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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Miércoles, 4 de diciembre de 2024

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El origen del futuro

Capitulo 1. -Evolución.-

No sé si podríamos calificar sus vidas de felices, lo que es seguro era que los Naxgull vivían en la despreocupación de cualquier hecho que no fuera su propia supervivencia.

Sus únicos intereses eran nadar, cazar el alimento diario, recolectar las algas que servían como complemento a su dieta y huir de los depredadores.

Estos acontecimientos transcurrían de forma similar para el resto de las especies del planeta; hasta el día en el que su mundo, como hasta entonces lo habían conocido, cambió por completo para ellos...

 El gran haz de luz atravesó las aguas reflejándose en los corales gigantes habitados por el gran pueblo.

Tras el temor inicial, los más arriesgados nadaron hacia el extraño fenómeno llenos de curiosidad.

Ante sus atónitas miradas, una gran masa de metal descendía desde la superficie.

La mayoría se refugiaron con un movimiento rápido, casi eléctrico, en sus cuevas; aunque algunos no podían dejar de observar la inmensa mole que desfilaba ante sus ojos.

Nunca antes había bajado nada del mundo exterior y el espectáculo, que se presentaba ante los sorprendidos Naxgull, era hipnótico.

El más osado, Thaar, no paraba de acercarse peligrosamente a la gran máquina.

Finalmente, y como era de esperar, fue capturado por uno de sus brillantes rayos.

Su mente se nubló y quedó sumido en un profundo sueño.

 

No sabía exactamente cuánto tiempo había pasado ni lo que había ocurrido tras su captura.

El caso es que despertó flotando en el mismo sitio donde lo habían recogido y, en apariencia, siendo la misma criatura de siempre.

A pesar de las extrañas miradas de sus congéneres, Thaar siguió cazando, huyendo y llevando la misma vida de costumbre hasta que, con el correr de los meses, descubrió que el fuego de los volcanes oceánicos podía ser útil para mejorar el sabor de la comida. Descubrió también que con el coral, y gracias a los dedos prensiles en los que terminaban sus aletas delanteras, se podían fabricar lanzas, hachas y una serie de armas arrojadizas que les darían cierta ventaja con respecto al resto de especies.

Tras adoctrinar a sus iguales, esta serie de hechos los convirtió en seres superiores.

 

 Los siglos se sucedieron sin que los visitantes regresaran y los Naxgull se olvidaron de ellos.

 

El gran pueblo se convirtió en una gran civilización.

Cuando ya los orígenes de su inteligencia se perdían en el tiempo, entremezclados con la leyenda, la gran aglomeración de hierro, metal y luces que llegaba del mundo exterior volvió a visitarlos.

Esta vez, se abrió una compuerta y unos extraños seres con escafandras salieron de la misma.

Los descendientes del pueblo de Thaar ya no tenían el aspecto primitivo de antaño. Incluso se comunicaban a través de un intrincado lenguaje telepático, el cual no fue ningún problema para ser descifrado rápidamente por los recién llegados.

Estos necesitaban los recursos del planeta y a cambio los Naxgull avanzarían, como civilización, a pasos de gigantes cada vez que se efectuara la transacción.

Lo que más atraía a los extraños alienígenas eran unas curiosas piedras brillantes que extraían, de forma constante, del fondo oceánico.

El pueblo disfrutó de edificios, medicinas, armas y vehículos que los desplazaban dentro y fuera del agua, entre otras muchas cosas. Estos nuevos avances los seguían catapultando como especie dominante en la cadena alimentaria.

La mortandad se redujo drásticamente, aumentando su esperanza de vida.

Apenas tenían depredadores de los que preocuparse y muchas enfermedades tuvieron cura gracias a las artes avanzadas de los visitantes.

En esta cultura, que evolucionaba rápidamente, también hubo tiempo para cultivar una nueva forma de expresión a través de la belleza y la imaginación. Algo que después denominarían como "Arte".

En los sucesivos trueques, el gran pueblo fue dando increíbles saltos tecnológicos.

Pasaron por el equivalente a la edad de piedra, edad media, clásica, renacimiento y edad moderna en un tiempo record mientras sus recursos se agotaban sin remedio.

Algunos habitantes incluso llegaron a trabajar, codo con codo, con los extraños seres en las máquinas recolectoras.

El intelecto de los Naxgull era actualizado y modificado genéticamente tras finalizar cada temporada de extracción.

Ya no eran, en absoluto, los que solían ser.

Para cuando los bienes del planeta comenzaron a escasear, Thaar y su gente habían colonizado el espacio exterior en sus naves llenas de agua.

Tanto en un bando como en otro, también la codicia y la avaricia se repartían a partes iguales.

Los visitantes exprimían el planeta todo cuanto podían y los habitantes marinos sentían la necesidad de adquirir más conocimiento.

Querían subir el nivel de su intelecto hasta lograr ser como los seres que, al principio, consideraron dioses.

Ya casi alcanzaban la gran conciencia universal, casi tenían un conocimiento cercano a lo absoluto cuando, de repente, los recursos se agotaron.

Los visitantes fueron inflexibles en su decisión y los abandonaron a su suerte.

A partir de ahora, con una tremenda sensación de traición y abandono, deberían evolucionar por sí solos.


Capítulo 2. -Enfermedad.-

 La nave surcaba el espacio en una lenta y falsa deriva mientras se iba acercando a su destino.

Sentado a los mandos, Klunhart se podía permitir soñar despierto.

No en vano, en el destartalado carguero de serie B, incluso las más intrincadas maniobras eran dirigidas por el ordenador de a bordo.

 

-Hasta un niño hubiera podido pilotarlo. La verdad, no sé para qué me tienen aquí, pero mientras me paguen... -Siempre se repetía a sí mismo. Aunque, en esos momentos, tenía su mente en otras distracciones.

Klunhart pensaba en la cantidad de huevos que había fecundado en su vida, gracias a sus encantos para con las hembras de su clase.

 

-¿Serán cientos, miles o tal vez millones...? -pensó.

 

En definitiva, era irresistible vaciar la carga espermática de sus glándulas, tras la danza de apareamiento y roces posteriores de las resbaladizas bellezas escamosas que habitaban Fosa Coralis, su puerto base.

 

-¿Conoceré alguna vez a algunos de mis descendientes? -Siguió divagando. Ciertamente, sentía curiosidad por ello.

Criados todos en la gran colmena de Fosa Abisal, ciudad guardería de las larvas, los científicos Naxgull habían fabricado una pulsera, muy de moda últimamente, que indicaba el grado de coincidencia genética con otro individuo.

Estaba deseando llegar y nadar para visitar a una de sus hembras favoritas. Llevaba muchos meses allí metido y eso era demasiado para un espécimen tan joven y apuesto como él.

 Además, le pagarían bien por el cargamento minero del planeta Kirius.

Lo que desconocía, mientras soñaba despierto, es que el universo y el destino nunca dejan de sorprendernos.

Entre las rocas de la bodega, un retrovirus basado en el silicio y resistente a las más altas temperaturas volcánicas había pasado por todas las fases de esterilización como si nada.

Eso sería el fin para su raza.

 

Capitulo 3. -Declive.-


 Los científicos hicieron todo lo que su tecnología les permitía por salvar el máximo número de vidas posibles.

Jamás se habían hallado ante un fracaso tan atroz.

Los dos máximos exponentes en ciencias avanzadas del planeta charlaban acaloradamente:

 

-¡Ojalá los seres de luz estuvieran aquí! -dijo el doctor Remis.

 

-¿Otra vez con sus estúpidas leyendas, doctor? ¡Somos Naxgull de ciencia, no hechiceros supersticiosos! -respondió el profesor Atros, enfadado.

 

-¡No son leyendas! -añadió el primero. -¡Debería mostrar algo de respeto por las creencias de su pueblo! ¡Más ahora que agoniza! De todas formas, nadie, ni la gran luz, podrá salvarnos ya. Hemos contactado con las civilizaciones vecinas y, a pesar de sus esfuerzos, ninguna nos ha podido proporcionar ayuda.

 

-Está bien... le pido disculpas, doctor. Estas circunstancias nos ponen nerviosos a todos. Reunamos al consejo e informemos de la situación. Todos tenemos demasiados genes en común y esos mismos genes, que nos convirtieron en lo que somos ahora, son en los que el retrovirus se ceba. Para nuestro mundo y nuestras células ya no hay salvación. Sin embargo, los viajantes no han contactado con nosotros ni están contagiados. Incluso Thrall, hijo de Thaar, uno de los antiguos, está en misión de exploración. ¡Ordenemos que no regresen! Construiremos una nave lejos, en el espacio; una nave que sea la salvación para nuestra especie, nuestra inteligencia y cultura. Salvará a los últimos especímenes no contaminados.

 

-Pero, profesor Atros. ¿Qué pasará con los demás?

 

-Hmm, mi viejo amigo Remis. Ojalá yo también fuera un creyente como usted. Aunque creo que, dadas las circunstancias, rezaré con las mismas fuerzas que los hermanos de la luz.

Para los demás, solo queda eso... rezar.

 

Y ambos quedaron flotando en silencio.

 

Capítulo 4. -El arca.-

El sistema de a bordo los fue despertando poco a poco de su prolongado letargo.

Los últimos descendientes de la gran raza, a punto de extinguirse para siempre, nadaban en el fluido que llenaba su nave evocando su antiguo hábitat.

Los que ya estaban reanimados pululaban de un lado a otro, como renacuajos, contoneando sus cuerpos en ágiles cabriolas dirigiéndose a revisar los controles.

A pesar del transcurso de los siglos, y de las nuevas expresiones de su arte, seguían usando la telepatía como medio principal de comunicación.

Gracias a ello, sus sentimientos y pensamientos fluían entre sus iguales de forma más directa.

En contra de la creencia general galáctica, este hecho los había hecho evolucionar más rápido que a otros seres de mundos cercanos.

Pero en la carrera evolutiva por una homogeneidad e igualdad que los conformaban, casi, como un único organismo formado por muchos individuos, olvidaron que este hecho los hacía vulnerables.

A pesar de su gran longevidad, eran débiles.

Y también, a pesar de su avanzada ciencia, estaban muriendo sin remedio.

De hecho, el motivo de su despertar era el haber encontrado un planeta con vida.

Una última oportunidad, tal vez, antes de la extinción.

Thrall lanzó sus pensamientos primero:

 

-Sé que las decisiones del consejo son irrevocables pero creo que, en esta ocasión y dada la importancia de los hechos, deberíamos reconsiderarlo.

 

Todos se miraron escandalizados. En muy contadas ocasiones alguien contradecía al consejo. Y el hecho de que fuera uno de los antiguos lo hacía más asombroso.

 

Krull respondió:

 

-Amigo Thrall, comprendo tu repulsa a la mezcla de nuestra herencia genética con la de otras especies pero... ¿Acaso no fue nuestra obsesión por la limpieza de sangre lo que nos ha llevado a morir lentamente como pueblo?

 

Thrall intensificó su mente, para que todos lo captaran:

 

-Si nos hubiéramos mezclado con nuestras castas inferiores, eso tal vez nos hubiera salvado y aún hoy no me negaría a ello como medida de emergencia. Sin embargo, otra cosa muy distinta es engendrar monstruos. Aunque ese planeta esté repleto de agua se entiende que su futuro está en tierra firme. Es un planeta con una gravedad muy superior a la nuestra, con temperaturas que nos matarían, con condiciones aborrecibles y con seres abominables. Solo con una nueva especie de mutante, que contenga algunos de nuestros genes, sobreviviríamos como un vago recuerdo de lo que fuimos. Ni siquiera sabemos en qué se convertirán. ¿Ese va a ser nuestro legado?

 

-Te comprendo -respondió Krull visiblemente afectado. -Pero, es lo único que nos queda.

 

-¿Y por qué no morir con dignidad? Simplemente, desaparecer -añadió el primero.

 

-Thrall, dejemos al menos la chispa de la inteligencia, dejemos un legado, te lo ruego. Además, el consejo ya tomó su decisión y pronto habremos desaparecido del universo por completo. Ya probaron con los que quedaban de nosotros, una repoblación en otras zonas de la galaxia; pero el virus era capaz de viajar a través del espacio y no ha parado de perseguirnos, por eso optaron por esta opción.

 

-Tendrán que ingeniar algo para luchar contra el clima. Serán la especie más débil con diferencia. Tal vez, su inteligencia no baste para que sobrevivan -continuó el más anciano.

 

-Solo nos queda confiar en la suerte, es lo único que tenemos -añadió Krull.

 

-De acuerdo, probemos entonces con una criatura marina, ya que es lo más similar a nosotros. Luego descansaremos por un tiempo y veremos qué ocurre.

 

-Gracias, Thrall, a todos nos duele tanto como a ti el rebajarnos a ensuciar nuestra herencia.

 

Todo volvió a la calma tras el último intercambio de pensamientos entre los ancianos. A continuación,  procedieron a la modificación genética del animal. Cuando hubieron incrementado su intelecto lo suficiente, durmieron en órbita unos miles de años a la espera de ver su logro.

 

El tiempo pasó y, al regreso de su hibernación, ya no nadaban grácilmente, sino que renqueaban entre el fluido.

Con la fuerza y vitalidad mermadas por el paso del tiempo, fueron directos al dispositivo de rastreo y...

 

La nueva especie no aparecía.

 

Se miraron con tristeza, a sabiendas de lo que había sucedido.

 

-Os dije que en ese mundo de monstruos un ser con la chispa de nuestra inteligencia, y con nuestra debilidad, moriría rápidamente -habló Thrall. -Es tan diferente a nuestro planeta. Era tan hermosa nuestra casa, y la añoro tanto. Este planeta está habitado por bestias gigantescas que se devoran constantemente. Nunca nuestra semilla daría aquí su fruto. Me repugna la idea de mezclarla con semejantes seres.

 

En ese momento, Krull tomó otra decisión extrema.

 

-Thrall, haré lo que sea necesario para que nuestra herencia sobreviva, y si esas descomunales bestias son un impedimento, pronto dejarán de serlo.

 

En el rostro de Thrall se vieron reflejadas toda una amalgama de emociones, que pasaban desde la repulsa más profunda hasta la ira.

 

-¿A esto se van a reducir nuestra carrera evolutiva y pacífica civilización?

 

-Pero Thrall, esto es también evolución.

 

-¡No, Krull! ¡No lo es! ¡Estás interviniendo en la natural progresión de las especies como si fueses un ser omnipotente, y eso va en contra de nuestros principios!

 

-No espero que lo entiendas -respondió Krull- pero debemos hacerlo. -En ese momento, todos asintieron con tristeza. Thrall se había quedado solo en su decisión. El ansia por perdurar era un sentimiento muy fuerte en el grupo.

 

-Está bien, pues en tal caso prefiero no existir para ver en qué nos hemos convertido.

 

A Thrall, siendo el más anciano, no le fue difícil autoinducirse el coma que lo llevó rápidamente a la muerte.

 

Con la melancolía invadiendo sus mentes, los escasos descendientes de los Naxgull tiraron la bomba. El planeta quedó invadido por las llamas y la ceniza en cuestión de minutos.

Una gran nube de humo acabó con casi toda la vida que lo habitaba, y durante mucho tiempo la luz del sol apenas penetró en la irrespirable atmósfera.

Antes, sin embargo, en medio de aquel desastre, plantaron su semilla, su "chispa" de inteligencia como decían ellos, en un pequeño y asustado mamífero.

Este evolucionaría hasta ser una especie arborícola, débil y huidiza al igual que sus creadores.

Más tarde, ante su sorpresa, derivaría en un ser que andaría sobre dos piernas.

En su evolución vieron que había descubierto el fuego y utilizaba herramientas, como sus ancestros.

A pesar de no ser tan fuerte como el resto, ni estar capacitado para resistir el clima, la falta de alimento o poder luchar contra otras especies, la mezcla de la agresividad del primate junto con la astucia heredada de la gran raza no solo le hizo sobrevivir, sino que lo convirtió en un gran depredador.

Este fue el último despertar de los Naxgull.

Se miraron, sorprendidos por los resultados obtenidos, y entristecidos a la vez.

Lentamente, se fueron apagando con un solo pensamiento en sus mentes:

 

-¿Qué hubiera dicho Thaar al contemplar esta creación?

 

Capítulo 5. -La tierra.-

Los homínidos eran ya humanos. Desconocían su verdadero origen, perdido entre las brumas de la creación.

Tenían la teoría general de que una mutación espontánea había dotado a algún antepasado suyo de una inteligencia algo superior al resto de su iguales, pero... claro, solo era una teoría.

No se podría decir que realmente disfrutaran de inteligencia.

El planeta agonizaba. La tenue atmósfera estaba siendo socavada por el humo de sus fábricas, provocando un asfixiante efecto invernadero irreversible.

La tierra era exprimida por los más ricos a pesar de dirigirse a la autodestrucción; ni tan siquiera habían conquistado las estrellas, hecho que hubiera podido ser su salvación.

Mientras tanto, los extremistas seguidores de un antiguo dios oriental se preparaban para una guerra santa que haría temblar occidente.

Sin embargo, para el ingeniero Harry Palmer, que el mundo se fuera por el retrete no resultaba un problema, ya que estaba creando uno mucho mejor.

 

Harry era el típico genio que vivía ausente de las noticias del exterior.

Para él no había nada más importante en la vida que su investigación. Investigación que, por otra parte, en un futuro no muy lejano, lo haría millonario. Aunque el dinero no era, ni de lejos, su principal interés.

 

-¿Cómo va eso, Harry? -preguntó su jefe, Walter Edwin.

 

-¡Mejor de lo que yo pensaba, señor!

 

-Muy bien -dijo el viejo tejano. -Ciertamente hijo, no tengo la menor idea de lo que estás haciendo, pero me han dicho mis consejeros que es bueno para el negocio. Cada adolescente de este "puñetero" país querrá un "chisme" de esos. Jaja -rió-, ¡La verdad es que la juventud de hoy en día está loca! ¡Con la de placeres que el mundo real ofrece! ¿Por qué diablos querrían pasar sus vidas metidos dentro de un absurdo juego?

 

-Señor Edwin, permítame decirle que este "juego" tendrá todos esos "placeres" que usted indica, y algunos más que ni tan siquiera existen.

 

-¡Jajaja, muy bien, Palmer! ¡Siga así! Esa será una gran publicidad. ¡Oh, sí! Ya estoy oliendo esos dólares en mi bolsillo. ¡Continúe, continúe...!

 

Capítulo 6. -Extinción.-


 Se habían jurado a sí mismos no usar armas nucleares ni biológicas, pero... ¿quién dicta las normas en un conflicto a nivel mundial? ¿Acaso alguien no dijo en una ocasión: "En el amor y en la guerra todo vale"?

No recordaban realmente quién inició el primer ataque; lo único que sabían era que apenas quedaban humanos con vida, y sus cuerpos no resistirían la hambruna, los virus ni la radiación.

El invento de Harry Palmer revolucionó la forma de ver el mundo antes de la gran y última guerra.

La mayor parte de la población vivía ahora en lo que llamaron hiperrealidad; esto hizo que el viejo tejano, el jefe de Harry, se transformase en un gran multimillonario.

Fue una lástima que su fortuna no lo salvara de la explosión nuclear que arrasó su rancho, junto con él y su familia dentro.

Un nuevo universo en el que no existían las desigualdades, el dolor o la enfermedad se había convertido en la guía de lo que debía haber sido la humanidad y nunca fue.

Ahora el experimento de Harry iba más allá.

El doctor Himura, experto en inteligencia artificial y eminente neurólogo, realizaba las últimas comprobaciones antes de transferir la conciencia del moribundo ingeniero al ordenador.

 

-¿Está seguro, Harry? Es un prototipo y aún no es del todo fiable.

 

-Cof, cof -tosió Palmer-. Doctor Himura, me queda muy poco de vida. La enfermedad me consume por dentro. Prefiero mil veces morir en mi creación que en esta basura. Si todo sale bien, al menos, tendremos un futuro.

 

-Está bien -dijo el japonés cogiéndole la mano-. ¡Vamos allá!

 

El casco con electrodos comenzó a componer el mapa mental del cerebro del inventor y sus interacciones. Si tenía éxito, los pocos científicos que quedaban serían los primeros habitantes del nuevo mundo virtual y trabajarían en la fabricación de los droides externos a los que podrían transferir sus conciencias de forma regular.

 

El cuerpo de Harry comenzó a convulsionar.

 

-¡Cielo Santo! -dijo el doctor- ¡Debo darme prisa!

 

El ordenador procesaba a la máxima potencia mientras el ingeniero daba botes en el asiento.

 

-¡Aguanta Harry! ¡Aguanta!

 

De repente, la máquina se detuvo. El cuerpo de Palmer se tornó fláccido y sin fuerza.

 

El japonés se puso las gafas de hiperrealidad y entró en el simulador a buscarlo.

 

-¿Harry? ... ¿Harry? ¿Está usted ahí? -Tras unos minutos de silencio, el doctor comenzó a desesperarse. Cuando, de repente, escuchó un susurro en el viento.

 

-Gracias, viejo amigo.

 

Himura reía y lloraba de alegría al mismo tiempo. Lo habían logrado.

 

Los siglos pasaron y el gran ordenador, gracias a la influencia de las mentes humanas, evolucionó hacia un tipo de conciencia que jamás nadie habría imaginado.

 

Capítulo 7. -Renacimiento.-

-Pero padre, no entiendo por qué razón tenemos que conocer la realidad. Aunque, para ser sincero, siento algo de curiosidad por el tema. Me han dicho que las sensaciones, incluso la visión, son menos nítidas que aquí.

 

-En el pasado -respondió su progenitor-, los habitantes de la tierra vivieron, durante siglos, en un lugar en el que existían el trabajo y la lucha sin cuartel por la supervivencia. Fue una época oscura y despiadada a la que casi no conseguimos sobrevivir; pero lo que comenzó como una diversión, incluso un juego, terminó siendo nuestra salvación. 

Tras el considerable descenso de la población generado por el cambio climático, guerras santas y otras penurias, los que resistimos tuvimos que mejorar las máquinas para nuestro abastecimiento sostenible. Poco a poco, comenzamos a fundirnos con ellas para librarnos de las limitaciones a las que nuestros cuerpos carnales nos ataban. Tras lo cual sentimos que no teníamos que conformarnos con un sólo planeta enfermo, estéril y decrépito. Un universo se abría ante nosotros allá afuera y una nueva realidad, sin límites, nacía en las simulaciones creadas por el gran ordenador de entonces. Desde tiempos inmemoriales recordamos nuestros orígenes saliendo del mundo virtual, volviendo al real, creando y guiando nuevas civilizaciones.

 

-Comprendo, padre, que todo eso es muy noble, pero nuestra forma de vida y civilización es infinitamente mejor que la realidad. ¿Para qué guiar esas civilizaciones? ¿No podríamos dejar que ellas solitas alcanzaran el estado de conciencia absoluta como nosotros? A lo mejor, algún día, incluso pasan a ser formas de luz también.

 

-Jajaja -rió su padre-. Puede que aún no lo comprendas todo. Pero en cuanto me acompañes ahí afuera lo entenderás.

 

-Está bien, te acompañaré.

 

Y ambos se transportaron mentalmente al edificio central donde la conciencia del mundo, a la que todos llamaban "Harry", organizaba las idas y venidas de los múltiples entes que habitaban el simulador.

 

-¿Qué deseáis? -dijo el ordenador.

 

-Bien lo sabes -dijo el padre-. Venimos a cumplir la misión que se nos encomendó en el alba de los tiempos.

 

-¿Estáis preparados?

 

-¡Sí! -respondió de nuevo el padre.

 

-Vuestra nave está lista. Espero que recordéis el mar...

 

Y al cerrar los ojos, ambas conciencias se hallaron en el interior de una gigantesca estructura.

A pesar de que, en su mayor parte, eran seres de luz, Harry los había dotado de cierta organización celular para interactuar en la realidad.

 

-Padre, no sabría decirte pero presiento que eres más joven que yo.

 

-Jajaja -rió divertido-, esto es el mundo real. Aquí manejamos una descomunal máquina, somos mensajeros de la conciencia universal, tendremos que usar trajes espaciales cuando visitemos a los seres de otros mundos, y lo que es más inusual, aquí soy yo el hijo y tú el padre.

 

-No comprendo.

 

-En el mundo real llegaste a ser tan anciano que comenzaste a olvidar muchas cosas. Cuando Harry nos preguntó por nuestros roles en el simulador, nos pareció divertido intercambiarnos. Por eso yo, que recuerdo mejor todo, ahora te enseño a ti, como a un hijo.

 

Al ver el rostro desconcertado del otro ser, el antiguo padre rió.

 

-No te preocupes, te acostumbrarás. Ahora, hagamos nuestro trabajo. ¡Vamos de pesca!

 

Y la gran nave descendió hacia un planeta rodeado de un inmenso océano.

 

-Escucha, hijo -siguió llamándolo, a pesar de todo-. Harry ha analizado la química y seleccionado a la mejor especie para despertar su inteligencia. Dormiremos al más audaz, tocaremos su mente y regresaremos al cabo de los siglos para guiarlos. Pero solamente hasta cierto punto de evolución tecnológica.

 

-¿Por qué? -preguntó el otro.

 

-No sé todas las respuestas. Harry tiene sus misterios. Además, necesitamos sus piedras preciosas para que la hiperrealidad funcione.

 

El rayo se centró en un espécimen que nadaba hacia ellos y los miraba con curiosidad. Lo atrapó, y la luz de la inteligencia se hizo en Thaar.

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Comentarios - 1

Javier

1
Javier - 7-05-2017 - 13:22:55h

Extraordinario..Juan Ramon...supera todo lo tuyo anterior.. Enhorabuena de parte de uno que es escribidor procedente de las letras....en este caso forma..fondo ..especulacion..osadia desprejuiciada y alegria creativa van de la mano...esperamos mucho de ti.....enhorabuena...


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