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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Martes, 23 de abril de 2024

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Entrevista a Luis García Montero: "Un maestro es alguien que te puede cambiar la vida, porque te convierte una asignatura en un destino"

La casa de Luis García Montero es un remanso de paz librero en el centro de Madrid. Por allí corretea su cariñoso gato, Negrín, y uno puede tomarse una copa tranquilo mientras habla de literatura, ya sea de la tercera novela que acaba de publicar el escritor, Alguien dice tu nombre, o de su paso por la última Feria del Libro de Madrid.

- El mundo editorial declara pérdidas desde hace años y sólo se salva con acontecimientos como la Feria del Libro que se acaba de celebrar en Madrid y que supone un buen porcentaje de las ventas del sector de todo el año. Usted ha firmado varios días y en varias casetas, ¿cuál ha sido su sensación de esta edición de 2014?
- Tengo la opinión de los libreros y de algunos editores, cuya expresión es "optimismo moderado". Algunos dicen que ha ido mejor que el año pasado y otros que más o menos, pero esto es siempre muy difícil de contrastar, sobre todo desde la experiencia personal. Tiene mucho que ver con el lugar en el que está la caseta, porque hay unos mejores que otros, y también con cuestiones de azar. Por ejemplo, a mí me dicen que el segundo fin de semana fue más flojo de lo esperado y sin embargo ese es el fin de semana en el que más firmé. El tercer fin de semana parece ser que fue el peor para todos, porque tal y como está la economía, los desahogos no llegan hasta el día 15.


- ¿Este tipo de ferias son útiles para un escritor, más allá de las ventas de sus libros?
- Creo que la Feria del Libro es realmente una feria de lectores y de relación especial entre los escritores y esos lectores. Hay que tomárselo de esa manera y no desde la competencia de quien vende más y firma más, porque de esa manera las cosas se ensucian. Dentro de los lectores que tiene cada cual, tanto en número como en calidad, a mí me parece que es un momento de relación estupenda. Yo mismo he ido a muchas ferias del libro con una obra querida para que me la firme un escritor al que admiro, porque me gusta tener un libro que quiero personalizado. Y como autor me he encontrado con muchos lectores que me han contado cosas interesantes. No siempre las experiencias son buenas, por ejemplo, el otro día estaba firmando y pasó un señor que me dijo: "socialdemócrata, sinvergüenza, vendido al capitalismo, llamazarista", y se fue. Me dejó con la boca abierta por todo el rencor que llevaba ese señor dentro contra mí. La verdad es que ese tipo de sorpresas son las menos.


- Cuéntenos alguno de los buenos momentos.

- Los mejores son cuando se acerca alguien y por alguna razón te cuenta que formas parte de su educación sentimental. Me parece que ese es el mejor premio para un escritor, cuando alguien te cuenta que con este poema de amor se declaró; o que con ese poema se consoló tras un fracaso; o que en un momento muy difícil, donde estaba pensando quitarse la vida, se consoló con la poesía y acabó con un libro mío en las manos, o alguien que te cuenta de un ser querido que ha muerto y que tenía la costumbre de leer determinado libro, o determinado poema. Cuando te das cuenta de que la literatura forma parte de la educación sentimental de la gente, comprendes cuál es su eficacia y su sentido.


- ¿Cuál es ese sentido?

- Uno defiende con orgullo una idea de la utilidad, porque ¿qué es lo útil? Cuando a uno se le muere un padre o le deja una novia, a lo mejor una lavadora es menos útil que un buen libro, por lo menos para intentar ordenar otra vez tus sentimientos.


- ¿Estas ferias no albergan también a famosos, con libros que están muy lejos de esa calidad literaria a la que usted se refiere?

- Hay grandes colas de gente que va armada con la máquina de fotografía o con un móvil en las manos para hacerse fotos con el personaje mediático de turno, pero también hay otro tipo de filas compuestas por lectores que vienen a conversar con un autor de lo importante que ha sido para ellos, en cualquier momento de su vida, una página literaria.


- ¿Esas al final son historias sencillas de gente sencilla como las que aparecen en sus novelas?
- Gente sencilla que necesita buscar la dignidad en la vida, y que necesita sobrevivir. Por ejemplo, el año pasado llegó una pareja de homosexuales y me contó una historia en la que tiene que ver un poema mío. Llevaban tiempo como amigos, pero ninguno de los dos se atrevía a confesarle al otro que tenían un sentimiento más allá de la amistad, y además les daba vergüenza. Un día, en el que uno cogía el tren para irse de Madrid, el otro le dio un sobre con un poema que era una declaración de amor y con una nota explicando que si quería esa relación se bajase en la primera estación y se volviese a Madrid, en caso contrario que siguiese camino a su ciudad. Le dijo que no la abriese hasta que no estuviese el tren en marcha y lejos de la ciudad. El viajero abrió el sobre, leyó la declaración de amor, se bajó en la primera estación, volvió a Madrid y cuando vinieron a verme se acababan de casar. La gente te cuenta muchas historias de este tipo.


- ¿Diría que la educación sentimental de la que ha hablado, es el argumento principal de su última novela?
- Hay muchos temas. Cuenta la historia de un muchacho de diecinueve años, que ha hecho primero de Románicas, que se queda a trabajar durante el verano en una editorial que vende enciclopedias, y en ese verano tiene también una iniciación al amor, al erotismo, a la vida en general y a la literatura. El personaje descubre que aprender a vivir es como aprender a escribir, porque yo creo que la literatura es inseparable de la vida.


- ¿Hay mucho de autobiográfico?

- En el libro hay muchos recuerdos autobiográficos, pero me ha interesado que el protagonista tenga más edad que yo, que fuese de una generación inmediatamente anterior a la mía. Es así, porque hay una serie de cambios que se dan en los años sesenta, que yo vi de niño, pero me interesaba que el protagonista no sólo los viese, sino que también tuviera conciencia para interpretarlos y para vivirlos por dentro. En ese sentido me he distanciado biográficamente para utilizar como voz a alguien de otra generación, aunque allí he encerrado muchos recuerdos personales míos. Por ejemplo, yo he querido hacer una declaración de admiración por mis maestros, así que la relación que tiene el protagonista con su profesor de literatura no es la que tienen mis alumnos conmigo, sino la que yo he tenido con mis maestros. Un maestro es alguien que te puede cambiar la vida, porque te convierte una asignatura en un destino. Y convierte un simple empleo, como ser profesor de literatura, en un verdadero oficio, cuando el trabajo se convierte en una parte fundamental de la vida, y determina el carácter de la vida, la ética que quieres... El trabajo es el primer ámbito de compromiso con la sociedad y cuando el maestro convierte tu inclinación en verdadero destino y verdadera pasión, es cuando ha cumplido con su trabajo, que es comprometerte con la sociedad.


- ¿Eso es lo que hace usted como profesor en la Universidad de Granada?

- Yo prefiero que eso lo digan mis alumnos, pero claro que a mí me gusta que se interesen por lo que digo y por la literatura. Me da mucha satisfacción cuando me comentan que he conseguido contagiarles o cuando me los encuentro al cabo de los años y me dicen que recuerdan las clases, pero analizar eso no me corresponde a mí. Lo que sí te puedo decir es que los alumnos, como los jóvenes en general, nos ayudan a mantener los ojos abiertos. Yo me doy cuenta de que la vida va pasando, de que la historia pasa también, y que muchos de los referentes que para mí eran cotidianos con veintipocos años, cuando empecé a trabajar en la universidad, ya no son comunes entre los jóvenes. El profesor no puede desinteresarse de todo eso, porque es como con los hijos, que lo que les afecta a los alumnos forma parte de tu vida. Así que hay que estar con los ojos abiertos en una doble dirección, es decir, a ver si aprendo yo a darle valor a las cosas que hoy lo tienen para ellos y a ver si consigo que entiendan el valor que pueden tener cosas que están olvidando y que merece la pena que conserven.


- ¿Cómo puede hacer eso un profesor?
- Yo creo que la clave está en la palabra vocación y es mucho lo que tienen en común las gentes con vocación de algo. Un médico tiene que ser bueno, y eso significa o ser un buen médico o ser un médico bueno. Es decir, estar muy preparado como médico o ser una persona que trata bien al enfermo, que le comprende. La vocación consigue unir al buen médico con el médico bueno y lo hace igual con los escritores y con los maestros.


- Su novela Alguien dice tu nombre y los poemas de su último libro de versos, Un invierno propio, tienen títulos muy elaborados. ¿Pasa mucho tiempo pensando en ellos?

- Le doy muchas vueltas a los títulos y te confieso que esta novela se iba a llamar, en principio, En cómodos plazos, porque hay un juego con el significado de la venta a plazos y de relación con el futuro que tiene que ver con muchas discusiones políticas que tuve en mi juventud. La discusión entre revolución o reforma, sobre si hay que cambiar las cosas a plazos o sobre si hay que ir a tocateja a por ellas. En un momento dado me pareció una fórmula de frase hecha y se me quedó un poco fría, así que decidí buscar un título más literario y elegí el de Alguien dice tu nombre porque en la novela tiene mucha importancia el lenguaje. En las sociedades que renuncian al diálogo, a los espacios públicos y al entendimiento, el lenguaje se empobrece mucho. Basta con un ok. En las sociedades opuestas, el lenguaje es mucho más rico porque nos permite conocer la realidad. En ese sentido, creo que un compromiso de todo ciudadano es la defensa de un lenguaje rico y la oposición al empobrecimiento del lenguaje. Y dentro de las palabras, los nombres tienen mucha importancia. Las personas somos una conversación con la realidad, no somos seres aislados, y a veces quien configura tu identidad es aquel que te nombra, que te pone nombre o que lo pronuncia en situaciones determinadas.


- Dice en su poema La verdad no es un punto de partida: "escribo para que me lean". ¿Es una confesión?

- Para que la literatura se cumpla es tan importante la labor del que escribe como la labor del que lee. El libro es un espacio público donde se produce un diálogo y si no hay un lector que haga suyo y que habite lo que tú has escrito, el hecho literario no existe, no se cumple. Por eso me da tanta rabia que cuando se habla de lectores se reduzca la discusión a un asunto mercantilista, y que se confunda el pensar en el lector con el escribir para vender mucho. No se trata de eso. Un verdadero escritor, cuando piensa en el lector, piensa en él mismo como lector, piensa en esa sensación que tuvo con 13, 14 o 15 años con un libro en las manos que le conmovió, que le hizo vivir, que le formó y que le dio sentido a muchas cosas. Así que la aspiración de cualquier autor es que el lector viva aquello que él vivió cuando era un lector adolescente, o lo mismo que vive a lo largo de las edades según va pasando el tiempo.


- ¿Es más fácil llegar al lector con la prosa que con la poesía?
- De hecho es así, pero los buenos lectores de poesía son también buenos lectores de novela, y los lectores de novela que a mí me interesan son también lectores de poesía. La novela tiene otros soportes como la intriga o la ficción que no tiene la poesía, que es un ejercicio literario más desnudo y por eso quizás llega a menos gente. Te confieso que si yo estoy haciendo ahora novelas no es porque piense tener más lectores, porque a mí me ha ido bien en la poesía. De hecho, en España abundan, en un 95 por ciento, las novelas que no alcanzan más de 4.000 lectores y hay libros de poesía que pueden llegar a 35.000 lectores sin que sea un acontecimiento demasiado raro.


- ¿Por qué se ha concentrado entonces en la novela?

- Ahora se cumplen 35 años de mi primer libro de poesía y cuando uno lleva todos esos años escribiendo poesía los miedos cambian. Cuando uno es joven, escribe por impaciencia porque tiene miedo a no tener mundo personal, a no tener una palabra personal, y lo busca sin descanso. Ahora mi miedo es a repetirme como esos escritores que publican un libro detrás de otro sin aportar nada nuevo a su obra. Yo tengo la sensación de que lo que yo podía aportar a la poesía en español, está ya en un 90 por ciento aportado. Por eso me he puesto la disciplina de escribir poesía muy lentamente, sólo cuando necesite algo que crea yo que es una aportación a mi obra anterior.


- Ha comentado en alguna ocasión que la literatura es la mejor metáfora del contrato social democrático. Como republicano, ¿le parece democrática esta España en la que vivimos?
- A mí me gustaría que España fuese una república federal, porque creo que socialmente y para la vida de las personas, más que la independencia de algunas zonas, sería interesante construir entre todos la ilusión de un proyecto social que dignificase la vida, bastante deteriorada, de los ciudadanos. La diferencia de opiniones permite la convivencia, pero lo que no lo hace es la mentira. Hay cosas que me parecen mentira, por ejemplo que sea compatible una monarquía, donde se traslada el poder de manera biológica, con una democracia, que depende de la soberanía de los ciudadanos. Y cuando se repite una y otra vez que los españoles le debemos la democracia al rey, me parece que es un falseamiento de la historia y además una concepción muy preocupante de lo que es la democracia. La democracia depende de la soberanía popular, es un derecho político de los ciudadanos y es una raíz fundamental del pensamiento moderno y todo eso no es un regalo que nadie te lo dé. La monarquía española es una perpetuación de las elites económicas del franquismo y ese ha sido el verdadero papel de Juan Carlos I.

Los intelectuales y el fútbol
Luis García Montero es un auténtico aficionado al fútbol, seguidor del Real Madrid y también de la selección española. Asegura que este año lo está viviendo "con una sensación de malestar" tanto cuando ganan los suyos, como cuando pierden. Le molestó la "debacle de la selección" y se alegró mucho cuando "el Real Madrid ganó la décima", pero lo vive con distancia porque "está totalmente entristecido por los caminos en los que se está precipitando el fútbol en España". De acuerdo con García Montero, "un palco de un estadio de fútbol no puede ser como los cotos de caza de la época del franquismo, donde iban los grandes gerifaltes del régimen a hacer negocios". Tampoco le gusta nada al escritor que se "vuelvan locos en los talonarios y que se estén pagando esas cantidades desmesuradas a los jugadores, o que se manipulen los ingresos de la televisión que hacen que se convierta en un espectáculo televisivo más que en un deporte".
A pesar de esas críticas, sigue disfrutando de un buen partido de sus equipos, entre los que incluye al Granada. "Como niño de provincias tengo doble militancia, el equipo de mi ciudad, y el Real Madrid", afirma entre risas. Considera que el "fútbol es un fenómeno social a meditar, y son incomprensibles los intelectuales que lo desprecian, porque es un acontecimiento que involucra a una parte muy importante de la población".
Esa relevancia que tiene el fútbol también en la vida de García Montero hace que el tema se acabe colando en sus novelas. En Mañana no será lo que Dios quiera está "muy presente el Oviedo, que era el equipo de Ángel González, y que le llenaba de ilusiones en la posguerra". En la segunda novela que habla de las diferencias generacionales, No me cuentes tu vida, "el único espacio de confluencia que encuentra el padre con el hijo es el fútbol que hace que los domingos haya un respiro donde pueden ir y sentarse juntos en el Santiago Bernabéu"· En la tercera novela, el Granada baja a segunda división y además está la noticia del secuestro de Di Stefano, con lo que el autor aprovecha "para meter también al Madrid".

 

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