Para celebrar sus 25 años de historia la OTRI de la Complutense decidió crear un nuevo premio, el de Transferencia de Tecnología y Conocimiento. Los tres ganadores de este galardón han sido Celia Sánchez Ramos, por sus aportaciones en el mundo de la óptica; Antonio Hernando, por sus avances en el magnetismo aplicado, y Miguel Ángel Troitiño, catedrático de Geografía Humana, merecedor del premio en la modalidad de Ciencias Sociales y Humanidades por su aportación al estudio sobre el turismo.
- El turismo tiene un enorme peso en la economía de nuestro país, pero la investigación sobre este tema no suele tener mucho peso. ¿Este premio rellena en parte ese vacío?
- La verdad es que no me lo esperaba, pero me alegra mucho que la universidad reconozca el trabajo de nuestro grupo de investigación. Lo monté a mediados de los noventa y desde entonces siempre hemos hecho una investigación con intención de ser aplicada porque me parecía que en un país como este, donde el turismo es uno de los sectores básicos de la economía, había unas grandes carencias investigadoras.
- ¿Por qué cree que ocurría eso?
- Hemos tenido la suerte de ser un país donde, por el contexto geográfico, el turismo nos ha caído como la lluvia. En su momento no lo valorábamos e incluso yo diría que a veces se tenía, e incluso todavía subsiste, una cierta visión peyorativa. Se dice que somos un país turístico porque no somos capaces de hacer otras cosas, cuando en realidad el turismo es una actividad clave en este siglo XXI, y ya lo era en el siglo XX. Ahora se ha generalizado más y en el mundo se mueven ya 1.200 millones de personas al año de un sitio a otro. Un país como el nuestro que tiene un recurso importante lo que tiene que hacer es manejarlo con inteligencia y estudiarlo a fondo. A mis alumnos les digo que si Alemania no hubiese manejado bien sus materias primas y no hubiese creado la primera cuenca industrial en el Ruhr no habría llegado al nivel que está. En España tenemos un recurso que tiene mucho peso, que es el turismo, y es nuestra responsabilidad investigarlo para manejarlo de una manera responsable.
- Comenta que ya son 1.200 millones los turistas anuales en todo el mundo. ¿Es posible manejar ese flujo de personas?
- A mí de todo ese movimiento lo que me resulta más interesante son las posibilidades que eso ofrece de que nos conozcamos mejor los habitantes del planeta, para que seamos conscientes de la diversidad y la riqueza del mundo en el que vivimos. Para mí ese siempre ha sido el objetivo de un geógrafo: ayudar a conocer el mundo y a vivir en él. Y esa es la gran potencialidad que tiene el turismo, aunque muchas veces no lo cumple porque se maneja con un criterio económico y no con un criterio social, lo que hace que se pierda esa dimensión del conocimiento del otro y de la diversidad.
- ¿En nuestro país prima ese concepto economicista?
- Hay que reconocer que en nuestro país el turismo ha sido un motor fundamental de desarrollo. El salto que dio España a partir de los sesenta se debe a dos factores fundamentales: las remesas de los emigrantes que estaban por todo el mundo y las divisas que nos proporcionaba el turismo. Sin esos dos pilares importantes no habríamos conseguido el nivel de desarrollo actual. En estos momentos en España casi un 14 por ciento de nuestro PIB depende del turismo y hay comunidades autónomas enteras como Canarias, Baleares y Andalucía donde llega a más del 50 por ciento del PIB, así que es algo a tomárselo en serio aunque habría que hacerlo de la manera más responsable posible. El turismo es una actividad muy rica, porque junto con la construcción es el sector con mayor efecto multiplicador en la economía. De todos modos, hay que reconocer que muchas veces los técnicos y los planificadores no son capaces de manejarlo e integrarlo bien en el territorio. Por ejemplo, a mediados de los años 90 comenzamos a hacer un trabajo sobre la Alhambra, y una de las cosas que me sorprendió es que en la Universidad de Granada no había ningún estudio sobre los efectos del turismo de la Alhambra en la ciudad.
- ¿La gestión de los recursos es entonces lo fundamental?
- Ese yo creo que es el tema central, porque los recursos del planeta son limitados. Cuando yo hablo de patrimonio hablo de patrimonio territorial, que en-globa el natural, el cultural, el paisajístico y el inmaterial. Todo eso es limitado en el planeta, pero nosotros vivimos en una cultura del despilfarro, con el problema de que si destruimos el patrimonio matamos a la gallina de los huevos de oro. A veces no se es consciente de eso porque se busca el beneficio inmediato e incluso se puede llegar a confundir la actividad turística con el negocio inmobilidario. Luego hay otro problema importante y es que cualquier recurso tiene un límite de capacidad de acogida.
- ¿Plantea eso reducir la entrada a museos y edificios singulares?
- El patrimonio, ya sea cultural o natural, tiene unos límites de acogida de ciudadanos. A veces hay que saber poner esos límites y no es fácil. En España la gente del sector turístico dice que en unos años podríamos llegar a los 95 millones de turistas anuales, mientras que ahora tenemos 65 millones. Yo me pregunto si sabrán lo que eso implica desde el punto de vista medioambiental, de la sostenibilidad y del uso responsable del recurso. Si manejamos bien un recurso turístico siempre será un recurso, pero si lo manejas mal lo destruyes, como se ha visto en bastantes destinos del litoral que se han ido empobreciendo y han perdido la calidad del turismo que tenían porque han deteriorado la calidad de la oferta.
- ¿Cuál sería un buen ejemplo de gestión sostenible en España?
- La Alhambra, por ejemplo, que es uno de los primeros monumentos españoles e incluso del mundo que cuenta con un límite total de visitantes que puede recibir al año. Eso no es sólo positivo para el patrimonio, sino que es positivo para los visitantes y para la economía, porque permite distribuir mejor los recursos a lo largo del año. De hecho, Granada es una de las ciudades españolas que tiene una tasa de ocupación más alta durante todo el año. Ahora en la Alhambra hay más o menos dos millones y medio de visitantes al año y el máximo son dos millones setecientos mil, que implicaría que estuviese a tope todos los días y todas las horas del año. Sin embargo, la demanda de los tour operadores es mucho mayor y si no hubiese política del Patronato de la Alhambra entrarían fácilmente 4 o 5 millones. Y eso iría en contra del objetivo que es conseguir que el turista tenga una experiencia enriquecedora del sitio donde va.
- Aparte de limitando las visitas, ¿hay más estrategias para conseguir esa experiencia?
- Habría que considerar a los turistas como ciudadanos temporales de las ciudades. Madrid, por ejemplo, tiene una población fija y luego tiene una población flotante. Una parte de ella son los turistas y visitantes que vienen a la ciudad, y lo mejor sería tratarlos como ciudadanos, porque además eso es lo que somos y en el mismo año una parte somos turistas en la montaña, en la playa, en una exposición, en un conjunto patrimonial, en un parque natural...
- ¿Esa integración del turismo no puede ir en contra de la ciudad?
- Puede ocurrir si en un momento determinado, por una mala gestión, el turismo se convierte en un factor de deterioro del patrimonio o de expulsión de los ciudadanos porque en determinados espacios no se pueda vivir. Hay que tener en cuenta que las ciudades son un espacio vivo y la manera de controlar al turismo es que sea un espacio diverso. Si dejamos que se convierta en un parque temático cultural o turístico, como están haciendo en algún espacio urbano, la ciudad se destruye. Hay que tener en cuenta que el patrimonio es la herencia que hemos recibido de todos los que nos precedieron, así que tenemos la responsabilidad de usarlo y disfrutarlo, pero también deberíamos tener el compromiso de respetarlo para que los que vengan detrás puedan usarlo igual o incluso mejor que nosotros.
- ¿El ejemplo extremo de esa ciudad saturada en la que no se puede vivir sería Venecia?
- Bueno, Venecia está saturada en un espacio reducido, el de la plaza de San Marcos, y ese es un problema de gestión. Allí se podría aplicar lo mismo que nosotros hemos aplicado en la Alhambra, estimando la capacidad de acogida turística sin que el turismo genere conflicto excesivo. No se trata de quitarlo, sino de limitarlo, porque ¿qué sería de Venecia sin el turismo? ¿Habría recursos para mantener ese patrimonio? El problema es que no se han llegado a tomar las decisiones políticas necesarias por las presiones del sector turístico, así que como el turismo se concentra en un espacio muy limitado, en unas horas muy limitadas, el turista acaba con una enorme sensación de agobio. De hecho, una de las sensaciones más agobiantes de mi vida fue la de recorrer San Marcos metido entre cuerdas, en una cola, para ver la catedral.
- Un problema además creciente con el aumento de los cruceros.
- Sí, sí, y eso se ha dado incluso en la Alhambra. En Málaga llegan de golpe miles de personas y el sector económico presiona mucho, porque normalmente el turista de crucero es un turista que gasta bastante, y han querido que la Alhambra se adapte a ellos. Hicimos un experimento un día, cambiando itinerarios y con un equipo del Patronato para meter a la gente de los cruceros y nos dimos cuenta de que el patrimonio se deterioraba mucho más y la experiencia del visitante era mucho más pobre. Nosotros planteamos que la Alhambra se visite solo de manera individual, con las audioguías, y eso significa que te echas encima a todo el sector de los touroperadores y los guías locales, y eso sí es un problema. Los responsables de los puertos también pueden limitar cuántos cruceros pueden atracar, pero eso también genera conflictos económicos. Lo que ocurre es que hay que tener en cuenta que cualquier economía que depende sólo de un sector, como en muchas zonas de España, está muy condicionada.
- ¿Existe algún lugar en España con un problema de saturación como el de Venecia?
- No tanto como Venecia, pero sí que se está empezando a plantear en la zona del centro de Barcelona, donde la gente de la ciudad está dejando de ir. Y podría ocurrir también en Madrid, aunque todavía no porque los que vivimos aquí sí que vamos bastante al centro de la ciudad, y los problemas de esa zona se relacionan más con el ocio urbano que con el turismo. De todos modos, una serie de medidas equivocadas desde el punto de vista urbanístico, como la famosa operación Canalejas o lo que se prevé en el Edificio España, puede llevar a esa situación también grave.
- ¿No había problemas también en Santiago de Compostela?
- Sí, pero lo ha resuelto de una manera bastante razonable. Generó una serie de apartamentos periféricos y peatonalizó de manera responsable determinadas calles. Otra ciudad que tiene problemas, porque nunca ha habido un compromiso real de abordar esas cuestiones, es Toledo. Y Málaga, porque ha optado por convertir el centro en un parque temático y se está quedando casi sin residentes. La mejor manera de que no haya problemas es la diversidad, en cuanto metes más complejidad, se acaban los problemas. El factor clave de equilibrio es que se mantenga una parte importante de la gente viviendo allí, aunque esa gente vaya cambiando y no sea fija. Yo digo a veces que no hay que tener una política turística sino más bien una buena política urbanística.
- Y a pesar de que en España ha habido toda esa falta de políticas seguimos manteniéndonos como una potencia turística.
- Hemos tenido la suerte de salir de la crisis turística porque ha empezado todo el conflicto del Mediterráneo, y antes el de los Balcanes. De todos modos, sí ha habido alguna vez política del sector. En la primera legislatura de Zapatero se desarrolló un buen plan que fue Turismo 2020 que planteaba limitar muchas cosas, optando mucho más por la calidad que por la cantidad. Como llegó la crisis eso se paró, se flexibilizó, y como el turismo ha sido el sector más dinámico ahora nadie quiere poner límites. Eso a la larga puede ser bastante grave porque desborda la capacidad de acogida de las ciudades y los monumentos.
- ¿Cuando hay años conmemorativos o acontecimientos especiales también debe haber límites en las entradas?
- Sí, claro, también debería. Por ejemplo debería haber pasado con el año del Greco, en Toledo. Donde está El Entierro del Conde de Orgaz, que ya sabes que está en un espacio muy pequeño que depende de la Iglesia, y como la Iglesia no es muy amiga de poner límites de ningún tipo, se ha dejado entrar a todo el que quisiera. Yo he estado y a veces estaba más lleno que el Metro. Y menos mal que ahora con las audioguías ya no hace falta que haya nadie dando voces, porque en sí la experiencia ya es bastante mala y a veces no puedes ver ni siquiera el cuadro. Eso además plantea un coste porque si se produce un daño luego hay que recuperarlo.
- Ese es un ejemplo de dejar hacer. ¿Hay también políticas que se plantean mal?
- Sí, por ejemplo en Cuenca se hizo un plan de excelencia turística. Con los recursos se construyó un centro de recepción de visitantes a las afueras de la ciudad, pero es un centro que apenas tiene plazas de aparcamiento y que además no está conectado con el transporte público que sube al casco antiguo, así que no sirve para nada. El turista lo que quiere cuando llega a una ciudad es que le orienten bien y está deseando dejar el coche, siempre y cuando haya una buena opción de transporte o una buena peatonalización.
- ¿Con tanto turismo en las ciudades, no se corre también el riesgo de unificación, de pérdida de identidad?
- Ese es uno de los problemas que está pasando en los centros urbanos de algunas ciudades, sobre todo de las más grandes. Al final, como se simplifican funcionalmente, se deja mucho espacio libre para el comercio internacional y para las franquicias. Eso lleva a un empobrecimiento, porque se encuentran en todas partes el mismo tipo de señalización, el mismo tipo de mesas, el mismo tipo de sombrillas... Y eso empobrece, porque realmente lo que atrae a la gente es lo singular, lo diferente, y eso es por lo que nos movemos de un lugar a otro. A medida que eso va desapareciendo, también lo hace la razón para viajar.
- ¿Se dejará de lado ese turismo cultural de visitar ciudades para volver al de playa?
- Yo siempre digo que no hay mucha diferencia, porque en general todo el turismo es de masas. A mí de hecho no me gusta utilizar lo de turismo cultural, yo prefiero decir que hay turistas en el litoral, en la montaña, en la ciudad... Son problemáticas distintas porque los recursos son distintos y hay que gestionarlos de manera diferente, pero al final todos son turistas. El problema es que en España el tema de la gestión parece que no va con nosotros.
De cómo se ha politizado el turismo
Al recibir el premio de la OTRI, Miguel Ángel Troitiño mostró su satisfacción con un breve discurso en el que aseguró que "sin investigación no hay futuro". Considera que en este país hay, o al menos ha habido hasta la crisis, un altísimo nivel de investigación, aunque "a veces no se está suficientemente atento a lo que pasa en la sociedad". Considera que además "en el caso de la geografía y el territorio tenemos en contra que hay muy poca cultura territorial, no solamente en el caso de la sociedad, lo que es más fácil de justificar, sino sobre todo entre los responsables políticos".
Además de ser muy crítico con las políticas que han hecho que muchos jóvenes con alta formación se hayan tenido que marchar de España, también lo es con la gestión turística. Según Troitiño hace falta "menos promoción y más gestión, porque con eso se pueden resolver muchos problemas". Considera además que en España "el turismo se ha politizado mucho y se utiliza como propaganda".
Cuenta que ha habido casos en los que incluso los registros estadísticos están mal, pero los políticos no los quieren cambiar porque la realidad implica un menor crecimiento. Pone como ejemplo, la capitalidad cultural de Salamanca, donde las autoridades manejaban que iban a tener dos millones y medio o tres millones de visitantes. Los estudios del grupo de la Complutense, que él mismo dirige, hicieron otro estudio y no salía más allá de la mitad, así que el trabajo nunca se hizo público. Y lo mismo ocurrió en Toledo con otro estudio sobre el número de visitantes. Al final esos informes se ocultan "porque parece que lo único importante es crecer, cuando en un país como el nuestro ya tenemos un nivel de demanda superior al que podemos atender, así que sería mejor trabajar con estrategias cualitativas".
Pero esto no ocurre sólo en España, también le ocurrió con la UNESCO, en concreto con un programa sobre Colonia de Sacramento, en Uruguay, que por problemas políticos también está metido en un cajón.