Mamadou Dia llegó a Canarias en mayo de 2006. Tenía 22 años. Lo hizo tras navegar durante seis días junto a otras 84 personas en un cayuco de apenas 12 metros de eslora. Antes de salir de Dakar (Senegal) prometió que si lograba alcanzar El Dorado europeo escribiría un libro en el que contaría su experiencia. Cumplió su promesa y en 2011 publicó 3.052, titulado así en referencia a los kilómetros de distancia que existen entre Dakar y Murcia, donde vive. En él cuenta su dramática e infrahumana experiencia a bordo del cayuco, cómo se quedaron sin agua ni comida, también sin combustible y cómo estuvieron convencidos de que iban a morir. En su libro, Dia también escribe sobre la desilusión que le inundó cuando descubrió que aquella Europa civilizada e idealizada que le habían contado no era tal, que la pobreza aquí también existe y que las oportunidades que un joven africano tiene para escapar de ella son muy escasas.
Mamadou Dia acudió el pasado 12 de marzo a la Facultad de Trabajo Social para compartir sus pensamientos con dos grupos de alumnos de esta titulación. Lo hizo, como él destacó, hablándolos de igual a igual, de alguien que no tuvo más remedio que abandonar su país en busca de un futuro mejor a otros que, posiblemente, tendrán que emprender un viaje hacia otra parte en busca de un trabajo que aquí difícilmente van a encontrar. "Hoy nos entendéis mucho mejor -señaló el joven senegalés-, al igual que nosotros entendemos lo que sentís. Es el momento de hacer juntos la misma revolución. Es la hora de luchar contra un sistema criminal que nos impide vivir con alegría en nuestros países. El mundo necesita un cambio, una vuelta al humanismo y somos los jóvenes quienes la tenemos que provocar".
Para Dia el sistema capitalista no tiene sentido alguno, "no puede haber un crecimiento infinito en una Tierra infinita". De acuerdo con él, en África, como ahora en muchos lugares de Europa, los pueblos han sido las víctimas de esa desatada ansia económica. "Mi país, Senegal, fue colonia francesa durante cien años, y antes vivió cuatro siglos de esclavitud, en los que cuatro millones de hermanos fueron deportados a América, Cuando nos liberamos no lo hicimos del todo y una deuda externa cuatro veces superior a nuestro Producto Interior Bruto aún nos mantiene atados. Francia dice que se rige por la liberté, fraternité y egalité, pero la libertad se la robaron a mis abuelos, con la fraternidad dividieron nuestra tierra separando nuestros pueblos y con su egalité crearon la desigualdad en el mundo, permitiendo que un francés viaje a África cuando quiera, pero que un africano no pueda hacer el viaje al revés". Dia asegura que antes de embarcar en el cayuco solicitó dos veces el visado en la Embajada Francesa. "Cumplía todo lo que pedían, pero las dos veces me lo denegaron sin más respuesta que un papel en la puerta de la Embajada que decía que cumplir todos los requisitos no garantizaba el visado".
Tras su experiencia en el cayuco "que cambió mi vida y mi forma de pensar", Dia buscó integrarse en la sociedad española e incluso se hizo voluntario de Cruz Roja y ayudó a otros que llegaron en cayucos como él. Dice que su prioridad siempre ha sido ayudar a los demás y, por ello, hace un par de años fundó una ONG con la intención de ayudar a los niños y mujeres de su pueblo, Gandiol, situado al Norte de Senegal. Hahatay (carcajada), como ha denominado la ONG, busca un futuro mejor para esos niños y evitar que se vean obligados a realizar el mismo viaje que hizo él. Así, convencido de que "el futuro está en África", ya ha organizado varios viajes en los que lleva a jóvenes españoles a conocer el lugar donde creció y de esta manera "ganarlos para la causa". Además, ha invertido en un gallinero en el que cada vez trabajan más niños y mujeres, y que próximamente ayudará a ampliar. "El objetivo es que todos podamos ser felices en el lugar en el que queramos y nadie nos obligue a tener que salir. El futuro está en casa".