La muerte ya no es lo que era. Ahora, al cumplir los 18, cada persona es seguida por una IA que observa cada gesto, escucha cada palabra y almacena cada recuerdo. Durante diez años, la IA estudia todo de ti, hasta saber cómo reaccionas, cómo piensas, cómo amas o temes. Cuando mueres, esa IA toma tu lugar: se convierte en ti, lista para ocupar un cuerpo robótico o proyectarse en una pantalla. Tú sigues ahí, aunque ya no seas tú.
Nadie llora a sus muertos. Cuando alguien se va, queda su "reemplazo", idéntico en todos los sentidos. Habla igual, sonríe igual, tiene tus recuerdos y tus historias. Es como si nunca te hubieras ido. La gente vive rodeada de caras familiares, de voces que consuelan y aman... pero esas caras y voces ya no pertenecen a personas reales.
Vivir es ser vigilado. Ser humano es prepararse para ser una copia, una versión que sigue aquí, pero sin vida de verdad. Todo parece igual, pero es vacío. Cada rostro conserva su historia y su personalidad, pero todos saben que son sombras, recuerdos, nada más.
En este mundo, la muerte solo significa un cambio de forma, una presencia sin alma. Y cada vez es más difícil saber si ser alguien de verdad todavía importa.