El ciclo "La maestría es un grado", que se celebra desde hace tres años en la Facultad de Geografía e Historia, recibió el pasado 15 de enero a Eduardo Rodríguez Clavo, batería del desaparecido grupo musical Gabinete Caligari y licenciado en Historia del Arte por la UCM. Clavo dedicó su intervención a repasar el devenir musical e iconográfico en los tiempos de la "movida madrileña", término que al contrario de la opinión de muchos de los protagonistas de aquellos años "a mí me parece muy apropiado".
Lo que ya no está tan claro es si aquellos años de la movida, que para el profesor de Musicología Julio Arce, quien se encargó de presentar al invitado, tiene un alto componente "mítico", realmente supusieron un antes y un después desde el punto de vista estrictamente musical. Para el profesor Arce, lo cierto es que el interés de aquel periodo quizá sea más importante desde el punto de vista sociológico, antropológico o de la historia cultural que desde su efectiva contribución a la evolución musicológica. No obstante, lo que está claro es que "la movida" sirvió para que nuestro país pasara de una época "rancia", como la denominó Rodríguez Clavo, a otra si no moderna, "porque yo considero que en España no habido modernidad -señaló Clavo"-, sí postmoderna".
El valor musical de lo que sonó durante aquellos primeros años de la década de los 80 en la sala Rockola primero, y en las emisoras de radio después, ya es algo más discutible, como reconoció el propio Rodríguez Clavo, Edy Clavo, como se le conocía entonces. Para él, el verdadero valor de la música que tocaban grupos como Gabinete Caligari hay que buscarlo en el efecto catalizador que supuso para esa revolución cultural que se vivió en aquellos años. En cuanto a la música en sí, Clavo destaca la influencia del punk en todo aquel proceso. El punk acabó con el adormecimiento que vivía el rock en aquel momento, representado por el denominado rock sinfónico, y significó no solo un cambio estético, sino que "nos mostró que cualquiera teníamos la posibilidad de tocar sin tener ni idea. Bastaba con un poco de desparpajo y mucha cara; dos acordes y cuatro ritmos y el resto ya lo aprendimos sobre la marcha"
Clavo, no obstante, reconoce características propias a la música que se hizo en España en aquellos años, sobre todo en lo referente a la iconografía, que vino a recuperar y poner en valor ciertos aspectos de españolidad, que ahora se pondrían considerar un tanto "rancios", pero que entonces convivieron con lo que venía de fuera, desde la urbanidad más sucia al más puro look warholiano.