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Crítica de cine: Monuments Men, de George Clooney

Texto: Jaime Fernández, - 3 MAR 2014 a las 14:02 CET

Un militar estadounidense interesado por el arte propone al gobierno de Estados Unidos crear un pequeño grupo que se pueda infiltrar en la Europa de finales de la Segunda Guerra Mundial para intentar salvar el mayor número de obras artísticas.

Robert M. Edsel y Bret Witter escribieron el libro sobre este pequeño grupo de amantes del arte, y luego George Clooney y Grant Heslov lo convirtieron en guión al parecer cambiando alguna cosilla como la relación un tanto pícara entre los personajes de Matt Damon y Cate Blanchett que nunca ocurrió en realidad, pero que le da un poco de gracejo sensual a la historia. Gracejo un tanto pacato, eso sí, porque la idea que flota sobre todo el filme es: los americanos somos muy buenos y los demás son muy malos, sobre todo los nazis y los rusos. El mensaje es bastante pueril y además es directo, porque queda expresado en palabras dos veces a lo largo del metraje por si acaso alguien no se ha dado cuenta. Cuesta entender por qué Clooney incluye ese texto patriotero sobre que Estados Unidos lucha por salvar a la civilización.


George Clooney dirige de manera correcta, y algunas escenas tienen una gran belleza, como la llegada a una de las playas del desembarco de Normandía. Lo que no funciona muy bien es el intento de crear una cierta tensión en el avance de las tropas rusas frente a las americanas. Los rusos son unos tipos fríos con pinta de malos bastante maniqueos, algo que también sorprende en alguien que dirigió Buenas noches y buena suerte. Tampoco se entiende muy bien por qué en algunos momentos intenta que la película gire hacia la comedia con escenas tan larguísimas como la de Matt Damon pisando una mina. Al filme le sobra metraje, sin lugar a dudas, y en su arranque recuerda, una vez más, a la saga de Ocean's Eleven. Quizás lo mejor de todo sea la banda sonora de Alexandre Desplat.


Los actores americanos ya sabemos que son buenos en general y este caso no es una excepción, aunque tampoco se puede decir que nadie sobresalga sobre los demás, es decir, que nadie brilla con especial intensidad. Quizás lo más divertido sea ver a Matt Damon hablando un francés tan lamentable, que todos los que hacen de franceses en el filme le piden que cambie a inglés para poderle entender. Una gracia que se pierde en el doblaje, o por lo menos en el tráiler lo que se ve es a un Matt Damon hablando normal y a una Cate Blanchett poniendo el acento absurdo ese que tienen los franceses, según los dobladores epañoles.

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