El fenómeno del emprendimiento es el motor de desarrollo económico y la manifestación del cambio social de un país.
Desde hace ya un tiempo, vivimos inmersos en un marco económico mundial que se caracteriza por la competencia de las nuevas economías (nuevos países emergentes), la competitividad y la globalización. En este contexto, y con el fin de convertir a la Unión Europea en la "economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo", el Consejo Europeo aprobó en el año 2000 la llamada Estrategia de Lisboa.
Entre sus principales objetivos destacan la constitución de un entorno favorable para las empresas y su creación, en especial a las PYMES por su gran capacidad innovadora y de generación de empleo y riqueza.
El empleo se crea mayoritariamente en pequeñas empresas y es evidente que sin empresas no hay empleo. Es cierto, que en el pasado la gran empresa y el sector público fueron potentes motores de la creación de empleo pero el contexto actual, es bien distinto: el sector público tiene un techo, y la gran empresa subcontrata empresas pequeñas para llevar a cabo sus planes de crecimiento.
Esto es debido a que la empresa pequeña es más ágil y flexible frente al cambio. Si algo caracteriza la sociedad actual es la rapidez con que cambian las cosas y la creciente competencia entre países al tener que operar en un mercado global.
El modo de vida actual exige un nuevo modo de aprender o modelo de educación, valorando la creatividad intelectual y el espíritu emprendedor para adquirir capacidades cognitivas que nos permitan desenvolvernos y adaptarnos sin problema a los cambios constantes que se producen en nuestra sociedad. Cada vez se hace más importante el valor de emprender en nuestra sociedad, en la que viven personas con ganas de innovar y abrir negocios.
La comunidad necesita de personas que sean capaces de empujar y crear nuevas empresas, con nuevas ideas y proyectos. Es absolutamente necesario que los más jóvenes tengan inquietudes emprendedoras. El profesional del futuro ha de ser una persona abierta al mundo exterior, capaz de relacionarse con otras culturas y de estar en primera línea de los avances tecnológicos. Las características de personalidad de un emprendedor son específicas y determinadas, y se van desarrollando conjuntamente con aspectos innatos, con su educación (familiar, escolar, cultural), su contexto, sus necesidades y oportunidades.
Por este motivo, la escuela, la segunda institución educativa y de socialización más importante, es el lugar adecuado para fomentar el espíritu emprendedor.
Así se recoge, de hecho, en la LOE (ley orgánica 10/2002, 23 de diciembre, de Calidad de la Educación) que indica de manera literal "El Sistema Educativo se orientará entre sus diversos fines al desarrollo de la capacidad de los alumnos para regular su propio aprendizaje, confiar en sus actitudes y conocimientos, así como desarrollar la creatividad, la iniciativa personal y el espíritu emprendedor"
De acuerdo con el Global Entrepreneurship Monitor (2010) la educación emprendedora se define como "la disciplina que engloba los conocimientos y habilidades "sobre" o "con" el fin de que el emprendimiento, en general, sea reconocido como parte de los programas educativos correspondientes a las enseñanzas primaria, secundaria o terciaria (superior) en las instituciones educativas oficiales de cualquier país"
Según el informe realizado en el año 2009 por la iniciativa Global de Educación del foro Económico mundial (WEf):
La educación emprendedora juega un papel fundamental en la formación de actitudes, habilidades y cultura desde la educación primaria hasta el final de los estudios (...) creemos que las habilidades, actitudes y comportamiento de emprendedores se puede llegar a aprender, y que la exposición a la formación emprendedora a lo largo de la vida de aprendizaje del individuo, comenzando desde la juventud pasando por la edad adulta hasta la educación superior -además de llegar a aquellos que están excluidos económica y socialmente- es imprescindible.
Tradicionalmente, el énfasis de la formación para el emprendimiento ha recaído en temas específicos de negocios, sin embargo, esto no garantiza la formación de emprendedores (Kirby, 2004). El emprendedor tiene unas características determinadas, habilidades y competencias que se pueden desarrollar en el transcurso de su educación formal. De acuerdo con Gibb (2005), la educación para el emprendimiento requiere de integración del conocimiento de varias disciplinas, de espacios de aprendizaje a través de la experiencia, que permitan evaluar conocimientos específicos en la práctica; mayor tiempo para la reflexión, para la investigación, la innovación, trabajar sobre la incertidumbre y aprender haciendo más que escuchando o leyendo; ya que el proceso de fortalecimiento se da desde la praxis y desde la necesidad de articular, es decir, desde el ser activo, en definitiva lo que venimos diciendo es la incorporación de un modelo activo y creativo.