Poco a poco, los nuevos tiempos fueron entrando en nuestra mentalidad, de forma casi casual, llegando una educación más libre, progresista y dinámica, regida por nuestra propia arbitrariedad; los jóvenes decidimos por nosotros mismos, tenemos la llave de nuestro futuro y sabemos perfectamente que somos dueños de nuestros actos.

Tras ponerte en situación, lector, he llegado a la punta del iceberg, eso que me mantiene frente al ordenador desgastando el teclado con las yemas de mis dedos, y es que, ¿No es cierto que esta nueva juventud que se ha abierto paso en los últimos años, esta muy mimada?

Pensarás, querido lector que esta escritora ha perdido el juicio, pero no, mi cuestión tiene su base, no vaya usted a creer.

Cada día vemos noticias de delitos cometidos por jóvenes, bien sean leves o graves, que quedan totalmente impunes de los castigos que realmente merecen por sus acciones; todos recordamos el caso de Marta del Castillo, en el que solo uno de los culpables fue castigado, Miguel Carcaño, mientras el resto quedaron absueltos por la falta de pruebas ante la negativa a declarar y aportar datos sobre la investigación, y ahora, mientras que usted lee esto, están tumbados en el sofá de su casa, amparándose en su edad privilegiada, pues siendo menor, nada malo te puede ocurrir, estan totalmente protegidos.

Los actos vandálicos tampoco son castigados como debería, pues generan un enorme gasto al Estado en su reparación, y sin embargo, se toman como 'pequeñas inocentadas propias de la edad.

Oigan, otra cosa que no entiendo es esto que ocurre con los niños o adolescentes, a los que dar un azote como respuesta ante alguna trastada, ya es un maltrato físico, por favor, algo de raciocinio, ¿algún padre no ha dado a su hijo un cachete en su vida? ¿Tan malo es? Pues no, tal y como están las cosas, eso ya es una agresión que puede costar al padre una acusación de maltratador, que puede traer consecuencias civiles o penales.

Y es que según muchas noticias y estadísticas, la violencia juvenil crece imparablemente por cada año que transcurre. Ya no nos asombra leer en las páginas de cualquier diario escrito, cómo unos padres son maltratados o amenazados por sus propios hijos.

 

¿Hasta que punto hemos llegado? ¿Tanto les permitimos a los jóvenes?

Así pues, pensemos, mantengamos vivas nuestras neuronas. ¿No es cierto que antes de ser tan radicales, hay una escala de grises?

Habrá un término medio entre educar con la mentalidad de aquellos años pasados, en los que los jóvenes no tenían ningún tipo de importancia, y en estos, en los que parecen llevar ellos la batuta en muchos de los aspectos de nuestra vida, ¿No?

 

Humildemente desde mi habitación, con 18 años, he ahí parte de los pensamientos que me rondan.

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