Un matrimonio roto, a punto del divorcio y con tres hijos, finge que todo va bien para acudir al 75 cumpleaños del abuelo que está a punto de morir debido a un cáncer terminal.
¿Es posible hacer algo gracioso partiendo de una premisa como esa? Aunque nos parezca difícil, desde la idiosincrasia española, que nos lo tomamos todo tan a pecho, lo cierto es que sí se puede, y esta es la muestra. Los guionistas y directores del filme, Andy Hamilton y Guy Jenkin, llevan muchos años trabajando juntos en series televisivas británicas y en alguna que otra telemovie. Ahora dan el salto al largometraje cinematográfico y lo hacen con una historia sencilla, pero en la que consiguen engarzar muchos elementos para que todo funcione a la perfección. Y además consiguen que la historia no parezca un remake de otras mil películas americanas que hay sobre familias disfuncionales (véanse por ejemplo las sagas de Ben Stiller). Aquí aparecen el marido simpático pero un tanto atolondrado, la mujer guapa que engaña a su marido, el hermano estirado con su esposa un tanto psicópata, y el abuelo gracioso que pone un poco de cordura entre tanta locura. Los autores del filme se atreven además a meter a un trío de niños, con lo que eso dificulta siempre la escritura de un guión, y resultan ser algunos de los elementos más divertidos de la historia según van descubriendo cómo se lleva a cabo un funeral vikingo, qué significa ser lesbiana, para qué sirven las mentiras piadosas y como una muerte de un ser querido se puede convertir en una fiesta o en un festival mediático.
Hamilton y Jenkin consiguen meter todo eso en una película con una serie de elementos visuales potentes, al más puro estilo de Wes Anderson, pero con un sentido del humor mucho más universal. Es decir, que todos aquellos que son incapaces de entender los chistes del director de El gran hotel Budapest se lo pasarán en grande con Nuestro último verano en Escocia y además verán una buena película. Y por si fuera poco, todo en 95 minutos, el metraje justo que hoy en día tanto cuesta encontrar.
Entre los actores destacan... ¡todos! Y es que los británicos cuentan con un gran elenco actoral. De todos ellos la más conocida en estos momentos es Rosamund Pike, porque está nominada al Oscar por Perdida, de David Fincher, pero igual de bien que ella están, por ejemplo Billy Connolly o Ben Miller, el típico inglés con cara de mala leche e ironía a un mismo tiempo.