Se trata de un cuento para niños de entre 3 y 5 años, el cual tendréis que contar con mucho entusiasmo y fantasía a vuestros hijos, nietos, sobrinos...
Espero que os guste y que paséis un rato agradable en compañía de estos pequeños tan entrañables.
La princesita mala
Habitaba una vez en un reino muy lejano, una princesita muy bella. Tenía los cabellos rizados y dorados como la luz del sol, la piel blanca como la nieve, las mejillas sonrosadas y unos ojos grandes y azules como el cielo.
Pero nada más lejos de su apariencia angelical, la princesita era muy mala, no hacía caso a sus padres en nada, continuamente estaba mirándose en el espejo viendo el reflejo de su belleza e incrementando su vanidad día a día, solo pensaba en ella misma aumentando y multiplicando el egoísmo en su interior a cada momento que pasaba con su comportamiento acaparador y codicioso.
Todo lo quería solo para ella misma, sin compartir nada con nadie y lo único que le interesaba era mirarse y mirase en su espejo.
Un día que estaba mirándose en su espejo, como siempre fascinada con su propia imagen sin pensar en nada más que no fuera ella, apareció en ese momento una viejecita.
- ¡Hola querida niña! - dijo la viejecita con voz bondadosa - Tengo mucha hambre, ¿tendrías algún alimento con el que saciar mí pobre apetito?.
La princesita sin vacilar, la dio un empujón a la anciana, cayendo esta al suelo y manchándose de barro. La vieja mujer se levanto como pudo y una vez en pie se transformo en una Hada mágica.
- Niña mala, por tu comportamiento te transformarás y ni tú misma te reconocerás. No podrás mirarte a ningún espejo, porque este se romperá.
Nada más terminar el Hada estas palabras, la niña notó que el cuerpo se le empezaba a encoger, las manos se le volvían pequeñitas y le crecieron unas grandes orejas y una tremenda cola.
La princesita se miro en su espejo y cuál sería su sorpresa al descubrir que el reflejo era de una pequeña ratoncita. En este momento, el espejo se rompió. Asustada de lo sucedido, corrió y corrió sin parar, ocultándose en una cueva.
Pasó el tiempo y la princesita no se atrevía a salir de la cueva, lloraba y lloraba sin cesar por su desdicha, hasta que un día apareció por la cueva una ratoncita muy anciana.
- ¡Hola querida niña! - volvió a decir la ratoncita con voz bondadosa - Tengo mucha hambre, ¿tendrías algún alimento con el que saciar mí pobre apetito?, también tengo mucho frio, estoy cansada y enferma, ¿puedo pasar para descansar, entrar en calor y cobijarme de la fría noche?
La princesita cuidó a la anciana, la dio de comer y prendió una hoguera para que entrara en calor. En ese momento, la anciana ratoncita se transformó en el Hada mágica.
- ¡Querida niña! - Exclamó. - Veo que has cambiado y por tu bondad y generosidad te debes de dirigir hacia el fondo de la cueva, allí encontraras un espejo tapado con una gran tela blanca, descúbrelo y refléjate en el.
La niña obedeció y al reflejarse su imagen en el espejo, éste no se rompió, convirtiéndose en la niña bella y hermosa que era. Muy contenta volvió con sus padres y arrepentida de su comportamiento prometió hacerles caso en todo, compartir sus cosas y ser una princesita buena y así vivió feliz el resto de su vida.
FIN