En el año 1983 dos terroristas de ETA refugiados en Bayona desaparecen sin dejar rastro. Doce años después, un policía de Alicante encuentra dos cuerpos que podrían ser los de aquellos jóvenes y reabre un caso que dejó entrever la parte más sucia de la democracia española.
El guionista Joanes Urkixo lleva desde 1987 trabajando, sobre todo en el medio televisivo vasco. En esta ocasión lo que hace es utilizar los informes policiales, así como las transcripciones de los juicios que siguieron al caso de Lasa y Zabala. Asegura Urkixo que han quitado partes de la caracterización de los guardias civiles implicados porque muchas veces eran esperpénticas y la película podía haber derivado en comedia. Y está claro, que la historia que se cuenta es cualquier cosa menos una comedia.
Otra cosa que quieren destacar tanto el guionista como el director, Pablo Malo, es que esta no es una historia de buenos y malos. Es cierto que la narración del filme se hace del lado de los terroristas, pero en ningún momento se justifican sus asesinatos. De hecho, en el guión se incluye a un joven abogado que hace el contrapunto del magistrado que defiende sin crítica a los etarras. Está claro que algunos no han visto así la historia y consideran que es una manera que tienen los vascos de querer inventarse "su" memoria histórica. También han acusado a la película de estar financiada por Bildu. La realidad es que no existe "su" memoria histórica, sino que existe "una" memoria histórica, y que incluye, por supuesto, los asesinatos del GAL, así como los de ETA, y que ambos son igual de execrables. En cuanto a lo de la financiación, en realidad cuenta con el apoyo de la Consejería de Cultura del Gobierno Vasco, así que decir que esta película la ha pagado Bildu es como decir que Torrente 5 es un filme financiado por el PP porque ha recibido dinero del Ministerio de Cultura, quien por cierto también ha financiado Lasa y Zabala.
El director había hecho un par de películas de escaso impacto, pero aquí consigue rodar un thriller en el que no duda incluir las torturas de manera bastante explícita, recordando así a la denuncia que en su día hizo Pilar Miró en El crimen de Cuenca. Puede ser que no haga falta cebarse en la violencia cruda, pero es evidente que es la mejor manera de que cualquier espectador la rechace y que lo que vea le parezca abominable.
Al frente del reparto está un Unax Ugalde tan correcto como siempre en su papel de abogado defensor de un caso muy, pero que muy difícil.