Tras despedirnos de él, cerca del Metro de Ciudad Universitaria, miramos hacia la puerta principal de la Facultad de Farmacia. Calculamos que del suelo al tejado no habrá más de quince metros. "¡Nos ha dicho que sube un desnivel de 1.500 metros en un recorrido de apenas 7 kilómetros y medio!. ¡Es decir, un desnivel cien veces mayor que este edificio... y además con unos esquís en los pies y por la nieve!. ¡Este tío es... Superman!".
El nombre del "superhéroe" es Manuel Picón. Nació en Madrid en 1995, este año ha comenzado a estudiar Fisioterapia en la UCM, y el deporte que practica se llama esquí de montaña. Como explica Manuel, una competición de este deporte consiste en subir caminando sobre unos esquís un desnivel de 1.500 metros a lo largo de un recorrido de alrededor de 7 kilómetros y medio, para luego lanzarse ladera abajo sobre esos mismos esquís a los que al llegar a la cima retira las pieles que les permiten no resbalar en la nieve. "Sí, la verdad es que para hacer esto hay que estar fuerte", señala sin darle demasiada importancia.
El esquí de montaña es una modalidad bastante desconocida en España, aunque en otros países, sobre todo los nórdicos, sí tiene muchos adeptos. No obstante, el hecho de no ser en la actualidad una disciplina olímpica le resta popularidad. "De esto no vive nadie. No hay ayudas de ningún tipo. Solo ganas lo que te dan por ganar una competición y algo por la publicidad que llevas".
Manuel conoció la existencia de esta modalidad deportiva por Internet. "De pequeño iba mucho con mis padres y unos amigos suyos a la montaña, y al hijo de estos amigos y a mí nos gustaba mucho la competición. Por entonces hacíamos bicicleta de montaña. Un día vimos que había una competición de esto en La Pinilla y allí fuímos. Al acabar la prueba como pudimos, se nos acercó gente de un club y nos propusieron apuntarnos para practicar este deporte más a menudo".
Manuel se apuntó. Tenía entonces 12 años. Hoy está entre la elite mundial junior de esta disciplina. "El año pasado no tuve una buena temporada, pero esta espero quedar entre los 4 ó 5 primeros en el Mundial. Hace dos ya fuí bronce", comenta Manuel.
Si ser capaz de acabar una prueba de estas características y, además, hacerlo entre los mejores ya parece algo sobrehumano, lo cierto es que aún lo es más los sacrificios que Manuel hace en su día a día no solo para entrenar sino también para compaginarlo con sus estudios. Su jornada comienza a eso de las 7 de la mañana cuando se levanta en su casa de Moralzarzal (localidad a unos 50 kilómetros de Madrid). Coge el autobús y se presenta en Moncloa. Otro autobús y llega aCiudad Universitaria. Cinco horas de clase en la Facultad de Fisioterapia, y a eso de las dos el recorrido inverso hacia su casa. Ya son las tres de la tarde. Es el momento de comer, pero hay que hacerlo rápido porque antes de las cinco tiene que estar en Navacerrada, donde le espera su entrenador, José Feliciano, uno de los pioneros de este deporte en nuestro país. En la montaña está entre dos horas y media y tres. Después, vuelta a casa "y a estudiar un ratillo antes de dormir".
Además, dado que Navacerrada no tiene ni las extensiones ni los desniveles necesarios para entrenar en condiciones, a lo largo del año Manuel hace la maleta para concentrarse durante algunos periodos en Sierra Nevada o en los Pirineos. En verano, tampoco pierde la forma y participa en carreras de montaña.
Al día siguiente de estar con él, Manuel nos envía un mail: "Por favor añade a la entrevista que no hubiese llegado a este nivel si no hubiese sido por mis padres, que han sido los que han creído en mi desde pequeño y quienes con sus aportaciones me han demostrado el apoyo que tengo por su parte". Encima, es buen hijo.