El director general del CIEMAT (Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas) opina que hay que prepararse para un futuro cercano muy difícil.
En la actualidad el planeta Tierra acoge a unos 7.000 millones de habitantes y las predicciones son que para final de siglo seamos unos 10.000 millones. Cayetano López, director general del CIEMAT, define la situación como una "bomba demográfica". Una bomba que puede tener su detonante en la energía. Algunos opinan que la solución para el futuro pasa por reducir el consumo, pero López, con los datos en la mano, explica que "la energía es un problema sencillo de enunciar, pero casi imposible de resolver".
Para explicar por qué es así, el director del CIEMAT presentó un gráfico en el que comparó los países según su Índice de Desarrollo Humano con el consumo de energía. Dicho gráfico muestra una curva ascendente vertiginosa y luego una recta casi sin pendiente. Los países menos desarrollados se encuentran en la parte de la curva y los más ricos en la recta, que coincide con los lugares donde hay un mayor derroche energético. Afirmar que es necesario reducir el consumo, de una manera global, no sería, en palabras de López, ni justo ni ético, porque para que los países alcancen un Índice de Desarrollo Humano mayor es necesario que aumenten su consumo de energía. Y resulta que tres cuartas partes de la población mundial se encuentran en esos países que necesitan aumentar su consumo energético para crecer económica y socialmente.
Combustibles fósiles
El problema se agrava además por la enorme dependencia mundial de los combustibles fósiles. Sumando el petróleo, el carbón y el gas natural, suponen el 88 por ciento de las energías primarias utilizadas en todo el mundo. (En España suponen un 80 por ciento). Cayetano López considera que un esquema energético así es "insostenible, es absurdo, porque los combustibles fósiles son extremadamente contaminantes, finitos y están distribuidos de manera heterogénea". Afirma López que con este esquema se puede resistir "como mucho" dos generaciones más.
No se sabe cuándo se acabará el petróleo, pero lo que sí es un dato conocido es que la cantidad de petróleo que se encuentra es ya menor que la que se consume, con lo cual el final es inevitable.
A eso hay que añadir la cantidad de emisiones de CO2 que los humanos hemos dispersado por los mares y la atmósfera. En los últimos 150 años se han disparado los niveles y ya estamos en 385 partes por millón en la atmósfera. Informó López de que si seguimos al ritmo actual "nos plantaremos en 800 partes por millón y nadie sabe lo que ocurrirá". Frente a todo esto, sólo queda entonar un "mantra", que no es otro que: "reducir el contenido en carbono de las fuentes de energía primarias". Algo también fácil de decir, pero realmente difícil de llevar a la práctica por la dependencia que tenemos de los combustibles fósiles.
El futuro cercano
Lo ideal sería poder sustituir parte de esos combustibles por las energías renovables, pero hoy en día son caras e intermitentes. Es cierto que en algunos campos como la energía eólica se ha avanzado bastante en los últimos años y se ha abaratado bastante el precio kilowatio/ hora, pero todavía queda mucho por avanzar. España es uno de los países que más energía renovable utiliza como energía primaria (hasta un 26 por ciento), pero en la media mundial está en torno al 2 por ciento.
El principal problema está en los transportes que dependen, en un 94 por ciento, de los combustibles fósiles. Opciones como el biodiesel o el bioetanol han demostrado ser poco eficientes y más contaminantes que el propio petróleo, al menos en sus primeras generaciones. Ya hay proyectos mejores en marcha con algas o biomasas celulósicas, pero de momento están lejos de poder dar respuesta a las necesidades energéticas.
Por todo ello, Cayetano López concluyó que vamos por un "camino bastante malo y peligroso y lo mejor es prepararse mental y tecnológicamente para un futuro cercano en el que habrá dificultades energéticas y medioambientales". Para evitarlo habría que ahorrar energía en los países más desarrollados, "diversificar el menú energético y cambiar la mentalidad sobre la energía". Una de las posibles soluciones para ahorrar, aunque impopular, sería aumentar el precio de la energía