¿Cannabis: droga o fármaco? ha sido el titulo de la segunda sesión de Encuentros Complutense en torno a la Neurociencia y las Drogas, impartida por Manuel Guzmán, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Ciencias Químicas de la UCM. Al igual que en la primera de las charlas, Guzmán habló ante una llena sala de conferencias de la Facultad de Ciencias de la Información y recordó que "el cannabis es la sustancia ilegal más ampliamente consumida en nuestro país, porque se considera que tienes unos 4 millones de usuarios, y aparte tiene aplicaciones terapéuticas que se estima que en España pueden beneficiar a entre 100.000 y 200.000 pacientes". En su conferencia dejó claro que la línea entre droga y fármaco que caracteriza al cannabis no es tan gruesa cómo se podría pensar.
Manuel Guzmán comenzó su charla con una definición ampliamente aceptada de lo que es una droga de abuso: "aquella sustancia de uso no médico, con efectos psicoactivos, susceptible de ser autoadministrada y con potencial de generar problemas de abuso o dependencia". Según esa definición, la diferencia entre droga o fármaco no recae sustancialmente en una cuestión química, ni tampoco es una cuestión basada en cuestiones clínicas o de seguridad, ni tampoco es una cuestión social. Las diferencias más evidentes son que "una droga es de uso no médico, no está encaminada a paliar un cuadro patológico concreto, y además se autoadministra".
Otra diferencia crucial, entre las sustancias reguladas o las que no lo están, es el control de calidad del producto, algo que no te garantiza jamás el comprarlo en la calle al narcotráfico, porque nunca se sabe la composición exacta del producto que se está comprando.
THC y CBD
Explicó Guzmán que "el cannabis es una planta muy particular, con un mecanismo activo muy exarcebado, que da lugar a un gran número de compuestos, y entre ellos, unos que son exclusivos de esta planta, que son los que producen esa acción farmacológica tan característica de la planta en nuestro organismo".
Esos compuestos son los que reciben el nombre de cannabinoides, y cuya estructura química y sus propiedades se empezaron a dilucidar en los años sesenta del pasado siglo. De acuerdo con Guzmán, el grupo dirigido por el profesor Robert Mechoulam, en esa década empezó a caracterizar estructural y funcionalmente los principios activos del cannabis, de los que hoy en día se conocen aproximadamente unos 150 cannabinoides diferentes. Añade el profesor de Químicas, que "cada planta de marihuana produce un tipo distinto de mezclas de cannabinoides, aunque existe un acuerdo muy amplio de que hay uno que destaca sobre todos los demás, que es el THC (tetrahidrocannabinol). El THC es al cannabis lo que, por ejemplo, es la cafeína al café, lo que la cocaína es a la hoja de coca, lo que la morfina es al opio...".
Aparte del THC, entre los otros muchos cannabinoides que se conocen en la composición de la planta es destacable el cannabidiol (CBD). Este es un compuesto que químicamente tiene dos anillos en lugar de tres como el THC, así que su estructura tridimensional es muy distinta, y eso hace que tenga una estructura farmacodinámica diferente.
Hoy en día se sabe que entre las propiedades farmacológicas del CBD destacan algunas que contrarrestan los efectos no deseados, en terreno terapéutico, del THC. "Para el uso medicinal del cannabis es más recomendable, por tanto, utilizar preparaciones de la planta que estén equilibradas entre CBD y THC, porque son más seguras y ofrecen una ventana terapéutica mucho más amplia que las preparaciones que muchas veces se consumen en el uso recreativo, que son muy ricas en TCH y muy bajas en CBD, y por tanto con un riesgo en salud mental más elevado, sobre todo en el colectivo de los adolescentes".
Medicamentos derivados
En los años 80 surgieron los primeros ensayos clínicos con cannabinoides y también los primeros medicamentos aprobados por la FDA de Estados Unidos con cannabinoides en su composición. En concreto, se comenzaron a utilizar para paliar las náuseas y los vómitos asociados a la quimioterapia, así como para incrementar el apetito en algunos tipos de cáncer.
Después hubo una segunda ola de medicamentos, asociados a la esclerosis múltiple, o como analgésicos para diferentes cuadros de dolor crónico y neuropático, y también aparecieron los primeros programas estatales de dispensación de cannabis medicinal.
Entre los sesenta y los noventa hubo estudios bastante descriptivos, pero no se conocía el mecanismo de acción molecular. Aclara Guzmán que "hubo que esperar unos treinta años para entender cómo actúan molecularmente en nuestro organismo, gracias a moléculas receptoras situadas en la superficie de muchas de nuestras células, entre ellas las neuronas, que son capaces de reconocer, captar y recibir los cannabinoides en nuestro organismo".
Receptores de cannabis
Por tanto, el THC no actúa de forma no específica en nuestras células, sino que lo hace a través de unas proteínas que recibieron el nombre de receptores cannabinoides. Hoy en día se conocen dos tipos, asociados a dos genes que existen en todos los vertebrados y en algunos invertebrados que codifican para estas proteínas.
Un gen que codifica para el tipo CB1, que es el más ubicuo en nuestro organismo, no sólo en el sistema nervioso, sino también en otros órganos de la periferia; y el CB2, localizado fundamentalmente en el sistema inmune. Es decir, que "sólo las células de nuestro organismo que tengan estos tipos de receptores van a ser sensibles a los efectos del cannabis".
En el sistema nervioso, muchas neuronas tienen altísimos niveles de receptores de cannabinoides, así que el THC va a producir efectos muy notorios en nuestro sistema nervioso central. Aunque se acumule de forma masiva en el tejido adiposo, los adipocitos tienen muy pocos receptores para los cannabinoides, así que los efectos sobre este son mucho más leves que en las neuronas.
De dónde salen esos receptores
Los científicos se preguntaron por qué nuestras células tienen receptores específicos para reconocer un compuesto que no es de nuestro organismo, sino que está en una planta que ni siquiera ha coevolucionado con nosotros. Y más todavía, ¿por qué están también en el resto de vertebrados e incluso en algunos invertebrados?
La respuesta es que "esos receptores no están diseñados para recibir a una molécula exogéna, sino para unir moléculas endógenas de nuestro organismo, así que lo que hace el THC es mimetizar la acción de esas moléculas". El propio grupo de Mechoulam caracterizó también los endocannabinodes, es decir, moléculas que produce nuestro organismo y que se adhieren a receptores específicos celulares.
El siguiente paso fue saber si todas las neuronas tienen receptores cannabinoides, pero se vio que no era así. Las principales zonas cerebrales que sí tienen más receptores de este tipo, y que son las más susceptibles a sus efectos son el córtex prefrontal, donde abundan los receptores CB1, que son los responsables de los efectos cognitivos que producen los cannabinoides; los ganglios basales, implicados en la actividad motora; el cerebelo, también implicado en la coordinación motora; el hipocampo, relacionado con la memoria; el hipotálamo, que aumenta el apetito y disminuye la temperatura corporal; la amígdala, que controla las emociones; el núcleo del tracto solitario, que inhibe las náuseas y los vómitos; muchas terminaciones nerviosas, que producen un efecto analgésico...
Por tanto el sistema cannabinoide, blanco de la acción neurobiológica del THC, nos ayuda a relajarnos, a comer, dormir, olvidar y proteger nuestro organismo de diferentes efectos tóxicos.
Su uso como droga
Asevera Guzmán que cuando hablamos de uso recreativo de una sustancia pensamos en un uso moderado, responsable de una sustancia no ligada a ningún problema de salud. Un mal uso, por otro lado, está asociado a una sobredosis; un mal uso prolongado es el paso intermedio hasta el proceso de dependencia, basado ya en un cuadro clínico que implica que una sustancia pasa a ser el núcleo de la vida del usuario.
"Se puede asegurar que los cannabinoides no son sustancias que maten, no son neurotóxicos, no actúan sobre centros de sistema nervioso que puedan dar lugar a paradas cardiacas", aclara el conferenciante. Pone como ejemplo, que "en 2016 los opioides en Estados Unidos mataron a 64.000 personas, mientras que toda la guerra de Vietnam mató a 58.000 combatientes americanos, y frente a ello, el cannabis no produce muertes, aunque sí puede llevar a una sobredosis que da lugar a pérdida de conocimiento, caída de tensión, alteraciones fisiológicas y mentales". También te puede llevar a "un mal viaje y un brote psicótico que es el principal riesgo del cannabis. Es un factor de riesgo psiquiátrico, mucho más en la adolescencia que en un adulto, y también lo es más un cannabis muy psicótico, con mucho THC y poco CBD".
El uso continuado del cannabis produce tolerancia, al igual que otros muchos fármacos y drogas. También puede producir dependencia, aunque "comparado con otras drogas es más suave, aunque también existe un síndrome de abstinencia, aunque más suave y pasajero que el de la nicotina, el alcohol y los opiáceos".
En Estados Unidos, y según los datos ocurre igual en todo el mundo, un 9% de consumidores, recreativos y terapéuticos, tienen problemas de dependencia con el cannabis. Así que "entre un 5 y un 10% pueden presentar esos problemas, lo que le sitúa en la parte baja de las listas de otras muchas sustancias, que la encabezan los opiáceos, luego la cocaína y sus derivados más tóxicos, seguido por alcohol, tabaco, barbitúricos y benzodiacepinas. Y ya después el cannabis y otros enteógenos, es decir, sustancias vegetales o preparados con propiedades psicotrópicas".
A pesar de todo, "no hay que banalizar lo que puede hacer el cannabis en nuestro organismo, y eso que en la inmensa mayoría de personas, especialmente los adultos, no provocarán ningún tipo de problemas sobre la salud".
El uso como medicina
El cannabis se lleva utilizando al menos cinco milenios con efectos terapéuticos y farmacológicos, con acciones asociadas a preparaciones de la planta bien balanceadas entre THC y CBD, y esas son la preparaciones que se siguen buscando en el uso medicinal, ya los hay aprobados por Estados Unidos y Europa.
Informa Guzmán que en la actualidad han implementado los programas de dispensación de cannabis medicinal gobiernos conservadores en lugares como Canadá, Israel y Alemania, así que no concuerda con una idea ideológica, sino que hay un componente farmacológico y otro sociológico. El cannabis proporciona la posible personalización, combinando diferentes ratios de TCH y CBD, aunque muchos de esos ratios no se permiten con los fármacos existentes.
Uno de los grandes problemas actuales es el precio del producto. De acuerdo con Guzmán, el tratamiento con Sativex, el único fármaco aprobado en nuestro país, de media cuesta unos 10.000 euros por paciente y año. El Epidiolex, que acaba de aprobarse en Estados Unidos para el tratamiento sintomático de las epilepsias refractarias infantiles, se ha calculado que cuesta unos 32.500 dólares por paciente y año. "Son cifras abrumadoras que se caen por su propio peso por su coste, prohibitivo para la mayoría de los pacientes".
Como medicina, se usan hoy en día, fundamentalmente para el tratamiento del dolor a largo plazo, porque a corto plazo apenas funcionan. Otro uso bien establecido es para la espasticidad, es decir la rigidez muscular, que tiene lugar en pacientes de esclerosis múltiple. Por supuesto, para la inhibición de las náuseas y los vómitos, asociados a la quimioterapia, y también se aprobaron para el tratamiento de la pérdida de apetito y de peso, asociados al cáncer y el sida. Uno de los efectos más recientes es la acción de los cannabinoides, en concreto del CBD, sobre las convulsiones, especialmente la de las epilepsias refractarias infantiles. Hay estudios observacionales que intentan explotar las funciones antiinflamatorias de los cannabinoides, como algunas enfermedades intestinales, donde parecen medicamentos prometedores en el futuro.
Concluyó Guzmán asegurando que se espera que en el futuro, más o menos cercano, los cannabinoides nos ayudarán a paliar síntomas de distintas enfermedades neurológicas y oncológicas, donde podrían reducir los efectos secundarios, mejorando la calidad de vida de pacientes crónicos altamente debilitados. De hecho, "en eso es en lo que mejor puntúan los cannabinoides en los estudios clínicos, porque una única medicación puede tener varios efectos beneficiosos".
Las particularidades del THC Por su composición, la primera propiedad fisicoquímica que se intuye del THC es su alta lipofilicidad, su poca capacidad de ser disuelto en soluciones acuosas. Se disuelve muy fácilmente en lípidos y disolventes orgánicos, pero es poco compatible con el entorno acuoso de nuestro organismo, y eso determina sus propiedades farmacológicas. Es una molécula que entra en el organismo y le cuesta distribuirse entre los tejidos porque no se transporta bien por el plasma sanguíneo, y poco a poco alcanza distintos rincones del organismo.
Químicamente hablando, el THC va a estar más cómodo en los tejidos con mayor componente lipídico, en primer lugar el tejido adiposo donde van a parar algo más del 80% de los cannabinoides que se introducen en el organismo. Allí se quedan almacenados y van poco a poco saliendo y accediendo al hígado para que los haga más hidrofílicos y permita su excreción, algo que tarda días y no horas como con otras sustancias.
Entre un 5 y 10% de los cannabinoides se dirigen al cerebro, en función de la vía en la que se introducen en el organismo, y allí es donde ejercen sus principales funciones bioactivas.
Por todo ello, el THC es una sustancia de altísima permanencia en nuestro organismo, lo que hace que sea detectable en un test anti drogas mucho tiempo después, pero también que no cree un síndrome de abstinencia muy acentuado, porque no existe una retirada brusca como sí ocurre con otras muchas sustancias psicoactivas. |