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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Miércoles, 16 de octubre de 2024

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El impuesto

Aunque todo el edificio de la presidencia  y, en particular, la sala del consejo estaban perfectamente blindados contra la contaminación exterior, se decidió que asistiéramos a la reunión con los trajes y cascos de seguridad, aunque, eso sí, descontaminados por partida doble, al entrar en el edificio y al entrar en la sala.

Era poco probable que los manifestantes pudieran hacer peligrar la seguridad de los miembros del consejo, pero se había filtrado la noticia de que pensábamos subir un cincuenta por ciento el impuesto sobre el orgasmo, y aquello, como es lógico, tenía indignada a la muchedumbre.

-Es duro, -comentó el ministro de hacienda- pero es el único impuesto que puede proporcionarnos la liquidez necesaria para afrontar la situación de quiebra técnica a la que irremisiblemente estamos abocados.

-El problema -objetó la ministra de equidad- es que al subir el impuesto, la gente se retraerá y disminuirá el número de orgasmos, con lo que podría ocurrir que se recaudara menos que manteniendo el impuesto como está ahora.

-Quizás habría que subirlo menos, -propuso la ministra de sanidad- un diez o un veinte por ciento solo...

-No se recaudaría lo suficiente -cortó el ministro de hacienda.

Noté que mi erotómetro vibraba ligeramente, así que llevé mi mano izquierda a la muñeca derecha y pulsé el botón beta para recibir información visual en el visor del casco. Las cifras de erotomía entrante y saliente estaban creciendo a gran velocidad, estabilizándose finalmente en 80 y 95 respectivamente. 

¡80 y 95! Increíble. En ninguna reunión del consejo habían pasado nunca las cifras de 15 y de 20. ¿Sería posible que una de las personas presentes fuera un impostor?... Pero era imposible que los datos psicomorfológicos que detectaban los sistemas de seguridad fueran manipulados.

¿Cómo explicar el aumento hasta un 80 de la erotomía entrante? ¿Que una de las ministras se había operado los pechos para que tuvieran el tamaño, la forma y el neumatismo que mejor se adaptaban a mis preferencias sexuales?

Pero a mí, lo único que podía diferenciarme de cómo era en reuniones anteriores, era que me había teñido las cejas y las pestañas de verde fosforescente. ¿Era eso suficiente como para que mi erotomía saliente hubiera subido nada menos que a 95?... Solo si alguno de los miembros del consejo era presa de un fetichismo galopante por las cejas y pestañas verdes fosforescentes. ¿Sería la fetichista la misma que se había operado las tetas?... Tenía que averiguar quién era y llevarla a una sala de vis-a-vis. Aquello prometía un orgasmo absolutamente glorioso...

Me di cuenta en ese momento de que todos los miembros del consejo estaban en silencio, y de que todos tenían su mano izquierda sobre la muñeca derecha... ¿Pulsando el botón beta?

-¿Qué tal si nos desnudamos y organizamos una pequeña orgía? -dijo el ministro de industria riendo a carcajadas.

-Síiiiiiiiiii -chilló la ministra de sanidad mientras se quitaba el casco.

Un par de ministros más y el propio presidente también se habían quitado el casco y estaban empezando a quitarse los trajes de seguridad.

-¡Calma, señores, calma! -gritó el ministro de industria- Vuelvan a mirar sus erotómetros.

14 y 17 marcaba el mío. ¿Qué había ocurrido?

-Siento haberles gastado esta pequeña broma, -dijo mostrando lo que parecía un mando a distancia- pero era la mejor manera de hacerles ver  los efectos del nuevo producto que ha desarrollado un equipo de investigadores que están dispuestos a vendernos su patente en exclusiva.

-Estamos con el agua al cuello -se indignó el presidente- ¿y pretendes que gastemos una fortuna en la patente de un jueguecito?

-No es un jueguecito. Es la solución a nuestros problemas presupuestarios.

Silencio.

-Dada la fuerte contaminación ambiente todos vamos constantemente con nuestros cascos y trajes de seguridad. Solo nos los quitamos en algunos edificios singulares, como este, y en las salas de vis-a-vis... Raramente se atreve alguien a quitárselo en su propia casa. Salvo los muy ricos, evidentemente, que pueden permitirse el lujo de blindarla. Los estímulos sexuales que antiguamente nos llegaban por la vía de la vista, del olfato,... de los sentidos... cuando simplemente paseábamos por las calles, difícilmente nos pueden llegar ahora con estos amorfos trajes y cascos de seguridad. Ahora dependemos exclusivamente de nuestros erotómetros para saber si alguien excitante para nosotros se encuentra a nuestro alrededor, y estamos tan habituados a ellos que el solo hecho de que nos muestren unas cifras más o menos altas nos excita y predispone...

-¿No pretenderá subir sin su conocimiento las cifras de erotomía a toda la población? - Intervino la ministra de equidad -El efecto duraría solo unos días. Terminarían por darse cuenta de que algo iba mal.

-No, por supuesto. La idea es subir las cifras aleatoriamente en zonas también aleatorias. Por supuesto, sin que los afectados lo sepan. Hemos calculado que subidas continuas aleatorias de diez minutos de duración en un uno por ciento cambiante de la población podría aumentar el número de orgasmos en un ochenta por ciento, lo que haría innecesario subir el impuesto. Es más, incluso bajándolo un cinco o un diez por ciento seguiríamos teniendo un aumento de entre el cincuenta y el sesenta por ciento de la recaudación. Con la ventaja adicional de que bajar el impuesto nos daría más votos en las próximas elecciones.

-Y si se descubre... ¿es eso constitucional? -pregunté.

-¿Qué más da?... Dos tercios del tribunal constitucional son del partido.     

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