La Biblioteca Histórica ha acogido el XXIII Foro hispano-británico, organizado por la Fundación Hispano Británica, en el que han participado Thomas Mole, actual titular de la Cátedra Hispano Británica; Ana Belén Sánchez Prieto, profesora del Departamento de Historia de América y Medieval y Ciencias Historiográficas de la Universidad Complutense, y José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, decano de la Facultad de Documentación. Moderados por Fidel López Álvarez, presidente ejecutivo de la Fundación Hispano Británica, han debatido sobre la pervivencia de los libros en papel frente a los electrónicos. Su conclusión es que los dos formatos convivirán durante muchos años, pero que cada uno de ellos tendrá un uso diferente de lectura, aunque en un futuro se avista la posibilidad de lectores que prescindan de los libros tal y como los entendemos hoy en día.
El decano José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, reconoció que el tránsito del libro del papel al electrónico es un tema de actualidad que "nos hace preguntarnos sobre si va a triunfar uno o si convivirán armónicamente en el futuro". En ese debate, entra directamente la sostenibilidad desde el punto de vista económico del mercado y si las editoriales apostarán solamente por uno de los dos formatos. Gonzalo Sánchez-Molero asegura "como investigador, el libro electrónico es lo más adecuado por su mayor difusión, para la difusión colectiva, mientras que el libro en papel sigue siendo nuestro amigo y nuestro compañero muy personal". Eso le lleva a apostar porque "probablemente convivirán los dos formatos en el futuro, ya que van dirigidos a un lector muy distinto".
El profesor de la Universidad de Edimburgo, Thomas Mole, señaló que "hay muchas cosas que hacemos que no son fáciles de replicar en e-books. Los libros en papel están muy introducidos en nuestras sociedades, escribimos mensajes en ellos, y nos sirven para comunicarnos unos con otros. Es difícil hacerlo con e-books, con los que es más difícil el uso social, los rituales sociales". Eso le lleva a concluir que "esos rituales o evolucionarán o desaparecerán".
Opina Mole que "si leemos el libro en un dispositivo electrónico es muy fácil hacer al mismo tiempo otras cosas como comprobar el correo, o hacer la compra, así que es otra forma diferente de leer , que incluye muchas posibilidades de distracción". Cree, de hecho que "los lectores del futuro leerán tanto como nosotros, pero quizás no leerán libros, porque son unidades de información, y esa experiencia puede que sea menos común, incluso en lectores habituales, que preferirán leer fragmentos para completar la información. Es parecido a ver vídeos cortos de Youtube, en lugar de ver películas", y aunque parecer una opinión muy personal, en realidad es algo que "ya hacemos de alguna manera, con la lectura de periódicos".
La profesora Ana Belén Sánchez Prieto, reconoce que ya no lee casi nunca un libro en papel, porque tiene un problema de vista, así que en el libro digital puede hacer zoom todo lo que quiera. Sánchez Prieto defendió las grandes bibliotecas digitales, como el Proyecto Gutenberg, "que nació en 1971", y la posibilidad de que los libros de texto sean digitales y gratuitos, con alternativas como los "libros de texto modulares, donde se añade información cada poco tiempo y que son una auténtica revolución".
Para la profesora de Documentación este "es un momento muy emocionante y no parece factible que haya una vuelta atrás al mercado tradicional de la edición, aunque hay que distinguir, como dice el decano, entre los libros de placer y los de investigación, así que las dos opciones seguirán coexistiendo durante muchísimos años".
Opina, por tanto, que "nuestros hábitos de lectura deben cambiar, aunque habrá que ver si estamos preparados para ello". Esta dificultad estriba en que, según un estudio americano, nuestra atención no va más allá de unos pocos minutos, y es que "parece que la atención está disminuyendo poco a poco, por los saltos que hacemos de una cosa a otra de manera constante. No tenemos tiempo ni para aburrirnos, porque si lo tenemos cogemos el móvil y jugamos, o leemos o navegamos... Nuestro cerebro necesita aburrirse de vez en cuando, y ahora tenemos demasiados estímulos".
La promoción de la lectura
Fidel López Álvarez interviene en el debate recordando que lo importante no es en qué formato se lea, sino que se lea, lo que plantea la pregunta de cómo se pueden llevar a cabo políticas de promoción de la lectura. El decano de Documentación recuerda que llevamos prácticamente cien años con esas políticas, tanto en Europa como en América Latina, y no han funcionado demasiado bien. Para él tampoco tiene mucho sentido hacer esas políticas centrándose en el libro electrónico, "porque al final la que hacemos es una lectura muy superficial, pasando muy rápido la información, y es difícil por tanto promover así la lectura, al menos si lo que se busca es la mejora del nivel cultural e intelectual de una sociedad".
Mole tiene claro que leer significa muchas cosas, una clase de leer, la del placer parece realmente adecuada para los libros de papel, mientras que los libros electrónicos permiten acceder a muchos textos diferentes buscando información, así que parece que "nuestros hábitos de lectura toman la forma de aquellos dispositivos que usamos". Sánchez Prieto introduce la variable de género, porque en algunas comunidades se puede entender que "los chicos no leen, que eso es una cosa de chicas", y en esos casos quizás "leer en un dispositivo tecnológico puede animar a los chicos".
Mole cita al autor Jonathan Franzen quien asegura que hay dos clases de lectores. La primera son los que leen de manera extensiva, con sus padres que leen y que les animan a leer y tienen libros en casa, mientras que la segunda son los que leen porque deben hacerlo. "La primera clase puede ser cultivada y si quieres que tu hijo lea lo mejor es leer tú mismo, así es como se crea la cultura de la lectura", reconoce el catedrático. Informa además que en Escocia hay un programa que cada año da a los niños una bolsa llena de libros, y para algunos de ellos es la primera vez que lo reciben, es algo poderoso como nuevo material, porque "estar rodeado físicamente de libros es una manera de comenzar a leer".
Audiolibros y traducción
Otra forma de acceder a los libros, cada vez más habitual, son los audiolibros. Mole reconoce que en un principio le provocaron cierto rechazo porque "leer no es un proceso natural, nadie nace leyendo, es algo que hay que aprender, y hace falta un proceso en tu cerebro diferente a escuchar, aunque eso igualmente requiere una serie de habilidades". De todos modos, ahora considera que los audiolibros no tienen que ser vistos como algo inferior, ya que probablemente los que los utilizan absorben la información igual de bien que si leyeran, aunque eso sí los audiolibros tienen un impedimento importante que es el paso de la lectura a la escritura, porque "escribir es una habilidad que sólo se adquiere cuando se lee".
Algo que en su país y en todo Reino Unidos sólo se suele hacer en su propio idioma, ya que "por desgracia, que la traducción es una parte muy pequeña en el mercado británico". La explicación que da Mole es que quizás son "muy malos aprendiendo idiomas" y no muestran el interés necesario por otras culturas. Confía de todos modos en que la situación mejore, y aunque parece que "este momento no es demasiado bueno, porque ahora se rechazan otros idiomas e incluso otras culturas, hay algunos espacios para el optimismo, porque hay una situación actual que también nos está moviendo a ser más cosmopolitas, y eso quizás haga que los lectores de libros estén más abiertos a las traducciones".
El decano de Documentación recuerda que "hay un predominio del inglés muy notable en el libro que circula a través de la red, y es así porque Internet y las primeras bibliotecas digitales surgieron en Estados Unidos, donde la sociedad ya utilizaba el ordenador de manera masiva". Aquello provocó una situación de rechazo en algunos ámbitos lingüísticos, como en Francia, y así surgieron otros proyectos para que otros idiomas tuvieran gran presencia en la red, que han desembocado en Europeana, un intento de que todas las lenguas europeas estén presentes en un espacio de cultura gratuita.