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Jueves, 5 de diciembre de 2024

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Crítica de cine: Snowpiercer, de Bong Joon Ho

Texto: Jaime Fernández, - 28 ABR 2014 a las 13:46 CET

En julio de 2014 todos los países se ponen de acuerdo para lanzar un producto a la atmósfera con la intención de frenar el cambio climático. Como es previsible, la cosa sale muy mal y aceleran una nueva era glacial. Los pocos supervivientes son aquellos que se han metido en el estrambótico tren de un millonario más estrambótico todavía.

El director Bong Joon Ho y el guionista Kelly Masterson llevan a la pantalla el cómic postapocalíptico francés Le Transperceneige. Como casi todo filme catastrófico, el mundo del futuro es un desastre en el que se han agudizado las luchas de clase, aquí representadas en los diferentes vagones de un tren que van desde la miseria humana más salvaje hasta los lujos más desaforados. La historia de unos pobres que intentan romper con su estatus social y avanzar hacia adelante también la hemos visto en otras muchas películas (recientemente la saga de Los juegos del hambre y también en Elysium), pero aquí lo de avanzar es más literal que en cualquiera de esas historias. De hecho, el guión está lleno de momentos delirantes y surrealistas en los que los protagonistas pasan, por ejemplo, de una zona de batalla a machetazos a un jardín donde una señora hace ganchillo, a una clase con niños repelentes, a un acuario o a una fiesta salvaje con drogas y depravación. El guión también incluye una cierta reflexión sobre los desmanes del ser humano y sobre la incapacidad de mejorar incluso cuando quedan cuatro gatos sobre el planeta. El mal parece estar implícito en el comportamiento de nuestra especie y el castigo, casi-divino, también es algo que espera al final del camino.


La anterior película conocida de este director coreano fue The Host, en la que un monstruo arrasaba Seúl para comerse a unos cuantos viandantes. Desde entonces Bong Joon Ho (o Joon-Ho Bong) ha aprendido mucho de su oficio y ha mejorado, sobre todo, en el rodaje de escenas de acción. Hay que tener en cuenta que además las peleas, las fiestas y las revoluciones están constreñidas al estrecho espacio de un vagón de tren. Y el director consigue salir del paso con bastante buena nota.


El protagonista es un desconocido Chris Evans, que es el antihéroe opuesto a su papel en la saga del Capitán América. Frente a él, al final del tren y ejerciendo de dios, no podía estar otro que Ed Harris, el actor que se ha ganado ese papel con otros muchos roles desde los que ha dominado el mundo con su sobriedad maquiavélica. Tilda Swinton está tan exagerada que tiene mucha gracia.

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