Entren en la Facultad de Informática. Suban a la tercera planta. Recorran sus pasillos. Están en el Museo de Informática García Santesmases. Cada paso que dan les está haciendo viajar por los inicios y posterior desarrollo de la informática en España. Conocerán que la Complutense tuvo un papel protagonista en aquellos inicios, que aquí se construyó el primer "cerebro electrónico" y aquí se empezó a enseñar la "automática". Pero sobre todo, recordarán los que ya tengan una edad y se sorprenderán los que aún no la han alcanzado, de cómo ha evolucionado la informática en unos pocos años. Bienvenidos al pasado, o mejor dicho, bienvenidos al regreso al futuro.
Lo primero que debe saber quien visita el Museo de Informática de la UCM es por qué a este se le llama "García Santesmases". "Es -cuenta el director del Museo, José Manuel Mendias- el nombre del profesor de la Facultad de Ciencias de la Complutense que hizo el primer computador electrónico que hubo en España". Se trata del Analizador Diferencial Electrónico, una máquina basada en tecnología de válvulas de vacío, que permitía la resolución de ecuaciones lineales y no lineales. Aunque el diario "El español" proclamaba en su noticia del 13 de agosto de 1955 que era el primer "cerebro electrónico" construido en Europa, basta con ver la película Imitation Game, que cuenta la contribución de Alan Turing a la victoria aliada en la II Guerra Mundial para saber que quizá se exageraba un tanto. El caso es que el profesor García Santesmases, que ya en Harvard colaboró en la construcción de uno de los primeros ordenadores norteamericanos, al volver a España aplicó aquellas ideas y marcó un hito en la historia de la informática española. El Museo alberga aquella máquina. Por supuesto, no busquen en ella ni pantalla ni teclado ni nada parecido a un ordenador moderno. En su lugar encontrarán clavijas, amplificadores...
La labor de García Santesmases no se queda ahí y en los 60 organiza los primeros cursos de enseñanza de aquella "automática". Hay que señalar que aunque la primera Facultad de Informática española fue la de la Politécnica de Madrid, nadie puede discutir que el germen está en la Complutense. Para corroborarlo, en 1973 el propio García Santesmases desarrolla junto a otros profesores complutenses el primer "minicomputador" español. Su tamaño, como verán, era más o menos el de un armario. Tenía 8 bits, su memoria era de ferritas y su tecnología ya era digital. Toda una revolución.
Situados aún en esos primeros pasos de la informática en nuestro país, el Museo guarda también el primer computador que estuvo en servicio en una universidad española. Por supuesto, también fue en la Complutense. Se trató de un IBM 7090, de segunda mano, que llegó al Centro de Cálculo de la UCM en 1966. El computador, de 32 K de memoria, ocupaba toda la planta de 2.000 metros cuadrados del actual Centro de Proceso de Datos, ubicado junto a la Facultad de Ciencias Físicas. En el Museo se pueden contemplar algunas de sus partes más significativas, así como algunos de sus periféricos. Con ese 7090 se empezaron a desarrollar aplicaciones informáticas para la enseñanza e incluso artísticas. Pintores de la época, como Quejido, Iturralde, Sempere, Alexanco o Barbadillo trabajaron con los analistas complutenses para generar formas artísticas. El museo muestra diferentes obras gráficas acompañadas por el código informático que las generaba.
Según se avanza por los pasillos de la tercera planta y luego de la cuarta -el Museo va creciendo a pasos agigantados desde su inauguración en 2003-, se van descubriendo muchas curiosidades. Por ejemplo, allí está la primera calculadora capaz de hacer raíces cuadradas, la Friden EG 132, del año 1965. Cerca de ella, están las primeras calculadoras electrónicas de bolsillo y también algunos de los primeros teléfonos móviles, aquellos que tienen un aspecto y peso más parecido a un ladrillo que a un Smartphone actual.
El regreso al futuro que hoy es nuestro presente se acelera. Son los años 80, la época de los primeros videojuegos, de los Spectrum, los Sega, Atari, Toshiba, las consolas de cartucho... Las primeras Play Station ya están preparadas para dentro de poco ocupar un lugar junto a sus antecesoras. Una máquina recreativa de aquellas que convocaban en una esquina del bar a los amantes de las batallas de aviones o "marcianitos" cierra este paseo que hace las delicias de los "maduritos" nostálgicos.
Volviendo a la informática "más seria" allí están las tripas de algunos de los ordenadores de la época. Sorprende el tamaño de las mangueras que refrigeraban a los más potentes ordenadores de comienzos de los 80. Para hacerse una idea un disco de 8 Gigas en el año 85 pesaba unos 800 kilogramos; es decir a 100 kilos el Giga. También hay memorias de ferritas tejidas a mano, relés, los primeros procesadores, distintos sistemas de escaneo, los primeros discos de almacenamiento externos, los primeros ratones... "La verdadera razón de ser de este Museo -cuenta su director- es que nuestros estudiantes sepan de dónde vienen las cosas, que no siempre hemos tenido un pen drive en el bolsillo".
Una particularidad del museo es que la mayor parte de sus piezas proceden de donaciones privadas, en su mayoría de profesores de la propia Facultad o de otras del área de Ciencias. De hecho, quien crea tener algún aparato informático signifitivo y quiera donarlo al Museo, está invitado a hacerlo.
En la cuarta planta hay una vitrina dedicada a Apple, el gran gigante actual de la informática. Por desgracia no está alguno de los diez famosos primeros Apple con carcasa de madera construidos -al final parece que no fue en un garaje, sino en una habitación- por Steve Jobs y Steve Wozniak. Sí hay un Apple II Plus, de 1979, con la firma de sus dos creadores en la parte trasera, y un buen número de computadoras que permiten ver qué es lo que se hacía en la firma de la manzana antes de crear su famoso IPhone. Por cierto, el primer IMac tenía un gran "culo gordo".
"Creo que en Madrid y posiblemente en España no hay ningún sitio en el que haya una colección tan completa que permita ver la evolución de la informática", concluye con pudor, pero con orgullo el director del Museo, José Manuel Mendias. Quizá, por ponerle un pero, un DeLorean completaría la colección. Ah, no, que aquello solo era una película.