Los días 19 y 20 de octubre la Facultad de Psicología ha acogido el Seminario Internacional "Cognition and culture in evolutionary context" en el que expertos internacionales han examinado los orígenes de la cultura humana y la importancia evolutiva que ha tenido este factor para nuestra especie.

En la presentación de las jornadas, organizadas por la UCM, The Spanish Journal of Psychology y el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, Fernando Colmenares, profesor de Psicobiología y coordinador del seminario junto a María Victoria Hernández-Lloreda, expuso las características propias de la cultura. De acuerdo con él, es "tanto producto como productor de capacidades cognitivas, sociales, competitivas y cooperativas". Pero también influye en el "tamaño del cerebro y en la organización social".
Aseguró Colmenares que además la cultura "es adaptativa y tiene un impacto en los individuos". Y por último, consideró que la cultura "está unida de manera muy estrecha a tres procesos históricos: el desarrollo individual intrageneracional, la herencia intergeneracional y la historia evolutiva".
El primero de los conferenciantes, Michael Tomasello del Instituto Max-Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania), presentó una serie de experimentos realizados con niños y con chimpancés, con los que ha intentado ver la diferencia entre nuestra especie y la de otros simios superiores.
Según sus resultados, "los chimpancés son increíblemente inteligentes, pero no son cooperativos". De hecho, para Tomasello la gran diferencia entre nuestra especie y las demás está en la colaboración.
Piensa el investigador del Max-Planck que "la colaboración obligatoria", que es la que permite participar en el grupo surgió hace 1,5 millones de años. A partir de ese momento sólo los que colaboraban sobrevivían y el resto eran apartados del grupo. Se desconoce cómo surgió esa colaboración, y el propio Tomasello aseguró que pudo ser "o por la caza o por otras actividades como la cría conjunta de los niños".
En cuanto a los niños actuales, en los experimentos realizados se ha visto que colaboran más que los chimpancés, sobre todo porque es "es más divertido". Según sus datos, los niños sólo protestan cuando el otro participante se lleva más que él, y no hay protestas, "en el 80 por ciento de los casos", si todos se llevan la misma recompensa.
Además de esa equidad, los niños también trabajan por turnos, están capacitados para intercambiar los roles y además se preocupan por las normas sociales y por la reputación. Cuestionado Tomasello si esa equidad se mantiene con la edad, respondió que no conoce que se hayan hecho experimentos con personas mayores, aunque piensa que quizás con la edad "ya no estén tan preocupadas por la reputación".

Una especie atípica

Por su parte, Robert Boyd, de la Universidad Arizona State, se preguntó si somos una especie única. De acuerdo con él, la "respuesta más trivial es que todas las especies lo somos". Así que la pregunta más correcta sería "¿somos una especie atípica?".
La respuesta de Boyd es que sí, por una serie de características propias de los humanos. La primera de ella es la capacidad que ha tenido el Homo sapiens para expandirse por todo tipo de hábitats desde que salió de África. Conseguir esa expansión, según el investigador estadounidense sólo fue posible gracias a dos elementos: la cultura y la cooperación.
Explicó, apoyándose en ejemplos antropológicos e históricos, que ningún ser humano sería capacidad de sobrevivir en un hábitat extraño sin la ayuda de otras personas y, sobre todo, sin el conocimiento cultural que le permita preparar plantas y animales sin riesgo de fallecer.
Tanto Boyd como Tomasello y los otros tres expertos que han acudido al congreso (Andrew Whiten, Carel Van Schaik y Kevin Laland) han sido obsequiados con una insignia por parte de la Facultad de Psicología.