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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Domingo, 22 de diciembre de 2024

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El bosque se apaga

A Jessica

-¡El bosque se apaga! -gritó Efr-Vn, mientras corría entre los árboles de fuego que ardían vigorosamente.

Yngp-Nknj, la esposa de Efr-Vn salió apresuradamente de su casa de piedras ardientes para recibirlo.

-¿Qué pasa? ¿Qué ocurre? ¿Estás bien? -le preguntó Yngp a Efr en cuanto lo vio.

Efr lucía extremadamente fatigado. Había recorrido una larga distancia sin descansar hasta llegar a su aldea e informar a los suyos sobre lo que había visto.

-¡Oh, Efr! -exclamó Yngp, al percatarse de que las llamas de su esposo se debilitaban-¡Respira, respira hondo! -le dijo.

Él obedeció y empezó a respirar profundamente hasta que sus llamas retomaron su intensidad normal.

-Cariño -dijo Efr a su esposa- He ido al interior del bosque de llamas y vi que se apagaba. ¡Estaba cayendo agua!

-¡¿Agua?! ¿Cómo es posible? -exclamó Yngp, consternada.

Llegaron a la casa de Efr los demás miembros de la aldea de fuego, quienes hace unos momentos habían oído preocupados los gritos de Efr cuando llegó.

-¿Qué pasa aquí? ¿Efr? ¿Te encuentras bien? -le preguntó Trfa, la matriarca de la aldea.

Trfa era, como los demás habitantes de aquel lugar, hecha casi completamente de fuego. Era, además, corpulenta y sus llamas ardían exuberantemente como una fogata.

-He visto agua caer en el bosque -dijo Efr, nervioso.

-¡Agua! ¿Cómo es posible? -exclamó consternada la corpulenta Tfra-. El agua no cae del cielo ni es natural de estos sitios.

-Escuché voces, Tfra. Voces muy lejanas, de donde provenía el agua. No había escuchado algo semejante en toda mi vida. Ninguno de los animales que conocemos hacen ruidos como los que escuché -explicó Efr, temblando.

-¿Era lluvia lo que viste? -preguntó Yngp.

-No. No era lluvia. Al principio pensé que se trataba de un geiser, como los que hay en el lejano continente de Te-Okja, donde nadie vive por las peligrosas emanaciones que desquebrajan la tierra y que extinguen todo fuego. Pero no tiene sentido. No tiene sentido que haya un geiser en nuestros dominios -dijo Efr.

-No tiene sentido, como bien lo dices. Esto no me gusta. Tendremos que enviar a varios vigilantes para entender mejor lo que ocurre -dijo la enorme Tfra.

-¿Va a mandar a personas allá? ¿Estás loca? -dijo Efr- ¿Ni porque he dicho que hay agua cayendo del cielo?

Efr pensó en ese momento, que tal vez los demás creían que estaba loco.

Es razonable, pensó, para empezar, he venido gritando como un desquiciado, y asustando a los míos, diciendo que está cayendo agua en el bosque. Nadie en su sano juicio se fiaría de un testimonio tan descabellado.

-Hay que corroborar lo que dices -le dijo Tfra-, debemos estar seguros. Sobre todo, de las voces que escuchaste.

-Tal vez se trate de un cometa que ingresó a nuestro mundo -dijo Yngp-. Los cometas están hechos de agua, ¿no?, ¿y si se derritió y por eso cayó agua?

-Yo no he visto ningún cometa estos días, Yngp -dijo Tfra-. Debe ser otra cosa.

La tensión entre los habitantes de la aldea de fuego no se hizo esperar. Todos se estaban preocupando. Si había lluvia de agua en el bosque de fuego, este se apagaría y sería el fin de todo. Tendrían que abandonar sus casas y huir en busca de un lugar más seguro antes de ser devorados por las corrientes de agua.

-Por favor, Efr, descansa -dijo Tfra-. Debes descansar. Estás muy agotado y afectado por lo que viste. Hoy mismo partirán hombres míos para estudiar mejor el terreno y determinar dónde se encuentra exactamente esa lluvia de agua.

Después de decir esto, Tfra se fue, junto a los demás, que hablaban en voz baja, imaginando lo peor por lo contado por su compañero Efr y la idea del agua destruyendo su amado bosque incandescente.

-Tfra tiene razón, cariño -dijo Yngp-, debes ir a descansar. Quizás dormir te ayudará a esclarecer tus pensamientos.

-Eso haré -dijo Efr, antes de irse a sus aposentos para descansar.

 

Esa noche Efr soñó con una lluvia de agua acabando con el bosque en llamas. En el sueño, pudo ver cómo caían enormes gotas traslúcidas y frías sobre los árboles, a los que extinguían entre un denso humo negro. También veía a su aldea inundarse y a sus amigos y amigas apagarse en el agua, hasta disolverse y terminar siendo una masa informe de cenizas entre la corriente implacable de un río gélido de agua oscura.

Efr despertó gritando.

Yngp, también se despertó, asustada, y le habló a su esposo.

-¿Qué te pasa? -le preguntó a Efr.

-He tenido un sueño muy feo. Una pesadilla. No podía salir de ahí. Todos moríamos ahogados en agua -dijo.

Yngp le dio un golpe a Efr.

-¿Por qué me pegas? -le preguntó Efr a su esposa.

-Pensé que te pasaba algo. Que te ibas a morir. Ya te conté la historia de cómo murió mi padre. Cuando el aire dejó de entrar en su fuego, comenzó a agonizar y a dar unos terribles alaridos como los que acabas de dar, y cuando entramos a su cuarto ya estaba muerto. ¡Me asustaste mucho! -le dijo Yngp.

-Lo siento -se disculpó Efr-, pero el sueño era horrible y no podía salir de ahí. Casi podía sentir el agua apagar mis llamas.

-No pienses en esas cosas horribles. Deja de pensar en eso, por favor. Ya fue demasiado con lo que me contaste ayer. Ahora los hombres que mandó Tfra están haciendo su trabajo explorando el bosque en busca de la lluvia de agua que viste. Ahora, por favor, descansa. ¿Sí?

-Está bien, trataré de dormir -dijo Efr, dudando de la promesa que acababa de hacerle a su esposa.

Sin embargo, él no lograba dormir. El sueño había sido muy vívido, demasiado realista como para pertenecer a las esferas del mundo onírico de su mente normal.

Por lo regular Efr soñaba que caminaba en el bosque de fuego y cortaba algunos carbones de las ramas de los grandes árboles inflamados. Comía uno de los carbones y lo saboreaba mientras observaba todo el paisaje bajo las llamas vegetales.

Pero esta vez fue diferente. Después de ver el agua cayendo al suelo y el horrible humo más negro que todo el carbón que había visto en su vida, Efr no pudo quitarse esa imagen de la cabeza. ¿Y si el agua se esparcía por los árboles o se infiltraba por el suelo y explotaba en una enorme inundación cuando nadie lo sospechara?

En ese caso, todos moriremos sin que nos demos cuenta. Una muerte rápida, pensó Efr. Pero ya no tiene sentido morir así. Ahora todos piensan en la existencia de agua cerca de nuestro pueblo. Nadie podrá morir de sorpresa porque estarán pensando en el agua, angustiados, aterrados, tristes y desesperanzados. El agua avanza muy rápido y consume todo el fuego que se encuentra. Lo apaga. Convierte en fango todo lo hermoso, añadió a sus pensamientos.

 

-¡Despierta, despierta Efr! -dijo la apresurada y excitada voz de Yngp.

Efr se había dormido poco antes del amanecer.

-¿Qué sucede? -preguntó con voz somnolienta mientras sentía cómo su esposa lo tiraba de sus brazos para sacarlo de la cama de piedra.

-¡Han llegado, los hombres que fueron a las profundidades del bosque! -le contestó Yngp.

En ese momento Efr se levantó de un salto, con su corazón ardiente latiendo a toda velocidad. Se sentía nervioso y aterrado al mismo tiempo.

Espero que hayan sido imaginaciones mías. Que el agua se haya ido o mejor, que jamás haya existido. Ojalá me declaren loco y que el susto que les saqué ayer fueran simplemente las divagaciones de un pobre loco como sospecho que me estoy convirtiendo, pensaba Efr mientras junto a Yngp se dirigía fuera de su casa junto a los demás aldeanos para escuchar a los hombres recién llegados.

-Qué raro -les dijo su vecino Yrto-Oas al encontrarse con Efr y Yngp- ¿Ya vieron a los exploradores? ¡Solo regresaron dos, habiendo partido cinco!

Efr sintió que su corazón se apretujaba.

-¿Qué les habrá ocurrido a los demás? -preguntó Yngp, conmocionada-. Espero que simplemente un ligero retraso. No quiero pensar lo peor.

En ese momento, uno de los exploradores habló:

-El agua es real -dijo el explorador, quien lucía demacrado-. Tres de los nuestros han muerto apagados por la lluvia.

Al oír estas palabras, los aldeanos suspiraron y expresaron numerosos lamentos. No podían creerlo, ni siquiera Efr quien había visto el agua el día anterior.

-¿Qué pasó? ¿Qué vieron? -les preguntó la matriarca Tfra a los exploradores supervivientes.

-Nos adentramos a las profundidades del bosque, cruzando el pequeño Cerro Mirador, donde observamos a lo lejos, una especie de niebla entre gris y negro; eran extrañas nubes de colores apagados, podría decirse que hasta tristes. Eran enormes y se alzaban hacia el cielo en dirección contraria a nosotros como si fueran montañas o altas cordilleras de humo. Cuando la vimos sentimos desconcertante. Aun así, decidimos ir más allá, a unos dos kilómetros. En ese punto escuchamos unas voces, unos gritos. Eran muchos, como si hubiera una aldea sitiada y en peligro. Por lo que nos adentramos más y más hasta encontrarnos con un río de agua cortándonos el camino -dijo el explorador.

Nadie dijo nada. Lo último dicho, sobre el río de agua, trastornó profundamente a los oyentes.

¡Un río de agua!, pensó Efr, ¡Qué horror!

-Pero eso no es todo -continuó el explorador-. Todo lo que estaba del otro lado del río de agua estaba apagado. Los árboles, el suelo. No había fuego, estaba inundado. Había grandes charcos de agua y a lo lejos se veía aún más enorme y terrorífica la nube negra del humo de las cosas extintas. Pero hay más... las voces.

-¿Los aldeanos los vieron, estaban agonizando mientras eran consumidos por el agua? -preguntó Tfra.

-No -dijo el explotador, temblando de miedo.

Parece como si hubiera visto a un demonio a los ojos, pensó Efr al notar los temblores y el abrupto nerviosismo del explorador mientras relataba su viaje.

-Las voces no eran de personas de fuego. Sino de personas brillantes. Como las cinco lunas cuando resplandecen en la noche o la obsidiana cuando refleja la luz del nuestro sol. Eran, no sé cómo decirlo, personas de metal, que sostenían unos artefactos, largos y flexibles como enormes cordones de los que salía agua y estaban conectados a unos enormes cilindros con ruedas -dijo el explorador.

-Espera...-interrumpió Tfra-. ¿Estás diciendo que esos seres brillantes como las estrellas eran los responsables de la lluvia?

-Así es, jefe Tfra. Esos seres iban y venían con sus artefactos de agua, apagándolo todo. Eran cientos y gritaban en una lengua desconocida -dijo.

Nadie dijo nada.

Un segundo explorador habló:

-Esas personas brillantes nos vieron, y llamaron a los demás. Dejaron de apagar el bosque y comenzaron a acercarse a nosotros. Comenzaron a gritar y se juntaron más y más. Nos apuntaron con sus cordones y dispararon agua. Llegaron chorros enormes hacia donde estábamos. A nuestro alrededor se apagaba el suelo y los pequeños árboles. No sabíamos cómo reaccionar. Se formaban charcos de agua y nos sentíamos sin escapatoria. Tres de los nuestros recibieron chorros de agua. Murieron gritando hasta que sus voces se apagaron poco a poco. Sus llamas se extinguieron con una terrible rapidez hasta que de ellos solo quedaron húmedas cenizas y carbón humeante -dijo el segundo explorador, con voz temblorosa.

¡No puede ser! ¡Esto es peor de lo que pensé! ¡No es un maldito geiser! ¡Demonios, son demonios de agua!, pensó aterrado Efr mientras sujetaba con fuerza la mano de Yngp.

-Tengo miedo -le dijo Efr a ella, en suaves susurros.

-Lo sé. Yo también tengo miedo. Todos tenemos miedo -le contestó en voz baja.

-Tfra -dijo el primer explorador que habló-. Esos seres brillantes eran demasiados. Eran más de cien. Eran poderosos e implacables. Destruían con una facilidad enorme todo lo que veían.

Un geiser de agua resultaría una posibilidad más agradable, pensó Efr, mientras trataba de imaginarse a las personas brillantes con sus armas de agua, Un geiser es mucho más simpático.

-Querían destruirnos -dijo el primero de los exploradores-. Cuando nos vieron su reacción fue muy rápida y certera. Nos dispararon y mataron a tres de los nuestros.

Hubo un silencio entre la multitud.

A lo lejos, se escuchaba el sonido de las flamas de los árboles, ondeando lentamente.

-Debemos abandonar la aldea lo antes posible -dijo la matriarca Tfrar-. Si los han visto seguramente los siguieron y se dirigen hacia nosotros.

-¿Abandonar la aldea? ¿Y adonde iremos? -dijo un aldeano, cuyo tono de voz temblaba. Estaba aterrado.

-No lo sé. Debemos de alejarnos lo más posible del bosque. Tenemos que abandonarlo -contestó Tfrar, quien se mostraba bastante preocupada-. Debemos tomar todo lo indispensable. Y debemos hacerlo ya.

 

∞∞∞

Fue al anochecer cuando la aldea fue abandonada.

Efr y Yngp caminaban lentamente, tristes, viendo por última vez su hogar y los grandes árboles de fuego del bosque incandescente.

-Es una lástima. Aquí nací y crecí, y ahora, justo ahora, debemos irnos a quien sabe dónde -dijo Efr.

-Todos sentimos el mismo pesar -le dijo Yngp-. Es triste, pero es un nuevo comienzo. Nos alejaremos de esos monstruos que escupen agua y viviremos tranquilos.

Efr se serenó y siguió el paso a sus vecinos mientras abandonaban la aldea.

 

∞∞∞

Pasaron dos semanas en las que la aldea de Efr y Yngp estuvo vagando por montañas y nuevos bosques, descubriendo nuevos animales y nuevas plantas incandescentes.

-Este parece un sitio lo bastante alejado y lo bastante aceptable para iniciar una nueva vida y empezar a construir una aldea -dijo la matriarca Tfar.

Los días siguientes fueron dedicados a la recolección de grandes piedras para edificar nuevas casas. Algunos fueron a internarse al bosque para traer carbón de los árboles de fuego y algunos animales explosivos para comer.

∞∞∞

El día en que fueron terminadas las nuevas viviendas, se hizo un gran banquete de carbón, obsidianas, y minerales como el cobre en polvo que al comerlo avivaba las llamas de la gente, adquiriendo un intenso color verde.

Hubo risas y se cantaron canciones para conmemorar el reinicio de una vida tranquila.

-¡Por una nueva vida llena de prosperidad! -dijo la matriarca Tfar.

-¡Por una nueva vida llena de prosperidad! -dijeron los demás aldeanos, mientras inhalaban grandes bocanadas de aire y sus llamas se hacían cada vez más intensas y grandes.

En esos momentos, una negra sombra comenzó a oscurecer la nueva aldea del fuego.

-¡Está anocheciendo! -dijo Tfrar, mientras reía y disfrutaba del banquete-. Creo que esta velada ha durado mucho y no nos hemos dado cuenta.

Efr volteó a sus espaldas y se dio cuenta de que aquello no era la noche.

-No está anocheciendo, Tfrar -dijo Efr, consternado-. Es humo.

Todos se levantaron abruptamente de sus lugares y exclamaron aterrorizados al ver una enorme nube negra cerniéndose sobre ellos. Todo se volvía oscuro y sus llamas brillaban como estrellas en la noche.

-¡Debemos huir! -gritó Tfrar- ¡Rápido!

En seguida, los aldeanos corrieron en dirección contraria a la nube negra. Pero se encontraron con una nueva columna de humo hacia donde se dirigían.

-¿Qué está pasando aquí? -le dijo Efr a Yngp.

-Parece que está lloviendo agua en dos frentes diferentes -le contestó-. Parece que estamos atrapados.

Las dos nubes se extendieron por el cielo como dos montañas hasta tocarse y fusionarse.

De un lado y de otro se escucharon extrañas voces.

-¡No puede ser! -dijo Efr- ¡Están aquí! ¡Las personas que escupen agua están aquí!, ¡Esas son sus voces!

Todos los aldeanos se apretujaron, sin poder escapar. Mientras tanto, veían cómo los árboles del bosque de fuego se apagaban por la acción de enormes y poderosos chorros de agua que los destruían y provocaban una estrepitosa caída.

Lagos y pequeños ríos de agua se formaron y se mezclaron con el suelo de ceniza hasta convertirse en un putrefacto lodo burbujeante.

-¡Vamos a morir aquí! -dijo Efr a su esposa Yngp.

-Parece que moriremos, querido -dijo Yngp, mientras sujetaba fuertemente la mano de Efr.

-Este será el último adiós, querida -le dijo Efr.

Los demás aldeanos se despedían de sus seres queridos. Todos vociferaban y lamentaban su funesto final.

De entre las densas humaredas negras, aparecieron cientos de los seres brillantes como la plata. Había un gran vidrio negro cubriendo la sección de sus cabezas, como una especie de visor. Mientras tanto, los seres sostenían artefactos de agua apuntando amenazantemente a los aterrorizados habitantes de la extinta aldea del fuego.

Ninguno disparó y ninguno dijo nada.

Se acercaron lentamente. Sus pies pisaron el agua y el lodo.

¡El agua no les hace nada!, pensó Efr, ¡No puede ser! ¡Si son inmunes al agua nada podrá destruirlos!

Dos de esos seres con caparazón metálico continuaron acercándose con sus artefactos de agua.

-¿Qué son estas cosas? -le dijo uno a su compañero, en una lengua que ninguna de las personas de fuego entendía.

Qué idioma más extraño. No se parece a ninguno de las tribus que pueblan el mundo, pensó Efr al escuchar atentamente la conversación de los dos seres amenazantes.

-No lo sé -le contestó el segundo ser brillante como el metal-. Parece que son seres de fuego. Como todo en este planeta.

-Son los que mis hombres vieron hace semanas mientras apagaban el gran incendio en el sur de la sección 6 -le contestó el primer ser, examinando detenidamente a Efr y luego a Yngp.

-Es curioso -dijo el primero de los seres-. Parece que presentan dimorfismo sexual. Ese de aquí parece un macho y este de aquí una hembra -le dijo mientras apuntaba a Efr y a Yngp.

-¡Capitán, capitán! -gritó a lo lejos otro de esos seres metálicos corriendo en la dirección donde se encontraban.

-¿Qué pasa? -le contestó el ser que miraba detrás de su visor oscuro a Efr.

-¡Hemos encontrado construcciones! ¡Parece ser una aldea! -dijo el ser, mientras corría apresuradamente hasta encontrarse con su capitán.

-¿Cómo las que vimos hace semanas en el sur? -le preguntó el capitán.

-Sí, en efecto. Tienen el mismo patrón de construcción -le respondió el subalterno.

-Bien -contestó el capitán, dejando de ver a Efr y continuando su paso a las demás personas de fuego-. Parece que estos seres de fuego son capaces de construir. ¡Nos han ahorrado el trabajo de hacernos nuestras casas! -dijo, riendo.

Los demás seres metálicos, con sus artefactos escupidores de agua, también rieron junto al capitán.

Efr, Yngp, Tfra y los demás aldeanos no habían comprendido ni una palabra de los terribles seres que acababan de destruir su bosque y amenazaban con asesinarlos dolorosamente entre chorros de agua.

-Nuestro trabajo en este sector está completado, muchachos -dijo el capitán, volviendo a incorporarse con sus camaradas-. Otras compañías ya están extinguiendo los incendios del norte. Pronto este planeta será habitable para la especie humana.

-Quien lo iba a decir, capitán -dijo otro ser, cuya voz era femenina-. Un planeta casi en su totalidad bajo las llamas, ahora está apaciguado con simple agua.

-En efecto, teniente -dijo el capitán-. La estrella de este sistema planetario es muy similar al sol y este mundo está en la zona habitable. Imagínense haber descartado la intervención del mismo. ¡Qué perdida más grande hubiera sido!

-Nada más que un simple problema con la atmósfera, capitán -dijo la teniente.

-¿Qué haremos con estos seres, capitán? -preguntó el ser metálico con el que inicialmente conversaba el capitán- ¿Los destruimos con el agua?

-No -contestó el capitán con retunda convicción-. Estos seres de fuego nos serán de vital importancia cuando la colonia se vuelva más compleja y se requieran recursos como el fuego. Son seres aparentemente inteligentes y podemos controlarlos solo con agua. Son nuestros y estarán bajo nuestro dominio. De lo contrario, desaparecerán. Ahora su destino está en nuestras manos.

-Entonces, ¿los confinamos en un cuarto aislante, capitán? -preguntó el subalterno.

-Sí. Llévenlos a la capital del sector 6 para que los analicen allá -contestó el capitán.

Luego de esta conversación cuyos sonidos eran ininteligibles para Efr y los demás habitantes de la aldea del fuego, los hombres cubiertos con el tejido metálico y sus armas de agua los rodearon y los obligaron a caminar hasta donde había grandes vehículos de muchas llantas.

Subieron uno a uno por medio de una plataforma hasta entrar en una bodega en el vehículo, una especie de almacén.

Después de subir y haberse separado en grupos, los vehículos cerraron las compuertas de los compartimientos y se llevaron a Efr, Yngp, Tfrar y el resto de la aldea a la lejana capital del sector 6, muy en el sur, donde los bosques de fuego se habían extinto y abundaban ríos de agua y valles infestados de lodo arcilloso.

II

El sector 6 era un enorme terreno romboidal de más de cien mil kilómetros cuadrados. El capitán Steward Richard junto a su tripulación, proveniente de la Tierra, fueron comisionados para apagar los incendios en la superficie del sector y hacerlo habitable para los seres humanos.

El planeta, nombrado por los humanos como Ícaro-16Y, fue dividido en mil seiscientas zonas de igual superficie que el sector 6 donde al igual que en esta, los humanos se encargaron de hacer habitable los terrenos antes dominados por las llamas.

El capitán y la teniente se encontraban dentro uno de los edificios de monitoreo de la capital del sector 6.

Discutían en la sala de estrategias militares mientras observaban un plano del planeta y sus mil seiscientas divisiones exactas y perfectas.

-Menos mal que hemos logrado hacer habitable este mundo -le dijo el capitán a la teniente-. Los análisis de espectroscopía mostraron resultados prometedores. Mucho cobre, oro, carbón, hidracina, iridio, y tantos minerales prometedores. ¡Una colonia humana que parece más bien un paraíso!

-Los inversionistas no tardarán en apostar por los proyectos de construcción. Imagine, capitán, minas de cada uno de los minerales y sustancias solicitadas por nuestros clientes, parques temáticos y complejos habitaciones exclusivos -contestó la teniente-Capitán. ¿Qué función tendrán los nativos seres de fuego?

-¡Oh, los nativos de fuego! -murmuró el capitán mecánicamente-. Los científicos los están estudiando. Han descubierto una sustancia altamente inflamable que los hace arder. Es como el agua para nosotros. Nuestro metabolismo produce calor, pero en ellos tal parece que las cuestiones de metabolismo y calor están exageradas, al igual que las plantas y otros animales de este mundo. Seguro tienen alguna utilidad. Esta semana harán un experimento clave para averiguar cómo es que estos organismos producen su fuego y si es posible aprovecharlo para nuestros intereses.

-¿Cree que hagan lo mismo los administradores de los otros sectores? -preguntó la teniente.

-Lo dudo. Los conozco bastante bien. Son todos unos inútiles, sobre todo los del sector, 7, 8, 9 y 12. ¡Increíble que la Compañía de Colonias Exoplanetarias los designara a un puesto tan importante, siendo unos completos idiotas! -exclamó el capitán, irritado.

-Estas cosas pasan, capitán -dijo la teniente, acercándose delicadamente al hombre fastidiado por las decisiones burocráticas de la colonización espacial -Usted es audaz y logró apagar los incendios del sector 6 en un tiempo récord. Hizo su trabajo como ningún otro -añadió, mientras le daba una ligera palmada por la espalda al capitán-. Estas cosas pasan. Las influencias, los contactos, y posiblemente la corrupción en las entrañas de la Comisión. Es bien sabido que muchos familiares, amigos y conocidos de los más altos funcionarios son nombrados como comandantes, embajadores y cónsules de exoplanetas en misiones coloniales. Pero usted es una clara excepción.

-Los sectores vecinos no tienen los mismos recursos que nosotros. Tenemos más minerales y montañas que utilizar. Todo lo que atrae a los inversionistas lo tenemos en grandes cantidades. El sector 6 es un sitio bastante privilegiado. No me extrañaría que en un futuro intenten atacarnos para quitarnos nuestro territorio y aprovecharse de él -dijo el capitán, manifestando su clara tendencia paranoica.

-Capitán -dijo la teniente-. Usted tiene el apoyo de todo el sector 6. Los del 7, 8, 9 y 12, han sido reportados por su ineficiencia en varias ocasiones. Varios de los trabajadores de allá, hartos de los contratiempos y las promesas sindicales de sus administradores, se han trasladado a nuestro lado. Muchos están molestos. No creo que tengan la suficiente capacidad para invadirnos.

-Eso es lo que temo. Deberíamos atacar lo más antes posible. Anexar todas esas tierras y hacer del sector 6 la provincia más próspera de todo Ícaro-16Y.

III

En la sala de confinamiento de la unidad científica del sector 6 se encontraban Efr, Yngp y otros seres de fuego. No había otra persona conocida. Habían sido separados y llevados a otras salas de aislamiento.

-¿De dónde eres? -le preguntó Efr a uno de los desconocidos de su especie.

El ser de fuego miró a Efr tembloroso y no dijo nada.

-Disculpa si te he ofendido -le dijo Efr.

-No está ofendido -dijo una mujer de fuego-. Él no puede hablar. Le han apagado la lengua.

El rostro de Efr y Yngp mostraron una expresión de terror.

-¿Cómo dice? ¿Qué le apagaron la lengua? ¿Por qué hicieron algo tan atroz? -preguntó Yngp a la mujer de fuego.

-Porque él, mi hijo, gritó cuando vio a los seres de agua. Uno de ellos, al parecer fastidiado, lo torturó lanzándole un pequeño chorro de agua en la boca. Su lengua y sus cuerdas vocales quedaron totalmente destruidas. Por eso ya no puede hablar. Tuvo suerte. Mi esposo fue extinto por una de esas horrendas mangueras que lanzan agua. Todos los guerreros de mi pueblo fueron convertidos en cenizas humeantes. Los demás fuimos capturados y nos tienen ahora aquí -dijo la mujer.

Efr y Yngp no dijeron nada. Estaban absortos, perplejos y no podían creer la terrible historia que les contó la mujer de fuego y su hijo torturado mudo.

-Somos del norte. Más allá de los Picachos -dijo la mujer.

-Oh, eso es bastante lejos -dijo Efr-. Nosotros somos de mucho más al sur. Donde se ve la constelación de la Fogata.

-¡En efecto, es muy lejos! -exclamó la mujer, sorprendida.

-Es medio mundo -dijo Yngp-. Nos han traído de todo el mundo y ahora nos tienen aquí en este sitio de paredes blancas y seres metálicos hablando esa horrenda lengua.

-¿Qué creen que nos hagan? -le preguntó la mujer a Yngp.

Yngp no supo qué decir.

-Espero que no nos maten -dijo Efr-. Que todo esto sea un mal sueño.

En ese momento se abrió una pesada puerta y aparecieron cinco humanos vestidos con sus metálicos trajes aislantes del calor y sosteniendo gruesas mangueras de agua.

-Llévense a esos cuatro -dijo uno de los humanos, mientras apuntaba con una de las mangueras de agua a tres seres de fuego, a la mujer y a Yngp.

-¿Qué? -gritó Efr-. ¿A dónde se la llevan?

Un hombre apuntó a Efr.

Efr retrocedió.

-No te arriesgues -le dijo Yngp-. No te expongas y no dejes que te maten. Ni siquiera, aunque sea por mí.

-Pero, ¿a dónde te llevan? -le dijo Efr, desesperado.

-No lo sé, cariño -le dijo Yngp, llorando-. No lo sé.

-Solo espero volver a verte pronto -le dijo Efr.

-Si no vuelvo...-le dijo Yngp.

-No digas eso, volverás -le interrumpió Efr.

-Tú no sabes lo que ocurrirá en el futuro. Si no vuelvo recuérdame viva. No me imagines en el peor de los escenarios. Solo así viviré. Recuérdame resplandeciente, viva y alegre. Y olvida todas esas ideas horribles del agua. No quiero que vivas atormentado.

-Pero, linda, ¿qué dices? ¿Cómo puedo hacer eso? ¿Cómo dejarte ir? -le dijo Efr, mientras se abalanzaba hacia su esposa y la tomaba de los brazos mientras los humanos rápidamente se acercaron a él y lo amenazaron en su tosca lengua.

-¡Apártate, criatura, o te extingo con nuestra agua! -le dijo el humano.

-Amor, ellos tienen agua. No puedo hacer nada, tampoco tú. Creo que debemos aceptar nuestro final -le dijo Yngp.

-No podré -le dijo Efr.

-Tendrás. Vivir implica morir algún día. Si muero, será parte del ciclo de la vida. Bien puedo morir hoy, o mañana o en cien años. Pero es seguro que tú, todos los demás y yo moriremos algún día. Hoy puede ser ese momento. Por eso recuérdame viva para que las llamas de mis recuerdos ardan junto a los tuyos -dijo Yngp, mientras era conducida por los humanos hacia la puerta.

-¡Yngp! -gritó Efr- ¡Te amo, Yngp! ¡Arderás por siempre en mi memoria, tu llama seguirá encendida mientras siga vivo! -le dijo Efr.

Pero Yngp ya no estaba en la sala.

-¡Atrás, bestia! -le dijo el hombre que le apuntaba con la terrorífica manguera de agua.

Efr se sentó en el piso. Casi se desfallece. Lloró como nunca había llorado.

Las lágrimas de fuego brotaban de sus resplandecientes ojos naranjas.

El hijo mudo de la mujer con la que acababa de hablar, se acercó a él y también se sentó y lo abrazó.

Luego una niña de fuego se acercó a ellos y también los abrazó.

-Se llevaron a mi papá -dijo la niña, mientras lloraba pequeñas llamas como las de una vela.

Después, todas las personas de fuego que había confinadas en la sala hermética abrazaron a Efr, al hijo mudo y a la niña y lloraron el resto del día rodeados de una triste aurora naranja, como un atardecer antes de una larga y fría noche.

 

∞∞∞

BITÁCORA DEL LABORATORIO DE ESTUDIOS DE ENERGÍA DEL SECTOR 6 | PLANETA ÍCARO-16Y.

Hoy hemos sometido a cinco seres incandescentes a una serie de experimentos donde pretendimos extraer el compuesto activo responsable de su combustión.

Al primero de los cinco seres lo hemos extinto con agua. Hubo alaridos que indicaban el cese de sus funciones vitales. Hicimos una disección del cadáver, pero no pudimos obtener mucho, ya que el resultado de haberlo sometido a la extinción mediada por agua fue la carbonización total del cuerpo. No encontramos nada de utilidad. El tan anhelado compuesto activo posiblemente se haya desactivado con el cese de las funciones vitales del ser de fuego.

Un segundo ser fue introducido en una cámara donde se regularon los niveles de oxígeno para reducir al máximo el nivel de las llamas. Después de unos minutos, el ser de fuego se desmayó y sus llamas se apagaron. Al hacer la disección, salieron expelidas grandes cantidades de un gas, que suponemos era el líquido responsable de la combustión. Sin embargo, tal parece que, al morir el individuo, se presentó un cambio de presión que lo transformó en aerosol. Al rescatar una pequeña cantidad del gas y exponerlo a la combustión con un mechero de Bunsen, no fue posible producir inflamación.

A un tercer individuo, de aspecto femenino, podría decirse, se le inyectaron varias jeringas las cuales extrajeron un líquido traslúcido. A la extracción final, la hembra de fuego se apagó y murió. Intentamos provocar fuego con el líquido extraído, pero al igual que los casos anteriores, no fue posible generar ninguna llama.

Con los últimos dos nativos de fuego, una hembra y un macho, replicamos este último experimento con los mismos resultados negativos.

Nuestros resultados indican que no es posible aislar el compuesto activo presente en estos seres. Algunos de los miembros del equipo de la presente investigación especulan la posibilidad de que solo pueda producirse fuego dentro de los cuerpos vivos y no fuera de este.

Algunos han sugerido cambios conformacionales en la estructura química del compuesto responsable del fuego difícilmente replicables de manera artificial con los instrumentos que disponemos. Otros proponen complejas interacciones químicas dentro de los organismos, las cuales aún no logramos entender.

Para corroborar estas hipótesis, serán necesarios más experimentos detallados, con un tamaño de muestra mayor para obtener resultados estadísticamente más representativos.

 

∞∞∞

Uno a uno, los compañeros de celda de Efr fueron atravesando esa enorme puerta de metal.

Ninguno regresó.

Viva estás en las llamas de mi memoria, mi Yngp, pensaba Efr cada vez que podía.

En sus recuerdos, ardían con fervor Yngp y él, caminando por el bosque de fuego de la primera aldea. Corriendo por aquí y por allá mientras reían y se abrazaban entre besos o cuando se adentraban en los lugares más tranquilos, refugiados entre los altos árboles inflamados, y veían, sobre estas auroras de fuego naranjas, las estrellas que poblaban todo el universo e imaginaban si había otros seres de fuego como ellos mirándolos desde la distancia. Se preguntaban si acaso también estaban abrazados, riendo y besándose, bajo la luz apacible de las ondulantes copas de los árboles de fuego.

Yngp seguía más viva que nunca en la memoria de Efr. Ese fuego sagrado de sus recuerdos estaba intacto y permanecía intenso dentro de su cerebro.

Era un consuelo saber que una parte de la persona que más amó en su vida sobrevivía en él.

-¡Tú -dijo un humano en su traje plateado, apuntándole con una manguera de agua-¡Ven aquí, es tu turno! -le dijo.

Efr, que no entendía las palabras del idioma humano, se levantó, entendiendo los ademanes amenazantes y violentos de aquel hombre. Entendía perfectamente su destino y lo aceptaba.

Podría morir hoy o mañana o incluso en cien años. Podría ser hoy, pensó, recordando las últimas palabras que había compartido con su esposa antes de perderla para siempre, mientras era conducido por los humanos y sus mangueras por entramados pasadizos hasta llegar al laboratorio donde lo recibieron más seres humanos con sus trajes plateados que los aislaban del fuego. Esta vez esos hombres no tenían sus armas de agua. Eran los científicos que habían experimentado con todos los seres de fuego posibles.

Efr pudo contemplar frente a él una gran caldera metálica que conectaba a un complejo sistema de ruedas y engranajes.

-Metan al ser de fuego a la máquina -dijo uno de los científicos.

Efr fue dirigido al interior de la caldera.

Ante él fueron cerradas las pesadas puertas de la máquina.

La máquina, recibió el calor de Efr y comenzó a moverse. Cada engranaje, cada palanca y cada sutil botón cobró vida.

-¡Funciona! -exclamó el científico-. Estos seres son útiles si los utilizamos como fuerza motriz.

Otro científico se acercó al primero que habló y comentó lo siguiente:

-Muy útil sin duda, para las maquinarias de minería y los complejos residenciales, los cuales necesitarán la calidez de un buen hogar.

-Ahora el planeta sin el fuego se está convirtiendo en una masa gélida. Necesitamos evitar su congelamiento inminente, por lo menos en las zonas habitables -dijo el primero de los científicos.

-Será conveniente iniciar un programa de reproducción en cautiverio para obtener más de estos seres y mandarlos a las zonas de interés. No podemos esperar a los materiales del sistema solar de la Tierra. Están demasiados ocupados con Marte como para mandar material de primera clase. Estos seres son una excelente alternativa -añadió el segundo científico.

-Hay más aplicaciones interesantes que podemos aprovechar -dijo el primer científico-. Guardias, ¡abran la caldera!, queremos experimentar con el ser de fuego en otra prueba.

Enseguida, los guardias sacaron a Efr y lo colocaron en otra máquina similar a un pequeño cilindro, con una abertura donde entraba el aire que mantenía vivo a Efr y otra abertura donde los científicos introdujeron diversos polvos de minerales.

Metieron cobre, níquel, hierro, fósforo, y otras mezclas y observaron entusiasmados cómo se formaban fuegos multicolores.

-¡Excelente, excelente! -exclamó el primer científico-. ¡Qué maravilla! ¡También pueden ser utilizados para las celebraciones de los más adinerados!; ¡Fuegos artificiales!

-¡Una maravilla, sin duda, camarada! -exclamó el segundo científico, abrazando a su colega-. ¡Tenemos que patentar todas estas invenciones lo antes posible! ¡Cuando este planeta esté rebosante de colonos, utilizarán nuestros artefactos para hacer su vida más cómoda!, ¿te das cuenta? ¡Seremos ricos!

-¡Estos seres inflamables son una auténtica mina de oro! -dijo el primer científico, rebosante de felicidad-. ¡Hay muchas más invenciones que probar, querido colega!

 

∞∞∞

Efr estuvo confinado en ese laboratorio el resto del día y el resto del mes, sometido a incontables pruebas donde su cuerpo y sus llamas fueron utilizadas.

Fastidiado y agotado, Efr escuchaba con desprecio las risas de los científicos humanos, desternillándose entre carcajadas y hablando en su idioma inentendible mientras planeaban en un futuro ser hombres de negocios harto exitosos.

Unos años después, Efr, estuvo en muchos lugares. En una caldera de las primeras viviendas humanas, cuyos residentes disfrutaban de cálidas noches mientras se formaban glaciales en las montañas y otras zonas del planeta.

Luego fue comprado por una alta cantidad de dinero por una compañía de entretenimiento, que lo utilizó, junto a otros de su misma especie de fuego, en eventos deportivos donde fueron utilizados fuegos artificiales.

Efr era esclavo en su propio planeta, en su propio mundo.

Su único consuelo era el recuerdo de su amada Yngp y el recuerdo de todos los que habían muerto, y, por último, el recuerdo del mundo extinto. Todo eso ardía en el interior de Efr. Era lo que lo mantenía vivo.

IV

El sector 6 entró en guerra con los sectores 7, 8, 9 y 12. El capitán Steward Richard, creyendo firmemente que su administración era blanco de espionaje, decidió atacar a los territorios que codiciaba.

La guerra entre humanos empezó en Ícaro-16Y. Y los seres de fuego, entre los cuales se encontraba Efr, fueron parte fundamental de la contienda, quien fue incautado por una compañía militar y puesto en servicio como la llama propulsora de tanques de guerra.

 

A lo lejos, los tanques enemigos se agrupaban en una densa barricada. Se podían divisar fulminantes destellos como relámpagos de esos monstruos bélicos.

Detonaban los largos cañones mientras las orugas metálicas arrasaban con el ya muy lastimado y triste suelo de Ícaro-16Y.

Los tanques, naturalmente, eran robots cuyo movimiento estaba controlado desde la central militar de cada sector, en donde en un gran tablero estaban como puntos titilantes las posiciones exactas de los robots acorazados, aviones, cazas y demás artimañas bélicas cuya alma eran personas de fuego prisioneras.

Efr se estremecía a cada disparo y a cada explosión.

En breve moriré, se decía cada vez que le rozaban proyectiles, pero ninguno acertaba en la máquina donde era prisionero.

¿Y si dejara de respirar?, se preguntó Efr de repente, El fuego vive por el aire que consume. Si no respiro por un buen rato, esta máquina de muerte dejará de moverse y seré libre.

Efr lo intentó. Dejó de respirar por varios minutos, hasta que sus llamas fueron perdiendo la intensidad de siempre. Poco a poco, de ser naranjas se convirtieron en azules y muy pronto eran tan pequeñas que resultaban casi invisibles.

El tanque, que ese día estaba recorriendo un valle nevado en las fronteras del ocupado sector 9, se detuvo.

Una luz roja se activó a la par que una voz humana decía:

-Unidad detenida por cese de fuego interno. Reparar inmediatamente.

Unas horas después, se escucharon a lo lejos las turbinas de un caza, de donde bajaron varios humanos que abrieron el compartimiento del tanque donde se encontraba Efr.

Él lucía triste y su fuego se extinguía. Se había debilitado demasiado.

-¡Algo ha ocurrido, un desperfecto, debemos evitar que el frío de la tundra consuma el fuego! -dijo uno de los soldados.

Afuera, Efr pudo ver con sus débiles y titilantes ojos ardientes, el nevado y blanco mundo del cada vez más moribundo Ícaro-16Y.

-Pobres tontos -dijo Efr, con una muy débil voz-. Han matado al planeta. A todos sus árboles, bosques, animales y personas. Todo esfuerzo para revivir el fuego es inútil.

Los soldados escucharon las palabras de Efr, las cuales no entendieron, pero los alertaron.

-¡¿Qué demonios dijo el ser de fuego?! -dijo uno de los humanos.

-¡No lo sé, coronel! -respondió otro-. Creo que está agonizando, hay que revivir su fuego pronto, o perderemos a otra unidad de tanques.

-¡Lo que faltaría, 900 tanques perdidos bajo las mismas circunstancias en una maldita semana! -exclamó el coronel, pateando con furia el suelo congelado.

Así que otros han muerto como seguramente me ocurrirá a mí, pensó Efr, Las antorchas se están apagando. Pronto solo quedará oscuridad.

Los soldados trajeron un aparato del cual salía expelido un gas inflamable, mezcla entre metano y oxígeno puro.

-Con esto debería volver a su funcionamiento -dijo el coronel, observando a sus soldados acercándose al moribundo Efr que los miraba con una débil sonrisa burlesca.

-¡Coronel, hemos rociado al ser de fuego, pero no ha consumido el gas!, ¡no hay llamas, no revive la hoguera! -dijo consternado el soldado a cargo del aparato.

-¿¡Qué?! -exclamó el coronel, furioso.

Se acercó y le arrebató violentamente la máquina de gas inflamable de las manos de su soldado y él mismo roció el resto del gas en las débiles llamas de Efr.

Pero ningún fuego se avivó. El gas no se inflamó.

-Pobres tontos, pobres demonios de agua -dijo Efr, jadeando, mientras se reía.

-¿Qué dijo? -preguntó el coronel, irritado.

-No lo sé, no hablo la lengua de estos alienígenas -le contestó uno de los soldados.

-Ya lo sé. Yo tampoco. ¡Nadie en este condenado planeta de nieve habla el idioma de estas antorchas vivientes! -gritó el coronel- ¡Pero pude escuchar una risa!; ¡la risa es universal!; ¡se está burlando de nosotros! ¡Cree que se ha liberado de su labor patriótica con el sector 6!

-Señor, con el debido respeto, este ser está muy débil, quizás esté en sus últimas -dijo el soldado.

-¡No me importa! ¡Aunque esté en sus últimas tiene que servir a la guerra, hasta la última flama, hasta la última chispa! -gritó el coronel- ¡Traigan más gas inflamable, rápido! ¡Este canalla no se saldrá con la suya!

Los soldados fueron corriendo a la aeronave con más artefactos de resurrección de fuego.

Rociaron el gas sobre Efr pero igual que sus intentos anteriores, ningún fuego se encendió.

-Pobres tontos -susurró Efr con sus llamas a punto de extinguirse, mientras las frías corrientes del viento de la tundra soplaban a su dirección-. Si supieran que el fuego de este mundo se acabará pronto, y con ello no encontrarán calor en ninguna parte. ¡Morirán también como yo!

En ese preciso instante, las pocas llamas de Efr se apagaron para siempre y el cuerpo que las contenía se transformó en una masa carbonizada cuyo humo y último calor era llevado por el gélido viento de la tundra, junto con los recuerdos de Yngp, los bosques de fuego y todo lo que alguna vez fue el mundo incendiado.

Era libre por fin.

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