Elena Pérez Monserrat es geóloga por la UCM y lleva 15 años trabajando en el Instituto de Geociencias (IGEO), centro mixto CSIC-UCM, en el grupo de Petrología Aplicada a la Conservación del Patrimonio. Dentro de ese grupo ha trabajado como técnico de laboratorio, contratada con cargo a proyectos con los que ha publicado un buen número de artículos... y desde 2010 es gestora de proyectos de un programa financiado por la Comunidad de Madrid y el Fondo Social Europeo centrado en geomateriales. Reconoce que su tesis doctoral tardó mucho en hacerla, porque "nunca tenía tiempo" pero al final ha resultado ser "lo mejor" que ha hecho en su vida. La tesis en concreto la ha escrito sobre los materiales de construcción del antiguo hospital de jornaleros de Maudes, "un edificio emblemático de la ciudad de Madrid", obra del arquitecto gallego Antonio Palacios, autor también del Palacio de Correos, el Círculo de Bellas Artes, el actual Instituto Cervantes... A raíz de esa tesis publicó en 2017 el trabajo La caliza de Morata de Tajuña, Comunidad de Madrid: una piedra tradicional de construcción en la capital a principios del siglo XX, en el Boletín del Instituto Geológico y Minero, que acaba de ser galardonado con el premio Manuel Fernández de Castro, en la categoría de autor novel o recién doctor.
Una de las excepcionalidades del hospital de Maudes es que "es muy moderno, se termina de construir en 1916, pero parece casi una catedral, como un edificio antiguo". Es así, de acuerdo con Elena Pérez Monserrat, porque Palacios trataba la piedra de una manera excepcional, "como si fuera a una cantera y allí mismo esculpiera el edificio, es decir, un tratamiento muy rústico, muy artesanal, donde se ve en el sentido más amplio y más bonito que las fachadas son paramentos pétreos, y ese es el interés principal que tiene su trabajo para una geóloga".
Hay una parte de la tesis, que es sobre la que se ha centrado el artículo premiado, que estudia la piedra de las fachadas, que es una caliza que proviene de Morata de Tajuña. Pérez Monserrat quiso hacer un trabajo, "especialmente en español, porque no le veía mucho sentido a publicar en inglés algo tan local", donde analizara desde distintos puntos de vista "lo excepcional que es ese edificio y lo excepcional que es esa piedra".
En el trabajo premiado se valoró, según Pérez Monserrat, el enfoque multidisciplinar que se da a la investigación, porque es "un trabajo muy exhaustivo, muy documentado, que recopila trabajos previos de profesores de Petrología de la Facultad de Ciencias Geológicas, de gente que ya está incluso muerta porque los primeros trabajos que se hicieron sobre esta caliza concreta son de 1910". Además, el trabajo no sólo incluye la parte geológica, sino que la investigadora contextualizó "la construcción, las canteras, los transportes, el gusto de Palacios por conocer y trabajar la piedra in situ...".
La caliza de Madrid
Dentro de la Comunidad de Madrid uno de los dominios geológicos principales es la cuenca terciaria continental del Mioceno, que es en definitiva la cuenca del Tajo, que se extiende más allá de la propia Comunidad. Pérez Monserrat aclara que, como su propio nombre indica, "en algún momento esa cuenca estuvo cubierta por aguas dulces, por ríos y lagos someros interconectados". En presencia de ese agua es donde se forman las calizas, que son "precipitación de carbonato cálcico", y en las partes altas de la cuenca es donde quedó el material más resistente, que son las conocidas como calizas del páramo, que son las que constituyen las mesas, las alcarrias, y que se pueden encontrar en todas las cuencas terciarias continentales de la Península Ibérica.
En la Comunidad de Madrid, históricamente han existido muchas explotaciones de caliza en diversas localidades, que la han extraído como material de construcción o para la elaboración de cal. Es muy conocida, según la investigadora, la caliza de Colmenar de Oreja, con la que se han hecho edificios como el Palacio Real o la Puerta de Alcalá. Era una piedra de muy buena calidad y al tener muy pocas impurezas de arcillas "tiene una blancura excepcional, es muy cristalina y se puede pulir, y eso gustó mucho a toda la nobleza porque recordaba al mármol de Carrara".
Aquella buena caliza dio fama, por contagio, a otras canteras cercanas, que no eran tan cristalinas, pero sí de buena calidad como fueron las de Morata de Tajuña, Loeches o Nuevo Baztán.
La elección de Morata
De entre la abundante documentación que se conserva en el propio edificio, Pérez Monserrat encontró una escritura de 1926 en la que se cuenta que el hospital se hizo por encargo de Dolores Romero, "una señora muy altruista y muy millonaria, viuda de un ferretero, que quiso dedicar parte de su fortuna a construir un hospital para jornaleros que no tenían medios para recuperarse de sus convalecencias".
El edificio se había construido entre 1909 y 1916, pero fue diez años después cuando Dolores Romero encargó esa escritura a una notaria, que es un documento en el que está exhaustivamente detallada toda la construcción del edificio, incluidos muchos datos de los materiales como que las fachadas estaban construidas con piedras de "las canteras de Cornicabra del paraje del Valhondo en Morata de Tajuña".
La investigadora se fue allí, y también al Museo del Ferrocarril, donde encontró otro documento que era una especie de panfleto publicitario de principios del siglo XX donde presentaban los productos de la cantera Morata de Tajuña con imágenes y muchos datos geoquímicos y otros hoy en día históricos, como por ejemplo que se había construido un ramal específico a la cantera desde el ferrocarril de Arganda. Aquello hizo, según la investigadora, que "se seleccionara esa piedra en lugar de la de Colmenar de Oreja, que seguía teniendo reservas, pero gracias a esa línea férrea, costaba mucho más barata la de Morata de Tajuña".
Aparte de ese transporte más económico, la explotación era bastante más sencilla que en otras canteras, porque "había muy poco estéril, había que retirar muy poca tierra y prácticamente los bloques de piedra que se extraían, mediante unas traviesas de madera y una especie de moretes de contención que colocaron, se podían volcar en el volquete que iba unido al ferrocarril".
Una cantera para un edificio
Informa Pérez Monserrat que en el edificio se ve muy bien como "según vas ascendiendo en la fachada, el material va siendo de peor calidad, porque en Morata de Tajuña había calizas muy buenas y otras que no lo eran tanto". Por ejemplo, el hospital tiene un muro perimetral y ahí también se ve ese uso de diferentes calizas. En la parte baja hay sillares de gran tamaño y piedra de muy buena calidad, "pero hacia arriba o en el trasdós del muro es mucho peor, se ve más brechificada, más heterogénea, incluso que se desmenuza...".
Por el tamaño de las canteras, por la envergadura del hospital de Maudes y por el tiempo de explotación de la empresa, la investigadora se aventura a decir que "prácticamente la pieza de buena calidad, o el uso de esa cantera de Morata de Tajuña como piedra de cantería para la ciudad de Madrid se puede acotar casi a la construcción de dicho hospital".
Reconoce que hay otros edificios en los que ella ha visto esa piedra, "algunos también de Palacios, como por ejemplo los talleres del ICAI, que en su parte baja también tiene esa piedra, en partes de la estación de Pacífico del Metro, una escultura que hubo en el Parque del Oeste o un palacete cerca de Chamberí".
Aparte, por supuesto, gran parte de los edificios de Morata de Tajuña también están construidos con esa piedar, aunque la caliza de esa zona "normal y tradicionalmente se ha utilizado para fabricación de cal".
Tras muchos avatares históricos, que le llevaron al punto del derribo, y tras restauraciones y rehabilitación, el antiguo hospital de Maudes en la actualidad es la sede de la Consejería de la Comunidad de Madrid de Transportes e Infraestructuras. La investigadora agradece a políticos y, sobre todo a los vecinos que lucharon por el edificio, que se haya conservado prácticamente tal y como se creó.