Desde 2007 Álvaro Marchesi ha ocupado la secretaría general de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). Su relevo en este puesto le llegará a principios de 2015, así que este es un buen momento para hacer un balance sobre su paso por esta institución y también para hablar sobre educación, uno de sus temas predilectos. Aprovechamos que acaba de publicar su último libro Calidad de la enseñanza en tiempos de crisis para que nos reciba en su despacho.
- En la introducción de este ensayo apunta que la crisis es doble, tanto económica como de valores éticos. ¿Cuál es la que está haciendo más daño?
- Yo creo que la crisis económica es la que más sufren los ciudadanos, pero si no se resuelve la crisis ética tenemos serio riesgo de que la económica se mantenga más tiempo. La primera es más inmediata y la otra es la que más indigna. La hemos percibido durante años, pero en estos momentos la crisis ética se ve con una fuerza tremenda y con razón la ciudadanía está indignada.
- ¿Será también más difícil de superar esa crisis ética?
- La económica es complicada, pero la ética es más difícil porque está más arraigada a un tipo de costumbres, de normas y de valores. Ha habido un largo tiempo donde ha habido una cierta laxitud en relación con determinados comportamientos, así que atajarlos llevará tiempo. De todos modos, percibo que hay una movilización más fuerte en la sociedad para conseguir una ética colectiva, mientras que con la crisis económica hay como más resignación. Las dos juntas es lo que nos debe llevar a una regeneración colectiva, y hablo de regeneración en un sentido progresista que tenga en cuenta la equidad y la igualdad de los ciudadanos, algo que desgraciadamente se está perdiendo, porque los datos que tenemos nos indican que la brecha social y económica entre los ciudadanos españoles cada vez es más amplia. En medio de la crisis los más ricos siguen ganando más dinero, así que la crisis afecta fundamentalmente a los sectores más populares y eso no puede ser.
- Ha hablado de la equidad, un término que aparece siempre en sus escritos y discursos. ¿Diría que esa equidad ha sido el pilar de toda su actividad profesional?
- Es la aspiración en la que me he movido durante muchos años y creo que es el gran objetivo en los tiempos actuales: conseguir reducir las desigualdades, porque eso es un factor de cohesión, de integración social y de bienestar colectivo. Yo me he movido más en el campo de la educación, pero también soy consciente de que sin una mayor igualdad en la sociedad difícilmente se llega a una mayor igualdad en la educación. Hay que cambiar las reglas sociales para que la educación también se beneficie de ese cambio y se logre una mayor igualdad. En mi último libro señalo una situación que no deja de ser paradójica y es que uno de los países europeos con más desigualdades sociales, como es España, es también uno de los tres países, según el informe PISA, que más equidad e igualdad tiene en la educación. Yo sostengo que la sociedad tiene una enorme influencia en la educación y, sin embargo, aquí la educación ha jugado de parapeto para las tendencias desiguales de la sociedad. El riesgo que yo empiezo a percibir, y que se va a constatar por desgracia en los próximos años, es que la crisis socioeconómica y las nuevas leyes van a terminar con esa paradoja y van a hacer que las desigualdades sociales penetren en la educación y se amplíen de una manera muy importante y muy desgraciada.
- ¿Con las nuevas leyes se refiere a la LOMCE, la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa?
- Es una ley que no ha sido en modo alguno sensible a los temas de la igualdad. Se ha preocupado por mejorar un poco las condiciones de las mejores escuelas, de los mejores centros y de los mejores alumnos. No niego que a los mejores les pueda venir bien, pero eso no tiende a reducir las desigualdades existentes ni a cuidar que todos los alumnos tengan condiciones mejores. Es una ley que pone muchos obstáculos para los alumnos y que es muy exigente con ellos con evaluaciones, exámenes y reválidas, algo que yo no comparto. De todos modos, si al mismo tiempo se pusieran en marcha los apoyos, los recursos y los medios para aquellos que tienen condiciones sociales más desfavorecidas y más dificultades de aprendizaje, una cosa equilibraría la otra, pero todo esto no se incluye en la ley. Por el contrario, pone muchos obstáculos y multiplica los problemas para los sectores populares al reducir los apoyos, y además no se ha valorado suficientemente que una buena parte de los alumnos no sólo se van a ver privados de estos recursos en la educación, sino que en su entorno familiar viven una situación muy dura que se agravará. Son casos de paro prolongado, falta de expectativas, dificultad de llegar a fin de mes... En ese entorno, estudiar es muy complicado y los malos resultados muchas veces no dependen de que el alumno no se esfuerza, sino de que para esforzarse necesita un mejor entorno. En ese marco en su conjunto las previsiones son muy negativas y uno se asusta del daño que se puede provocar, un daño que luego es difícilmente reparable porque esas generaciones van a tener serias dificultades.
- ¿Podría la LOMCE afectar a niveles superiores de educación, como la universitaria?
- En principio la ley no afecta al mundo universitario. Los alumnos que normalmente llegan a la universidad, que son un 40 por ciento, seguirán llegando, porque la LOMCE afectará sobre todo a los colectivos que normalmente no llegan a la universidad, sobre todo a aquellos que tenían más dificultades de estudiar la educación postsecundaria. Eso sí, el mundo universitario va a seguir pensando siempre que el pasado fue mejor, que los alumnos ahora llegan muy mal formados, con la ley anterior, con esta y con la siguiente. Al igual que los de bachillerato piensan lo mismo de los de la ESO, los de la ESO de los de primaria y los de primaria de los de infantil. Uno siempre tiende a añorar, no sé por qué, unos viejos tiempos, cuando llegaban alumnos mucho más selectivos. Cuando yo estudié en la universidad, de esto hace ya muchos años, los alumnos que terminábamos el bachillerato a los 16 años éramos el 10 por ciento de la población mientras que ahora termina un 80 y estudia el cien por cien. Todos esos que se quedaban fuera, ahora entran, por suerte. En definitiva, que no creo que afecte a la universidad, a no ser un poco en el sistema de acceso, pero no veo un impacto especial.
- De todos modos, la LOMCE se ha implantado sin demasiado futuro porque todos los partidos, a excepción del PP, han prometido que la van a derogar en cuanto estén en el poder. ¿Qué opina usted?
- Pues yo no tengo claro si derogar la LOMCE es la mejor opción. Yo derogaría sus artículos más ideológicos, los que son especialmente negativos desde mi punto de vista, como las reválidas, la religión y la alternativa a la religión que puntúan para la nota final... En fin, los dos o tres artículos más ideológicos y a partir de ahí yo lo que haría, si yo gobernara y no voy a hacerlo, sería buscar un acuerdo equilibrado que tenga en cuenta temas como la financiación, el desarrollo profesional de los docentes, los núcleos básicos del currículum, cómo conseguir que no abandonen los alumnos, la mejora de la calidad, el incentivo a las escuelas para que tengan proyectos propios... Intentaría llegar a un acuerdo una vez que se retirasen esos artículos que han despertado una mayor animadversión. Si se suprime toda una ley eductiva y hay que volver a empezar, la ciudadanía piensa que nunca se avanza. Sería suficiente con un pacto de aspectos muy básicos, sobre los ejes fundamentales y a partir de ese acuerdo, según gobierne un partido más conservador o más progresista, la educación puede modular la gestión aquí o allá, pero poco más.
- La idea que gravita sobre el tema de la educación es que ha habido demasiados vaivenes desde la LOGSE, en cuyo diseño e implantación usted tuvo un importante papel como director general de Renovación Pedagógica y secretario de Estado de Educación. Usted sin embargo opina que no ha habido tantos cambios como la gente piensa.
- Si usted ve lo que han cambiado las leyes fiscales o las de la vivienda lo han hecho muchísimo, sin embargo en la educación los sistemas que se han establecido desde 1990 han incorporado pequeños cambios. Ahora la LOMCE tampoco cambia la estructura, sino que lo que cambia es una perspectiva ideológica que introduce elementos muy competitivos, muy conservadores y muy poco equitativos. Se habla a veces de que hay 17 sistemas y eso no lo comparto de modo alguno, y no lo hago por sus efectos prácticos. Si hubiera 17 sistemas educativos no podríamos homologarnos a Europa, pero en realidad en toda España se estudia más o menos lo mismo, los maestros enseñan más o menos lo mismo y las oposiciones son más o menos las mismas. Lo único que cambia entre las comunidades autónomas es la lengua, sobre todo las que tienen una lengua propia, y las ciencias sociales, que están más centradas en su propio territorio. Las competencias fundamentales son muy parecidas y por eso PISA puede evaluar a todos los españoles. A mí el sistema autonómico que ha aproximado la gestión a los individuos me parece muy, pero que muy positivo.
- La LOMCE también tiene un claro carácter centralizador. ¿Ese es otro de sus grandes defectos?
-No lo comparto porque creo que no es una buena idea. Los datos de PISA dicen que hay varias comunidades autónomas cuyos resultados están significativamente por encima de la media de los países de la Unión Europea, como Asturias, Castilla León, el País Vasco y Navarra. Y son todas comunidades muy descentralizadas, y no digamos el País Vasco, pero es que sus competencias en castellano con la LOGSE, la denostada LOGSE, son mejores que la media de España. Su porcentaje de abandono escolar no pasa del 12 por ciento, mientras que la media española está en el 27. Así que la centralización no tiene ningún sentido.
- Usted siempre defiende la LOGSE, pero si no ha sido tan mala, ¿por qué ha sido tan denostada?
- Creo que no es mala, pero es complicada de llevar a la práctica, y más en contextos difíciles como los actuales. Los sistemas educativos más fáciles de gestionar y para dar clase son aquellos en donde los alumnos que plantean más dificultades están fuera. Muchos alumnos no quieren estudiar, así que si los obligas a estar ahí se hace todo más difícil y eso es lo que pasa en la secundaria obligatoria. Hay alumnos que no quieren estudiar, que han perdido pie, que ya no entienden nada de lo que cuenta el profesor, pero tienen que estar ahí y para un profesor eso es muy complicado y entonces es cuando dicen que esto de la LOGSE complica la vida de los alumnos y de ellos mismos. Yo lo entiendo perfectamente, y para solucionar eso tendríamos que poner en marcha algunas iniciativas y fundamentalmente reforzar la educación infantil y la primaria. La clave de la secundaria está en la primaria, no está en separar a los alumnos, sino en que todos los alumnos tengan las competencias para empezar la secundaria. El Estado debe dar más apoyo, recursos y tiempo de estudio a aquellos que lo necesiten.
- ¿Se puede mantener la calidad con menos recursos?
- Hay una relación entre recursos y calidad, pero mediada por otros factores. Los recursos hay que saber invertirlos bien, en los sectores que más los necesitan y, por ejemplo, en profesores que apoyen a los alumnos, en buscar que los centros y las escuelas estén abiertos más tiempos para que los alumnos puedan ir allí por las tardes a repasar y preparar las clases... Invertir en otras cosas quizás no sea tan necesario. Por ejemplo, las escuelas infantiles deberían ser mucho más accesibles a los alumnos porque hoy en día el acceso en la Comunidad de Madrid a una escuela infantil pública es carísimo, es más barato ir a una privada. Algo falla aquí, porque si es carísimo los sectores populares no pueden ir, y más en tiempos de crisis. Hay que invertir bien para que la mayor parte de los niños empiecen a aprender, a socializarse y a tener experiencias educativas desde los primeros años, pero en cosas así es donde se ven los modelos ideológicos.
- Sin recursos, con una sociedad cada vez más multicultural, con la llegada de tecnologías de la información... ¿Es posible conseguir una educación de calidad?
- La educación española ha mejorado razonablemente durante estos últimos años. Los datos, comparados con los europeos, de escolarización, resultados y oferta son razonables y a veces incluso positivos. Lo que sucede es que en los años 90 y comienzos de los años 2000 los profesores tuvieron que enfrentarse a tres reformas: la LOGSE, la incorporación masiva de personas inmigrantes y las nuevas tecnologías. Hoy las tres están bastante asumidas. La educación obligatoria ya es algo asentado. Los inmigrantes ya están más incorporados y ya no llegan alumnos con 14 o 15 años, sino que llegan de pequeños y dentro de poco llegarán los hijos de los inmigrantes de segunda generación que ya son prácticamente "de los nuestros". Y las nuevas tecnologías ya forman parte del quehacer diario. Así que tenemos un sistema, por suerte, bastante más asentado que hace diez años. Todos los profesores han pasado años difíciles para adaptarse y ahora la dificultad, que es de otro tipo, es que los recursos son más escasos, pero por supuesto que se puede hacer educación de calidad.
"Me siento mucho más multicultural y más latinoamericano"
"He conocido una nueva realidad y he aprendido a conocer otras culturas, a otras personas y otros estilos de vida. Desde aquí he apoyado una educación de calidad que incluya la equidad, y eso forma parte de las Metas Educativas que se han planteado en Latinoamérica. Me voy satisfecho por haber puesto en marcha ese gran proyecto que han acordado todos los países y que se evalúa cada año. Me siento mucho más multicultural y más latinoamericano tras mis siete años aquí". Así resume Álvaro Marchesi su paso por la OEI, donde ha sido el secretario general durante ese tiempo.
En enero de 2015 le sustituirá Paulo Speller, curiosamente psicólogo como él. "Y no sólo psicólogo, además es profesor de universidad y progresista, con lo que tenemos un perfil similar. Fue una propuesta del gobierno brasileño y me alegro mucho de que sea de ese país, porque Brasil tiene un gran compromiso de inversión en educación y con un claro convencimiento de que la educación es algo fundamental", asegura Marchesi hablando de su sucesor.
Por su parte, Marchesi ya ha pedido la reincorporación a la universidad y dará clases el próximo trimestre en la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense. Afirma que volverá a la universidad porque esa es su profesión. En su día cuando dejó el ministerio volvió a la universidad y ahora vuelve a hacerlo, y lo hace "por convencimiento", porque además nunca se le ha pasado "por la cabeza perpetuarse en un cargo público". Reconoce eso sí, que "es más sencillo dar clase en la universidad que si tuviera que volver a dar clase a alumnos de la Educación Secundaria Obligatoria". Añade: "sé que me costaría bastante más, porque me sentiría mucho más distante de ellos y en la universidad seguro que encuentro a alumnos con más interés, espero, por los estudios".
La educación en América
Preguntamos a Marchesi si hay una línea convergente educativa en los países latinoamericanos y asegura que "hay muchas diferencias entre los países, con un elemento común que son las profundas desigualdades en cada uno de ellos". A pesar de eso, se ha hecho un enorme esfuerzo de inversión educativa en Latinoamérica y "en este momento la inversión media está en el 5,3 por ciento del PIB y algunos países, como Brasil, aspiran a llegar al 10 por ciento del PIB". Dicho esto, reconoce que incluso los mejores sistemas de los países más ricos están a una notable distancia de los países europeos, incluida España. La ventaja de esos países es que han puesto en primer plano la educación, aunque necesitan 10 o 20 años de ese esfuerzo para reducir las desigualdades.