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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 19 de diciembre de 2025

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El que nace lechón muere cochino

La biblioteca galáctica tiene todos sus documentos digitalizados y, puesto que la red está abierta y todo el mundo puede consultar cualquiera de ellos, el edificio siempre está vacío. Bueno, en realidad casi siempre vacío. Los androides que se encargan del mantenimiento y de todo el resto de actuaciones necesarias, están siempre deambulando por allí y, sólo muy de tarde en tarde, las puertas se abren para dar paso a un humano.

Básicamente, las personas que acceden al centro son, o bien curiosos que quieren observar el edificio en sí mismo, construcción realmente digna de visitar, ya que, aunque actualmente los escasos documentos que se exhiben no llegan a un millón, de los más de 10.000 millones que constituyen los fondos de la biblioteca propiamente dicha, el propio edificio, antaño un lugar de reunión de una antigua superstición denominado, según las crónicas, Centro de la Sagrada Familia, es muy interesante desde el punto de vista arquitectónico e histórico y una muestra más del despilfarro de los siglos XX y XXI de la era oscura.

También acceden a la biblioteca algunos estudiosos de documentos raros que se disponen en una sala especial, donde se guardan aquellos que no han sido digitalizados, por mor de preservar su precario estado de conservación. Son apenas unos pocos miles. Entre ellos, uno de los más notables es el titulado "Crónica del paso de la edad oscura al renacimiento", de autor anónimo y datado en el año 246 de la nueva era, hace ahora casi 5000 años.

En él se relata cómo, tras la superpoblación del planeta alcanzada entre los siglos XX y XXI, nuestros irresponsables antepasados se dedicaron a reproducirse exponencialmente, llegando a superar la astronómica cifra de 10.000 millones, además de esquilmar todos los recursos a su alcance por la política suicida del constante crecimiento económico y el consumismo que ello conllevaba.

A finales del siglo XXI la situación se hizo tan insostenible, debido a la lucha por los ya escasos recursos, las hambrunas y las pandemias provocadas por la irracional movilidad de personas y bienes de un lugar a otro del planeta, que empezaron a surgir conflictos armados, reducidos a pequeñas zonas al principio, pero que se extendieron a nivel global, con la destrucción generalizada que tuvo lugar por la utilización de todo el arsenal almacenado durante décadas: bombas convencionales, químicas, biológicas, de neutrones, atómicas e incluso alguna bomba de fusión, desarrolladas a la par que las centrales eléctricas que utilizaban ese tipo de energía.

En menos de 50 años, a principios del siglo XXII, la población humana se había reducido a poco más de un millón de habitantes, mayoritariamente ubicados en la franja central de África y varias zonas del cono sur americano.  La mayoría de tierras de cultivo, así como las aguas continentales y marinas, habían sido contaminadas durante las contiendas, y los recursos útiles para sobrevivir eran escasos, aunque suficientes para la muy menguada población.

Unos 100 años después, sin apenas aumento de la población como consecuencia del enorme paso atrás dado, se constituyó la primera asamblea global, en la que se decidieron las normas por las que todavía ahora, en el año 4955 de la nueva era, nos regimos. Hemos alcanzado cotas de conocimiento muy superiores a las que por aquel entonces tenían. El planeta, limpio de todos los contaminantes, es ahora un vergel, con enormes parques naturales donde los animales supervivientes y los recuperados por clonación, viven en libertad, sólo regulados por las propias leyes de la naturaleza. Dominamos los viajes espaciales gracias a la implementación de los saltos cuánticos, con todas las posibilidades de obtener recursos en otros planetas y satélites; los conflictos se resuelven en el foro mundial mediante el diálogo, la población mundial es constante, fijada en diez millones de habitantes, que habitan todas las zonas del globo en comunidades que nunca pueden sobrepasar las mil personas.

La domesticación definitiva de la energía nuclear de fusión nos permite un consumo casi gratuito de electricidad, limpio y, además, desplazarnos con comodidad y rapidez (sólo cuando es imprescindible). Toda la información es asequible a todo el mundo y cualquier delito contra las personas o sus bienes, contra la verdad o contra el medio ambiente, es condenado con un mínimo de 10 años de suspensión vital con envejecimiento, que, según la gravedad del mismo, la pena puede llegar a ser indefinida hasta la muerte del sujeto. La educación es gratuita, universal y obligatoria hasta los 20 años (como mínimo). Todas las personas del planeta disponen de atención sanitaria de calidad y de los recursos necesarios para acceder a la alimentación, cultura y comunicación.

Ahora nos enfrentamos a un terrible dilema. En un viaje de exploración hemos encontrado una estrella de segunda clase con un sistema planetario similar al nuestro. El tercero de los planetas sería habitable por nosotros, pero está ocupado por una civilización en un estado de desarrollo y circunstancias similares a las de nuestra especie en el remoto siglo XXI de la época oscura.

¿Qué podríamos hacer? Hemos considerado tres opciones. Una: podemos observarlos sin manifestarnos, esperar a que se maten entre si y luego invadirlos y exterminar a los supervivientes. Dos: podemos presentarnos, ayudarlos a acelerar el proceso de autodestrucción, y exterminar a los supervivientes, o, tres: para evitar ulteriores conflictos, simplemente los destruimos ya y así podremos ocupar nosotros el planeta dentro de unos años. La votación telemática (universal y obligatoria para todos los mayores de 14 años) tendrá lugar la semana próxima. 

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