El pasado 22 de noviembre se entregaron los premios del programa For Women In Science L'Óreal-Unesco a cinco científicas españolas, entre ellas a la investigadora del Departamento de Física Teórica I de la UCM, María del Prado Martín Moruno. El proyecto por el que ha conseguido este galardón es "un intento de comprobar si la relatividad general de Einstein, o alguna otra teoría de gravedad alternativa, describe nuestro Universo a todas las escalas observables". Madrileña, de 36 años, estudió Físicas en la UCM, luego hizo el doctorado en la UAM y la investigación para la tesis doctoral en el CSIC, en el Instituto de Física Fundamental. Tras pasar por instituciones de Nueva Zelanda y Portugal volvió de nuevo a la Universidad Complutense.
Las universidades son las responsables de presentar candidatas al premio L'Oréal-Unesco para jóvenes investigadoras menores de 40 años que todavía no tengan un contrato senior estable. Prado Martín Moruno conocía los premios L'Oréal internacionales aunque "creía que iban a ciencias de la vida y desconocía que también los hay nacionales y que premian a ciencias de la materia".
La investigadora vio el anuncio del galardón, contactó con la responsable en la OTRI. Mar Bellver, quien la animó a presentar un proyecto rápidamente y así lo hizo. La investigadora asegura que ella no cree que "la relatividad general esté mal, pero según vamos ganando precisión se pueden encontrar problemas con la teoría, así que la idea es ver, por ejemplo, que la energía oscura quizás no es necesaria, y que haga falta una teoría de gravedad alternativa que sea capaz de describir nuestro Sistema Solar y que de alguna manera podría haber dejado algunas huellas".
El proyecto premiado se centra en el estudio de las ondas gravitacionales, con las que Martín Moruno todavía no ha trabajado, pero "cuyos últimos resultados nos dicen que probablemente se propagan a la velocidad de la luz, y eso ha ayudado a descartar muchas teorías, así que estudiando más su fenomenología se podría restringir la familia de teorías viables o, tal vez, encontrar una huella observacional de una nueva teoría".
En la actualidad es colíder de una red europea, en concreto, de un grupo de trabajo de teorías de gravedad modificada y piensa que a las ondas gravitacionales se les puede sacar mucho más partido, o al menos lo espera, porque "las investigaciones, si estás con los ojos abiertos, siempre te llevan a algún sitio interesante, aunque quizás no siempre al lugar que te planteaste".
Visibilizar a las mujeres
El premio L'Oreal-Unesco está dotado con 15.000 euros que desde esta edición se dan a la institución para que luego lo gestione la investigadora, "implicando así a la universidad y a la científica, con el objetivo de visibilizar la labor de las investigadoras, sobre todo para buscar nuevas vocaciones".
Con ese mismo objetivo, este año incluso han comenzado una nueva campaña, de "science dating" entre niñas e investigadoras, para que las más jóvenes se interesen en las carreras científicas, tecnológicas, de ingeniería y matemáticas. Este encuentro se hizo antes de la entrega de premios, con 60 alumnas de colegios de Burgos y Valladolid, "que se había visto que tienen un potencial especial y a las que ya habían llevado a fábricas para ver cómo trabajan las ingenieras en mundo esencialmente masculinos".
Los grupos de unas 15 niñas iban pasando, unos 10 minutos con cada una de las premiadas, y allí preguntaban lo que querían, desde salidas laborales hasta estudios que pueden elegir según sus intereses e incluso sobre temas como agujeros de gusano, en el caso de la investigadora de la UCM. Prado Martín les habló tanto de la parte difícil en la estabilidad laboral como "de lo bonito que es tener una duda, estarte planteando mucho tiempo por qué algo es así y un buen día entenderlo y contárselo a otros para colaborar en el avance del conocimiento".
Recuerda la premiada, que cuando hizo el máster ella era la única chica de clase, "porque en Física Teórica siempre ha habido pocas chicas, aunque en encuentros como los realizados entre Portugal y España sí que se ve ha aumentado el porcentaje de mujeres".
A partir de los datos que ha conocido, "parece ser que todavía hay muchas niñas que se convencen desde el principio de que ellas no pueden hacer carreras de ciencias, y es una pena que las desmoralicen desde pequeñas". Por eso, aunque antes no veía mucho la necesidad de tener un premio para mujeres científicas, ahora sí entiende la necesidad de que se visibilicen a las mujeres, porque muchas, ella misma, llegaron al máster sin saber que el teorema de Noether, se llama así por Emmy Noether. Reconoce que ella ha sido investigadora sin tener modelos femeninos, "pero es cierto que a muchas chicas eso les puede animar más, así que sí, la visibilización es importante".
Trayectoria
Tras estudiar Físicas en la UCM y doctorarse en la UCM, realizó su tesis doctoral en el CSIC bajo la supervisión de Pedro González Díaz, "un genio, muy involucrado con la divulgación", algo en lo que la propia Martín Moruno también se interesó, porque vio "no sólo lo divertido que es hacerlo, sino porque hay mucha gente que quiere dedicar su tiempo libre en enterarse sobre la ciencia".
Cuenta que cuando empezó la tesis habían llegado ya "unas observaciones de supernovas que indicaban que nuestro universo está en expansión acelerada y eso no se puede explicar en el marco de la relatividad general a no ser que asumas ciertos componentes que no vemos o correcciones a las ecuaciones de Einstein, que él mismo quitó, pero que luego volvió a meter". Explica Martín Moruno que no se sabe por qué la constante gravitacional tiene el valor que tiene ni cómo interpretarla, así que su tesis fue "una descripción del Universo presente y futuro viendo el papel de la energía oscura, si realmente lo es, y no que la relatividad general no es válida a escalas cosmológicas. Y cómo eso afectaría a la evolución de los agujeros negros, e incluso, a si podrían existir agujeros de gusano".
Informa de que su artículo más citado es de la época de la tesis y en él postula un nuevo fin del Universo, "en concreto, de la gran congelación, que no hay que confundir con la muerte térmica".
Después del doctorado consiguió un contrato del Ministerio de Educación para irse dos años al extranjero, y eligió irse a la Universidad Victoria de Wellington, Nueva Zelanda, "justo a la antípoda de Madrid". Se fue allí porque quería trabajar con Matt Visser, porque le gustaba mucho su trabajo. Allí ahondó en temas como las teorías de gravedad alternativa, en particular en gravedad masiva y en bigravedad.
Tras irse tan lejos, la investigadora quería volver a Europa, "por eso de que la tierra tira", y encontró un puesto en el Instituto Superior Técnico de Lisboa, trabajando en un proyecto también de gravedad modificada. Estuvo allí seis meses y luego se cambió a la Universidad de Lisboa, "dos paradas de metro más allá", a un grupo del Instituto de Astrofísica y Ciencias del Espacio, que es "probablemente la unidad más grande de Europa que estudia esos temas", y que se fundó cuando Martín Moruno estaba allí.
Por fin volvió a la UCM con un contrato dentro del programa Juan de la Cierva al grupo de Cosmología y Astropartículas, del Departamento de Física Teórica, y allí ha colaborado sobre todo con Antonio López Maroto y José Alberto Ruiz Cembranos, además ha tenido la oportunidad de supervisar a estudiantes de máster y de grado, ha ayudado a la organización de una actividad dentro de la Semana de la Ciencia para intentar crear vocaciones entre los chicos y las chicas de los institutos.
Cuando acabó su Juan de la Cierva, la contrataron con dinero asociado a proyectos del propio Departamento, así que lo más probable, reconoce, es que los 15.000 euros del premio le sirvan para prorrogar el tiempo de su contrato en la Complutense.