Thomas está desesperado porque todas las actrices que ha probado para el papel protagonista de la obra que quiere montar son un desastre. Cuando está a punto de marcharse aparece una mujer que le trastocará totalmente su noche y, posiblemente, su vida.
El guión de esta película es una auténtica maravilla de la intertextualidad. Por un lado está la novela original del siglo XIX de Leopold von Sacher-Masoch, por otro la obra teatral de Davis Ives en la que se basa la película y por último el guión del filme firmado por el propio Ives y por el director Roman Polanski. El guión es tan inteligente que permite pasar de un texto al otro sin que haya grandes saltos y sin que chirríe nada, y no sólo eso, sino que además en un momento dado es capaz de cambiar el papel que interpretan los dos únicos actores del filme sin que haya menoscabo en la historia. Por supuesto, es un guión complejo con elementos que quizás puedan ser pedantes, pero también divertidos, como el perro de la novia (que sólo existe a través del teléfono móvil) y que se llama Derrida como el filósofo francés de la deconstrucción del lenguaje. Quizás haya incluso una cuarta (y quinta) intertextualidad con los decorados de un musical basado en La diligencia de John Ford, que se inspiraba a su vez en un relato de Guy de Maupassant en el que la mujer tenía un peso muy relevante.
Todo ese guión, que podría ser un simple artificio sin una buena forma se acompaña con la labor magistral en la dirección de Polanski. Nadie como él parece controlar en estos momentos el manejo de la cámara en espacios reducidos y con escasos personajes. Ya le demostró antes con La muerte y la doncella y Un dios salvaje, para mí dos de sus obras maestras. Yo creo que lo próximo que debería hacer es un filme con un único actor. Me apuesto algo a que con su manejo sutil, pero genial de la cámara sería capaz de hacernos creer que el espacio está lleno, al igual que ocurre en La venus de las pieles. Aquí con un pequeño teatro, una iluminación no demasiado aparatosa, un decorado cutre de cartón y dos actores logra hacer una película redonda, aunque no perfecta. Para mí la escena final sobra y la podía haber terminado justo un minuto antes, aunque respetando la cita bíblica que nos lleva de vuelta al libro de Sacher-Masoch.
En cuanto a la pareja protagonista no hay ningún pero que ponerles. Están los dos absolutamente prodigiosos y Amalric incluso nos recuerda al propio Polanski, en lo que sería un juego de intertextualidad más.