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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 27 de diciembre de 2024

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Formar primero, entretener después

Quienes se han aproximado a la realidad de los llamados C.E.P.A. (centros de educación de personas adultas) han percibido ecos de una realidad confusa. Quizás, lo que más les llamó la atención fue la afluencia masiva de alumnos de la tercera edad, prioritariamente mujeres. O quizás, la atribución que prevaleció, se inspiró en la oportunidad que estos centros ofrecen para conseguir la titulación oficial básica que cuya obtención en su día se fracasó.

La suma de ambas percepciones forman el bosquejo que con más acierto puede trazarse en torno a esta realidad.

 

En el C.E.P.A. existe, al igual que en los grandes almacenes, la posibilidad de adquirir saldos. Se trata de saldos educativos que asumen la forma de títulos oficiales baratos, dotados de programaciones didácticas sometidas a procesos de adelgazamiento. No se ha tratado aquí de adecuar la didáctica a las características del alumnado porque en educación de adultos la adaptación curricular no es obligatoria, pues se entiende que esta modalidad formativa ya es una adaptación en si misma.

El proceso que lleva a día de hoy a la matriculación de un alumno procedente del fracaso escolar en un C.E.P.A tiene sus orígenes en tiempos pre-crisis. Es el siguiente:

1. "Abandono la enseñanza oficial tan pronto como sea posible". Hablamos del abandono físico del instituto ya que el viaje astral, practicado con gran éxito en las aulas del instituto, nos impide hablar de otro tipo de presencia.

2. El andamio es una amante productiva pero muy absorbente. No quedan ganas de abrir un libro después de la jornada.

3. Pero, ¡ay!, el fantasma de la crisis económica me ha tirado del andamio y me ha pillado sin el arnés de mi formación amarrado. "Me han dicho que en los centros de adultos cuesta mucho menos sacarse la titulación básica, tanto en tiempo como en esfuerzo".

Investidos de tan encomiable motivación, lo que de estos alumnos se puede esperar en cuanto a la actitud positiva imprescindible para emprender cualquier aprendizaje es, comprensiblemente, poco. La diferencia, una vez más, la marcan los profesionales al cargo, que sobrados de la motivación que a los alumnos les falta, ponen en práctica todas las estrategias didácticas que día a día innovan y perfeccionan.

 

En el C.E.P.A.,  los alumnos estrella aún siguen siendo aquellos que, a diferencia de los anteriores, no harán uso de los conocimientos adquiridos en pro de la obtención de un puesto de trabajo o de la promoción y reciclaje en la ocupación que desempeñan en la actualidad. Se trata de enseñanzas no regladas, básicamente orientadas a amas de casa y jubilados. De hecho, una buena parte de la vida del centro se orienta a dar cobertura a este sector de las clases pasivas. ¿Es esta una actitud intrínsecamente errónea? No, claro que no. Esta tendencia se convierte en un problema cuando la presencia de este tipo de alumnado excluye y condiciona la participación de otros sectores que, aún siendo potencialmente receptivos a esta iniciativa, encuentran que la docencia de estas materias está marcada por las expectativas que de ellas tienen aquel sector considerado como prioritario. Así, la enseñanza de la informática desde un C.E.P.A. no pasa, en la mayoría de los casos, de ser un mero entretenimiento. Enfocado así, sería coherente intercambiar al docente al cargo de esta materia por un monitor de tiempo libre o un animador sociocultural. Por su parte, aquellos alumnos que se ven forzados a reciclarse en lo que a nuevas tecnologías se refiere, han de desestimar esta opción de enseñanza gratuita a causa de su no adecuación a las demandas del mercado de trabajo.

Si nos atenemos a este modelo, es de suponer que la concepción que desde la política educativa se ha venido teniendo, en torno a esta oferta educativa, hubiese determinado el estado actual de la misma. Si este fuese el caso, cabría preguntarnos acerca del  aval que esta línea de actuación tendría en la exigua pero interesante historia de la educación de adultos en nuestro país.

Desde la Ley Moyano, en cuyo artículo 106 proclama " Igualmente fomentará el establecimiento de lecciones de noche o de domingo para los adultos cuya instrucción haya sido descuidada, o que quieran adelantar en conocimientos", pasando por la inspiración que la nunca suficientemente celebrada Institución Libre de Enseñanza nos legó, a través de iniciativas como la propuesta por el decreto 29 de mayo de 1931 donde queda instaurado el Patronato de Misiones Pedagógicas a fin de hacer llegar la cultura a los pequeños núcleos rurales, hasta llegar al triple cometido que la LOGSE atribuye a la formación de adultos ( promoción académica, capacitación para la plena participación ciudadana y formación en las competencias que la inserción laboral exige), no encontramos justificación alguna que avale la dinámica actual.

Quizás, la respuesta podría estar en el interés de la dirección de los C.E.P.A. por mantener abultadas cifras de matriculación a fin de mantener lejos del cuello de estos centros el hacha del recorte presupuestario en educación, quien en estos días es un instrumento que se mantiene bien afilado y listo para entrar en acción.

Si así fuese, lo que es de esperar en tal caso sería que la propia marginalidad de esta oferta formativa justificase su erradicación ya que sus logros están  suficientemente cubiertos por otras instituciones. Los círculos de jubilados ofrecen cursos donde prima el interés por fomentar que los participantes interactúen entre sí al margen de la formación que se les pudiese ofrecer. La enseñanza a distancia permite obtener titulaciones básicas sin las ataduras que la modalidad presencial impone a quienes, en virtud de su edad, disponen de un tiempo limitado para su educación.

 

Entonces... ¿están los centros públicos para la formación de adultos condenados a su extinción?

Si algo huele a podrido en Dinamarca lo mejor es abrir la ventana y permitir que el aire fresco inunde cada rincón y torne en frescura lo que antes era hedor.

Veamos:

  • ¿Que tipo de enseñanza capacita específicamente para, a la vez, promocionar en lo académico y mantener al alumno en sintonía con el mercado de trabajo?
  • De existir esta enseñanza ¿está suficientemente cubierta desde la oferta pública y, por tanto, gratuita?
  • ¿Se trataría de una enseñanza aplicable al centro de formación de personas adultas?

Las respuestas son: Formación Profesional, no y sí.

La formación Profesional de grado superior permite el acceso a las carreras técnicas (de momento). El paso del grado medio de Formación Profesional al grado superior pasa por la superación de una prueba cuya preparación debería estar obligatoriamente incluida en la oferta formativa de los C.E.P.A. La huella que la LOGSE dejó en la Formación Profesional la convirtió en objetivo prioritario de muchos estudiantes que desean una pronta y avalada incorporación al entorno laboral. A día de hoy, los centros públicos que ofrecen FP están completamente desbordados. Son muchos los alumnos que ven defraudado su interés por acceder a los ciclos por falta de plazas.

A tenor de la especial idiosincrasia de los centros de formación de adultos cabría pensar en la creación de ciclos, en principio de grado medio, en los que, sin merma académica alguna, se adaptase la oferta a la necesidad real y desprovista de todo matiz lúdico, a las características del alumnado adulto, tomando como seña de identidad del mismo el triple cometido manifestado en la LOGSE.

En torno a este particular, en mi publicación "Educación Permanente en Informática, una tarea pendiente", Bubock Publishing, 2010, me permito ofrecer el diseño de lo que sería un ciclo de grado medio de FP orientado a los centros de adultos. En el modelo que desde estas páginas propongo, el objetivo último es el de aportar las capacidades que posibiliten que un adulto pueda ser un usuario avanzado en lo que a nuevas tecnologías se refiere.

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