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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 27 de diciembre de 2024

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Pedro Duque. "El impulso de viajar más lejos es algo que está en los genes de los humanos"

Nació en Madrid, en la misma ciudad donde obtuvo el título de Ingeniero Aeronáutica por la Universidad Politécnica en 1986. Ese mismo año la empresa GMV le destinó al Centro Europeo de Operaciones Espaciales de la Agencia Espacial Europea en Darmstadt (Alemania). Allí comenzó una fulgurante carrera por diferentes instituciones hasta que voló por primera vez al espacio el 29 de octubre de 1998 con el transbordador Discovery, convirtiéndose así en el primer astronauta español. Entre sus muchas condecoraciones destaca el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, que recibió junto a otros tres astronautas, por ser artífices de "la exploración pacífica del espacio".

En el despacho donde nos recibe hay colgados diplomas, fotografías y placas que recuerdan que de momento ha sido el único astronauta que ha salido de nuestro país.

- Ahora es presidente ejecutivo de Deimos Imaging, la empresa que ha puesto en órbita el primer satélite privado español de observación. ¿Este trabajo le permite seguir en contacto con el espacio de alguna manera?

- Por supuesto. Mucho contacto, porque es un proyecto que me ha permitido utilizar toda mi experiencia previa. Este satélite que comentas tiene todas las características de un proyecto espacial en el que la eficiencia tiene que ser máxima y el nivel de riesgo tiene que bajarse al mínimo posible, porque no voy a subir ahí arriba a arreglar el satélite, así que tiene que estar bien desde el principio. Es la última ola de transferencia de tecnología del espacio a la gente normal, porque no olvidemos que el espacio nos ha cambiado la vida a todos. La ola empezó con las telecomunicaciones que permiten mostrar a los periodistas lo que ocurre en tiempo real en todas partes del mundo, salvo en sitios donde no dejan entrar como ahora en el Sáhara occidental, pero una vez estás allí los satélites te permiten mostrarlo al mundo. La segunda ola es la navegación. En los países occidentales, para moverse, la gente ya casi no sabría ir de un lugar a otro si no hubiera satélites, porque cada vez se sabe leer menos los mapas. Y la tercera ola es el control de territorio que es lo que viene ahora, tanto en Estados Unidos como en Europa, donde por desgracia todavía no ha habido esa valiosísima revolución que es darle el dinero a las empresas para que ellas lo gestionen más eficientemente.

- ¿El satélite de observación de su empresa va en esta última línea?

- Exactamente. Es un sistema completo que proporciona imágenes con la definición necesaria para estudiar la agricultura en extenso y el medio ambiente. Hace unas imágenes mucho más grandes que las de los satélites más antiguos, digamos que de unos 1.000 megapíxeles, aunque en realidad las hace de más, y con una resolución de veinte metros lo que lo deja fuera de la categoría de satélite espía, pero dentro de la categoría de satélite ideal para estudiar el cambio climático. Hoy en día, todos los estudios del clima y medio ambiente no se pueden hacer sin satélites. Hemos pasado de estudiar lo que pasa en nuestro cortijo a lo que pasa en el planeta entero, y eso sólo se puede hacer desde fuera del planeta.

- Este interés creciente tiene un efecto colateral que es la chatarra espacial, la acumulación de satélites inactivos. ¿Hay algún método para evitarla?

- Es difícil, porque el mismo fenómeno que hace que una vez puestos en órbita los satélites te duren mucho tiempo y que no tengas que preocuparte de dónde están, también hace que cuando se rompen o quedan obsoletos tampoco se caigan. Se están tomando algunas medidas, por ejemplo, con los cohetes que llevan los satélites a sus órbitas. Se trata de que utilicen sus motores para destruirse a sí mismos. En cuanto a los satélites, algunos llevan una reserva de combustible, aunque esto no es una ley internacional, para que se puedan autodestruir antes de que dejen de funcionar del todo.

- Ha comentado antes que el espacio ha cambiado nuestras vidas. Sin duda, la suya la ha cambiado todavía más. ¿Cuando uno está en la Estación Espacial tiene tiempo para disfrutar de esa experiencia o es todo trabajo y más trabajo?

- Es cierto que a mí me han tocado vuelos intensivos, de nueve o diez días las dos veces que he ido, así que siempre ha sido con prisa. De todos modos siempre sacaba un rato por la noche para mirar por la ventana y hacer alguna foto. Los días que he estado y el poco rato que he tenido me han hecho comprender que la gente quiera ir, porque al poco de estar en ingravidez y apreciando la curvatura de la Tierra esa imagen es tan bonita que deja mucha marca.

- ¿Se convertiría en turista espacial para repetir la experiencia?

- Depende de lo que cueste, porque ninguno nos hemos hecho ricos con esto. Lo que más me gustaría sería poder llevar a alguien querido para compartir la experiencia.

- Algunos de los estudios que realizó en la Estación Espacial Internacional fueron sobre los efectos de la ingravidez. ¿Qué se siente física y mentalmente en ese estado?

- Hay un proceso de adaptación y al final uno está extraordinariamente cómodo y se mueve con total ligereza como si hubiera nacido allí y ese fuese su estado normal. Para llegar a ese momento hacen falta cuatro o cinco semanas y entonces uno está totalmente relajado, en un estado de bienestar. Psicológicamente hace que mires todo lo demás también con un sentimiento de relajación. Miras por la ventana, estás flotando y lo que ves te causa mayor placer por la comodidad de esa ingravidez. Entre los astronautas de la ISS se crea un sentimiento de castillo, de nosotros y ellos, es un sentimiento tradicional humano de un poco de hostilidad a la gente que está en tierra. Pequeñísima hostilidad, pero en el sentido de que estamos aquí y sabemos lo que pasa, pero desde tierra la ayuda que dan es poca y no saben realmente lo que está pasando. De todos modos esto ya se conoce y la coordinación entre la ISS y la Tierra es muy buena y ya no se dan conflictos de ningún tipo.

- La NASA ha presentado el robot R2 que viajará a la ISS para trabajar. ¿Cree que los robots nos sustituirán en las misiones espaciales?

- Supongo que el robot ese lo tendrán que manejar los astronautas de la ISS, porque si quieren manejarlo desde tierra será lentísimo y una pérdida de tiempo. Al final será una grúa o un brazo robótico más, pero con una pinta un poco bonita y supongo que tendrá una pizca de inteligencia para realizar algunas tareas.

- ¿Conseguiremos los humanos viajar realmente por el espacio?

- Eso está claro, el impulso de viajar más lejos es algo que está en los genes de los humanos. En la Tierra eso será una noticia de primerísimo orden y a quien lo haga se le considerará el grupo humano de mayor prestigio de todo el mundo y todos quieren serlo. Así que alguien lo hará seguro, esta década o la que viene, eso ya no lo sé.

Viaje solo de ida a Marte

A mediados de noviembre, dos científicos americanos propusieron realizar viajes a Marte que fuesen solo de ida y con personas mayores. Pedro Duque considera que es un tanto complicado porque todavía no existen los sistemas que permitan vivir en Marte, "no están desarrollados". Lo que no le sorprende tanto es lo de enviar gente mayor, porque ya lo dijo Vladimir Poliakov, el astronauta que tiene el récord de estancia en el espacio. Decía Poliakov que "para ir a Marte y para paliar los efectos de la radiación que aumentan poco a poco la probabilidad de tener cáncer, lo mejor es mandar a una persona mayor a la que no le importe tener una enfermedad dentro de 20 ó 25 años. Es radical, pero así lo dijo".

Otra noticia ha sido la suspensión de los transbordadores espaciales, que según Duque "no han funcionado como se esperaba que funcionasen. Fue un invento de los años setenta para reducir el coste de ir al espacio y realmente lo han aumentado considerablemente. No se ha conseguido que volar un transbordador sea como volar un avión y se han reducido los costes para aplicarlos en otras tecnologías.

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